Hace unos días nos correspondió conmemorar el ducentésimo trigésimo segundo aniversario (doscientos treinta y dos años) de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas y Criminológicas de la Universidad de los Andes en Mérida, Venezuela. Valga señalarse que el origen de nuestra Universidad de los Andes está referido precisamente al derecho canónigo y por ende a nuestra Facultad, y de allí el vínculo indisoluble que la ULA tiene con la iglesia y la Arquidiócesis de Mérida, sin olvidar la figura estelar de Fray Juan Ramos de Lora fundador y patriarca de nuestra casa de estudios.
Más allá de la tradición e historia y con el debido respeto por los cronistas e historiadores creo que más que hacer un recuento histórico sobre el origen de la nuestra Facultad y Universidad, anclados repito en la figura de ese prohombre visionario como fue Obispo Fray Juan Ramos de Lora, junto a otros prohombres de otrora época, nos corresponde plantearnos algunas preguntas e inquietudes referidas básicamente al mundo globalizado y complejo en el que nos corresponde desempeñarnos, y en esa clave o perspectiva, plantearnos o preguntarnos ¿cuál es el papel de nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas y Criminológicas?, y por ende, de nuestras Escuelas de Derecho, Ciencias Políticas y Criminología y sus egresados tienen en un país que requiere ser repensado en todas sus dimensiones pero además donde como nunca antes se requieren buenos profesionales, probos, formados con excelencia, con valores y recordar que no sólo formamos profesionales en el campo del derecho, la ciencia política y la criminología, ante todo formamos ciudadanos.
El mundo y nuestras sociedades vienen transformándose a pasos acelerados, hoy nos debatimos en transformaciones que afectan prácticamente todo. Vivimos tiempos de pandemia, de mutaciones, de modernidad liquida donde se replantean las concepciones de tiempo y espacio, trabajo, familia, privacidad, roles, habilidades, saberes, expectativas de vida y paren ustedes de contar. Si algunas disciplinas en estos momentos tienen enormes retos, son precisamente en el seno de la Ciencias Sociales,el derecho, la ciencia política y la criminología respectivamente no sólo en el contexto mundial sino especialmente en nuestro país.
La celeridad de los cambios nos están dejando perplejos. El mundo no solo cambió con el advenimiento de la globalización en la segunda mitad del siglo XX, sino que en pleno siglo XXI el mundo sigue cambiando. Insisto en que se están modificando las formas de concebir la vida, los hábitos, el espacio, el tiempo, las obligaciones, la educación, los roles, las ideologías, el papel del Estado, el trabajo, la familia, las estructuras, la comunidad, las instituciones, la pareja, la inteligencia artificial, las ideologías políticas, el propio derecho constitucional y la teoría del derecho con el surgimiento del garantismo y el neoconstitucionalismo entre otros que trastocan no sólo el derecho penal y procesal penal sino otras áreas.
La batería de hipótesis, premisas, planteamientos e ideas que nos aportan filósofos, sociólogos, juristas, politólogos, criminólogos, entre ellos, Zygmunt Bauman, Tzvetan Todorov, Daniel Innerarity, Tony Judt, Ulrich Beck, Arjun Appadurai, Giovanni Sartori, Fernando Vallespín, John Keane, Vicente Garrido, Alfonso Serrano, Scott Lash, Luigi Ferrajoli, Gustavo Zagrebelsky, José Antonio García Amado, Luis Pietro Sanchís, Miguel Carbonell, Eugenio Zaffaroni, Allan Brewer Carías, Michele Taruffo, Carlos Beltrán Pulido, Kai Ambos, Aharon Barak, Anthony Giddens, Manuel Castells entre otros, para significar e inferir que nuestras vidas se desenvuelven en medio de una vorágine, que pareciera replantea los cánones tradicionales del derecho, de la política y de la criminología y otras disciplinas vecinas.
Estamos viviendo una época inédita, ciertamente confusa y excesivamente dinámica y mutante, emergen un sinnúmero de dinámicas, situaciones, fenómenos y otros que perfilan e impulsan transformaciones y cambios en muchos ámbitos, y especialmente en nuestras concepciones, replanteándose precisamente los parámetros a través de los cuales pensamos, tomamos decisiones y existimos, y donde los universitarios, especialmente los abogados, los politólogos y los criminólogos estamos obligados a opinar, a expresar, a proponer e intervenir en la procura de una mejor sociedad y país. La velocidad y voracidad de esos cambios y problemas no sólo nos dejan a veces perplejos sino nos están confrontando al exigirnos respuestas y soluciones que no pueden darse con los esquemas tradicionales, razón por la cual, sin estudios, sin actualización no podremos contribuir con un cumulo de problemas y retos planteados a nuestras carreras, disciplinas y profesionales.
