Las trincheras como lugar propicio de resistencia, agotamiento prolongado y trauma, es el sitio perfecto para prolongar una guerra, no se avanza pero tampoco se retrocede, impide la sanidad y estimula la fatiga por estancamiento. Un lugar así es como un tipo de prisión de la cual, aun teniendo el potencial para salir, no se abandona por convicción, y la necesidad de partir vivo o muerto, pero solo con la victoria.
La vida en estos pocos años evidenció ante mis ojos la profunda necesidad de perder, la cual, todos anidamos en un proceso de crecimiento. Las pérdidas nos ubican no solo en latitud y longitud, sino en temporalidad y la realidad senescente que acompaña todo florecimiento. Las mismas mantienen las mentes humildes en cuanto al autoconcepto, y atentas al ritmo de las pulsaciones. Entendiendo esto a medias, con la parcialidad de una cosmovisión propia, me atrevo a referir que no todo atrincherado saldrá victorioso, por el contrario, un dolor seguro tendrá, al menos la fatiga como medida mínima, le será consecuencia de la temporada de trinchera.
Hombres y mujeres, sin diferencias de edad, asumimos modos trinchera cuando encuadramos una idea, al punto de no aceptar versiones posibles y paralelas de la misma, si las tales no complacen egos o sustituyen actores, que son de mayor o menor preferencia. Trincheras profundas que se hacen para resguardo terminan siendo sitios de emboscada, hambruna, remisión de principios por la necesidad que impera, e inolvidables por la huella del verdugo conocido como trauma, al que solo un corazón valiente puede echar de sus territorios con el ímpetu de un espíritu esforzado.
Estas temporadas, unas obligadas por el devenir de los acontecimientos, y otras escogidas a voluntad en señal de protesta, parecen ser parte de la vida y requerirán una determinación como combustible, frente a las pocas fuerzas que se poseen durante las mismas. Decidir salir, bien sea bajo la figura del guerrero ganador, o miembro menguante del equipo que reconoce el fin de la batalla, añadiendo más valor a la vida de los que aún permanecen, que a la necesidad egoísta de una victoria donde no hay quien la célebre.
Hoy, después de una semana de acontecimientos y reflexiones auspiciadas por la gracia recibida y el entendimiento de lo inmerecido, que todos disfrutamos a veces con una memoria temporal. Justo ahora me atrevo a recomendar donde nadie pregunta, pero todos necesitamos que las vendas se caigan alguna vez, y para tal causa el Padre usará un intrépido casi siempre. Si te encuentras modo trinchera en alguna área de la vida, te felicito, resistir es loable, pero tarde o temprano deberás salir de allí, lo cual también requiere valor. Sin ningún temor al lente ajeno, usa la poca energía que te resta y levántate para dejar el chubasquero. Después de todo, más vale una historia anecdótica de pérdida que una muerte solitaria en modo trinchera.
@alelinssey20