El bíblico profeta del Antiguo Testamento es una figura manipulada por creyentes fundamentalistas de las tres religiones monoteístas y por negadores de su existencia misma. Sus dones y funciones abarcan desde mensajero de la divinidad, juez, líder y legislador. Su biografía legendaria motiva que arqueólogos y otros investigadores aún traten de precisarla desde la ciencia historicista.
Pero el imaginario universal lo conserva como representante de la terca rebeldía consciente, pues desafió y triunfó sobre la tiranía teocrática de los faraones y liberó a los judíos esclavizados en Egipto durante un extenso período todavía en contaje. Luego de afrontar las diez plagas represivas y exterminadoras dictadas por el régimen, Moisés derivó en el conductor de su pueblo hacia la divinal Tierra Prometida, dura faena pues la transición requirió atravesar un enorme desierto repleto de peligros internos y externos, más aún, lo más difícil, reeducar a una gran masa sedentaria, entrenada y explotada para la total sumisión. Aquel difícil proceso pedagógico libertario exigía nuevas costumbres morales rutinarias que habilitaran la convivencia civilizada bajo control legal. Para obtener ese código se aisló en la cima del Monte Sinaí por un lapso largo que desencadenó el caos en sus conducidos. Descendió con Diez Mandamientos, una Constitución esculpida en piedra, sólida base para organizar de modo racional a quienes por ignorancia, tradición, comodidad o impaciencia, decidieron aceptar la idolatría dominante y conformarse adorando becerros de oro. No se rompió ni una letra de aquella legislación primaria cuando iracundo frente a esa conducta suicida la estrelló contra el suelo, reflexionó, persistió y cumplió su misión, al menos vio a suficiente distancia el terreno después recuperado para los errantes exiliados.
Moisés Naím (Trípoli 1952, nacionalizado venezolano) carece de los títulos celestiales adjudicados a su tocayo mítico. Al contrario, tiene un comprobado trabajo como académico, político, comunicador y profundo analista sobre los asuntos principales que confronta el moderno, tecnificado y complejo globo terráqueo. Para esa labor esclarecedora decide bajar a las cuevas, sótanos y laberintos donde se efectúan las trampas sobre textos constitucionales, laboratorios del mal donde se maquinan trucos y dictan los delitos que ejecutan en la corteza terrena, hábilmente manipulados, imperceptibles a primera vista, constantes cambios de la legislación democrática. El objetivo de este inframundo es perpetuar en el poder a regímenes criminales de autócratas, totalitarios y sus transnacionales mafias. Consigna su examen con documentación, hemerotecas, vasta bibliografía y detalles explicados desde su lupa analógica. Mucho más entrega su reciente trabajo La revancha de los poderosos (Penguin Random House, México. Febrero 2022).
Naím en hebreo significa grato y para esta “Obra maestra”, “De lectura indispensable”, así calificada por especialistas, el autor aplica su apellido a un estilo agradable, nítido, lleno de sinónimos, frases conceptuales fijas adaptadas a cada caso para que la materia de su indagación tan densa se torne transparente facilitando el acceso a una trama real, intrincada, tenebrosa, dramática, en pleno desarrollo y sin tregua en países de los cinco continentes. Con cierto énfasis en el montaje de los actores hemisféricos Díaz-Canel, Trump, Maduro, Ortega–Murillo, Evo-Arce y sus cortejos que sustituyen normas consagradas por el voto elector limpio para imponer seudoleyes en nombre del mismo pueblo que en mayoría casi absoluta y desde hace años los adversa, rechaza, odia y teme. Iluminan de impacto los párrafos comparativos entre autócratas que padecen una patología psiquiátrica capaz de transformar el resentimiento en eficaz venganza y convirtió al dependiente sovietista Fidel Castro en la reencarnación de José Martí, poeta organizador de la independencia cubana contra el imperio español; a Chávez en el Hijo de Simón Bolívar, a George Wahington resucitado en Trump, a Vladmir Putin en Zar de la Rusia Imperial 2000. Sostenidos por políticos oportunistas y masas conformes, robotizadas.
Amargo en su fondo por las pactadas mentiras reveladoras de hasta qué punto para la causa libertaria nada sirven múltiples protestas diarias, manifestaciones gigantescas, continuas falsas elecciones, comunicados de organismos internacionales burocratizados, diálogos, convenios y acuerdos prefabricados, negocios opacos llamados “arreglos” entre gobiernos y delincuentes en oferta, o ya en sus tronos populistas militarizados, borradas ideologías y anteriores políticas públicas, todos prostituidos o anulados a través del ilegal comercio, entre otros el minero y cocainero, gestando la antipolitica en esclavizadas sociedades que acaban denigrando de partidos políticos y de instituciones como la ONU y la OEA por su rutinario cliché “deploramos la tragedia”, impotentes para detener tamaña distorsión legalizada ni liberar a centenares de disidentes desarmados hoy presos, torturados, expulsados, mientras las democracias sucumben una tras otra.
Esta nota es apenas el comentario inmediato tras la lectura de este magno estudio interdisciplinario que busca la comprensión de “lo que nos pasa” en relación con el complicado, peligroso, entorno planetario. La impresión inicial es asombrosa porque separados por milenios o siglos, ambos tan distintos Moisés coinciden totalmente en una convicción firme. Hay que destruir las engañosas estatuas del oro sangrante. Aquellas reforzaban a centenarias dinastías de tiranos. Las actuales idolatrías se sirven del capital sucio expuesto en histriónicos espectáculos última moda, para eternizar con “fans” la permanencia de poderosos usurpadores populistas expertos en maquillar su intención esencial: aniquilar el democrático capitalismo liberal que imperfecto, como todo producto humano, permite correcciones y avances por su naturaleza reformista .
El cómo hacerlo radica en la voluntad de cada quien informado del fraude sistemático, sumado a otros que forman mayoría suprema pero conducidos por dirigencias bien preparadas, honestas, racionales, audaces, dispuestas a enmendar sus continuos errores, admitir negras ocultas verdades y capacitadas para transformar en ciudadanos con derechos y deberes a dóciles, arribistas, sometidos o salvajes, a la larga también robots.
Así, quizás, todavía emerjan Fuenteovejunas, especialmente en las tres Américas.