Si alguna manera de definirnos tenemos hoy es la plena incertidumbre. Urgentemente necesitamos encontrar respuestas al caos del mundo, del país y a nuestra propia intranquilidad individual.
Presiento que no va a ser fácil, ni rápido, quizás tengamos que aceptar varias cosas, sobre todo que las respuestas personales no vienen de afuera, sino que somos parte de ellas, que podemos o tenemos que influir para encontrar una senda. No basta esperar, apoltronarnos y simplemente esperar que el calendario suelte hojas. Preguntas saltan con vida propia, aunque parezca algo naif en estos momentos es esencial pensar más allá de la tragedia, tomemos esta licencia.
En el momento de escribir estas líneas estamos colgando frente a terribles situaciones. Al grupo que ha secuestrado el poder se le cierran las salidas, poco vale que se fortalezcan sus lazos internos. Están descubiertos frente al mundo y sobre todo frente a sus ciudadanos. Los militares honestos, como son la mayoría, tienen que repensar su fidelidad, vale seguir defendiendo un socialismo del cual ya conocemos su poder destructivo. Pueden seguir protegiendo a quien ha sumido en la miseria a 9 millones de personas, 1 millón de niños abandonados, 5 millones de personas que han marchado en busca de mejores condiciones de vida o simplemente para generar una remesa que salve a su familia del hambre. Se puede por pura disciplina dejar de ver cómo vive la gente, cuánta miseria e infelicidad nos encierra, si esta es una tragedia que envuelve igualmente a sus familias.
Pero, como siempre hay una rendija de oportunidad, qué tal si nos comprometemos con la idea de reconstruir el país al caer todas las barreras, los poderes impuestos y podamos enfrentar con valor una visión desnuda de nuestra realidad. Creo firmemente que esto va a ocurrir y es la gran encrucijada, es prácticamente imposible que el grupo de personajes acorralados en Miraflores, en la asamblea constituyente, amparados solo por una porción de la gente armada, militares y colectivos, puedan mantenerse donde están mandando, contra el mundo y contra la gente.
Seamos valientes y comencemos por buscar aquellas áreas donde estamos conformes. ¿habrá alguna? Una primera observación, ¿nos gustan como se han desarrollado nuestras ciudades? ¿como están divididas en partes totalmente disimiles, las conectadas, con piso de asfalto, techo protector y otras desconectadas en áreas invadidas, con servicios precarios? ¿Pisos de tierra, sin límites claros entre una vivienda y otra? ¿Estamos conformes con esa forma como se ha urbanizado el país o preferiremos algo distinto, ciudades humanizadas, con zonas verdes, casas para vivir y crecer? ¿Queremos espacios segregados, que tememos visitar como Ciudad Caribia o barrios donde podamos caminar en las noches, sentarnos en las puertas a conversar con los vecinos? La cuarentena y la turbulenta caída del régimen nos da tiempo para reflexionar sobre estos temas.
¿Qué aspiraríamos para la educación, qué hacer para tener “maestros” ávidos de aprender, enseñar, reconocidos y respetados? Una sociedad es lo que es su educación. ¿El maestro es hoy una de las personas honorables de nuestras comunidades? Cuán lejos estamos de que esto así sea, ¿cómo viven nuestros maestros, deciden ser maestros o solo es un recurso ante la miseria? ¿Sienten el respeto de los padres, de sus pupilos o cumplen con esa tarea resignadamente y sin esperanzas? ¿Qué tendríamos que hacer para que fuese diferente? ¿Cuán cerca está un joven de una comunidad pobre de escoger lo que quiere aprender?, esa realidad existe o la educación se convierte en un tubo cerrado donde solo llegan los que pueden y no los que quieren.
Cómo son nuestras ciudades, espacios que hemos construido para vivir y cómo es nuestra educación refleja lo que hemos construido como país. En este turbulento período de desacuerdos, arbitrariedades, sacrificios e intranquilidad tenemos la oportunidad de repensarnos a partir de la idea de que todo puede ser cambiado, transformado, que depende de nuestra voluntad y de la dimensión de nuestras aspiraciones.
Si pasamos este tamiz a cada una de las partes de lo que hoy vivimos podemos responsablemente comenzar a trabajar para lograr cosas distintas. El coronavirus ha dado lecciones, ¿cuáles son los gobiernos que mienten, niegan la realidad, ocultan los hechos? La respuesta es simple, esto ocurre en las sociedades donde no hay libertad, donde informar es un delito, donde se apresan a los que denuncian como ocurre entre nosotros. Entonces, ¿cuán importante es poder informar, poder ver la realidad tal como ella es y trabajar para cambiar?
Quizás la falla más grande del modelo chino era esta, gobernar pensando que la gente era solo números, no personas ni conciencias, por eso no les costó trabajo ocultar la realidad y mantener en la sombra lo que ha ocurrido en verdad, pero algún día lo sabremos. Esto solo pasará cuando los chinos decidan apoderarse de su realidad y rechacen a aquellos que los gobiernan como seres sin alma, que ni siquiera pueden saber de qué están muriendo o por qué viven, solo a partir de esa decisión individual y colectiva China podrá vivir una realidad distinta. La decisión está en ellos, no fuera.
Informar, tener medios de comunicación no es una exquisitez, es primordial, ahora sabemos que hasta nuestra existencia depende de tener información correcta, precisa y a tiempo. Las dictaduras encarcelan a los periodistas, cierran medios de comunicación, difunden mentiras. Una prensa libre en China nos habría ayudado a prevenir el coronavirus. Entonces, tener libertad para informarse no es un lujo, una exquisitez es la gran oportunidad que tenemos hoy para vivir en un universo interconectado, en el que todo lo que pasa nos importa y podemos actuar frente a la incertidumbre.
En terrenos políticos, también las oportunidades son grandes, las dictaduras no se pueden esconder, no pueden mentir, imposible falsear la realidad, negar lo que está ocurriendo. En los únicos países donde se sabe poco lo que pasa son aquellos dominados por regímenes dictatoriales, no hay información, la gente no puede decidir cómo curarse, y a los regímenes le importa poco la suerte de su gente.
Quizás estamos frente a una oportunidad como nunca, protegernos del virus tiene una gran cuota de responsabilidad individual, sabemos que es intolerable vivir bajo regímenes que niegan la información vital sobre nuestras condiciones de vida. La cuarentena es un prolongado momento para reflexionar sobre cómo queremos que continúe la vida. Es aceptable tolerar regímenes dictatoriales que encarcelan disidentes y destruyen medios de comunicación como pasa en China y en Venezuela o tenemos que responsabilizarnos por nuestras vidas.