Vivimos un mundo que se debate entre certezas e incertidumbres, y una avalancha de retos y desafíos que no tienen antecedentes con épocas anteriores, la rapidez e intensidad de los cambios nos dejan repito a veces perplejos, se quiebran los referentes, y por ende, los ciudadanos requerimos nuevos códigos, herramientas, esquemas y enfoques para interpretar la sociedad actual, y no sólo sobrevivir a las pandemias como el Covid 19 (SARS-CoV-2.), o nuevos virus como la viruela del mono, Omicron, XBB sino otros virus, como la corrupción, la trata de seres humanos, nuevas y sofisticadas esclavitudes, terrorismos variados, activismo judicial y punitivo, poderes ocultos que amenazan y enfrentan al Estado, nuevas xenofobias, la degradación de la condición humana en algunos de nuestros países y sociedades, entre otros fenómenos registrados.
Hemos expresado anteriormente en nuestra columna del diario El Nacional que la vida de hoy es más azarosa o arriesgada, además de mediatizada o influida a niveles inimaginables por nuevas adicciones como Netflix, Instagram, TikTok, Twitter, y en simultáneo, nos corresponde debatirnos entre certezas e incertidumbres permanentemente, tomar decisiones sean pequeñas o más relevantes, insisto en el mundo actual emergen nuevas preocupaciones a las que nos enfrentamos a diario y donde los patrones o esquemas que teníamos poco aportan a la hora de decidir en la contemporaneidad. La saga de libros y ensayos de un pensador de los kilates de Zygmunt Bauman y otros nos dan luces para interpretar los cambios epocales y la velocidad e intensidad de los mismos. Bauman nos habla de modernidad líquida, sociedad líquida o amor líquido para definir el actual momento de la historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos o épocas anteriores, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido o desdibujado. Y han dado paso a un mundo más precario, provisional, efímero, ansioso de novedades y, con frecuencia, hasta agotador.
Zygmunt Bauman en su Modernidad líquida es certero al señalar que “hoy hay una enorme cantidad de gente que quiere el cambio, que tiene ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para los demás, más hospitalario… y agrega … pero en la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que, entre sus intenciones, diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente”
Hemos dicho de manera muy responsable que uno de los aspectos actuales que producen grandes incertidumbres en los ciudadanos a escala planetaria, y más todavía, en nuestros países latinoamericanos (ni hablar de Venezuela) es la debilidad del Estado, la precariedad de las instituciones, la carencia de Estado de derecho, la ausencia de sólidos partidos políticos y liderazgos, de una clase política proba, sería, vanguardista y responsable ante sus ciudadanos, estos últimos en estado de orfandad total.
Nuestros egresados tienen la obligación de socorrer, aportar, contribuir a reducir las incertidumbres y pesadillas cotidianas de nuestros ciudadanos en un país que reclama volver a nacer o reedificarse. Los campos de estudio, los perfiles y exigencias a nuestras tres carreras y egresados (abogados, politólogos y criminólogos) son harto complejos. Por cierto que gracias a nuestros egresados logramos prácticamente la recuperación de los espacios de nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas y Criminológicas Núcleo Liria Universidad de Los Andes en Mérida, nos referimos a edificio de aulas, auditorios, baños, pasillos, bibliotecas, laboratorios y otros, nos corresponde involucrarnos a fondo en la revisión de nuestros pensum y mallas curriculares que deben estar en sintonía y concatenados no sólo con los cambios y exigencias que estamos registrando a escala planetaria sino incluso en nuestra América Latina y país.
Sin institucionalidad y sin legalidad nuestras sociedades están condenadas a la presencia de gobiernos personalistas, despóticos y lo que es peor, situaciones de precariedad jurídica y por ende reiteradas violaciones y menoscabo de los derechos fundamentales, paradójicamente en pleno siglo XXI algo insólito e incongruente con el avance que hemos logrado en términos de derechos, garantías e institucionalidad al menos en buena parte de Europa, a diferencia de algunos países de América Latina donde ciertamente la precariedad, el abuso y menoscabo son la norma no la excepción. Hay reformas procesales pendientes que deben tener asidero, sustento y la firme voluntad de avanzar y materializar buena parte del espíritu y derechos contenidos en nuestras constituciones y ordenamientos. Nuestras escuelas, postgrados y profesores estamos obligados reitero a impulsar esos debates, más allá de ciertos climas peregrinos o inclusos intolerantes o poco permeables a la necesaria critica de nuestras realidades. Los retos que tenemos como universidad, como facultad, como escuelas, como profesionales del Derecho, ciencia política y criminología son monumentales en estos tiempos de modernidad líquida y perplejidad.
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