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Mitomanía oficialista como estrategia de campaña 

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Maduro maquilla la crisis del país y oculta desesperadamente la suya.

Venezuela se convirtió en una especie de Isla de la Fantasía, donde cualquier escenario impensable se hace posible.

A lo largo y ancho del territorio nacional el candidato a la reelección por el oficialismo desarrolla una campaña digna de un análisis minucioso por sus características muy particulares, que dejan atónitos e impactados a los venezolanos.

Venezuela desde hace años se cae a pedazos en las manos de los revolucionarios. Las necesidades básicas de los ciudadanos aumentan dramática y desmedidamente bajo el modelo socialista, que finalmente impuso un cruel e inhumano control social, confiscando los derechos de los venezolanos como base de sustento a sus designios y postulados.

Detenciones, inhabilitaciones, compra de conciencias, manipulación de las instituciones, derroche de los recursos del Estado al servicio, gozo, uso y disfrute de las estructuras del partido de gobierno, dibujan un panorama electoral que resalta, más que el poderío del Estado, la debilidad de la candidatura del aspirante a la reelección del PSUV, sus aliados y asociados.

El análisis comparativo que la ciudadanía ha podido desarrollar observando las visitas a las regiones por parte de María Corina Machado y Nicolás Maduro han permitido mostrar con claridad y contundencia de qué lado está el pueblo venezolano.

La ostentosa, obscena y abusiva campaña oficialista no ha podido tapar la realidad. Las estrategias políticas inaceptables e incomprables por el electorado, por inconsistentes y surrealistas, potencian la oferta opositora, que promete básicamente el cambio de modelo, evidentemente prescrito por sus resultados, en un ambiente político gubernamental viciado que es imposible de sostener y soportar ante los altos, escandalosos e incontrolables niveles de corrupción y evidente e insuperable ineficiencia en la obligante generación de bienestar para los venezolanos, así como el fomento del progreso y desarrollo necesario de la nación.

La oferta opositora tutelada por María Corina Machado que promueve a Edmundo González a la Presidencia de la República ha permitido una conexión del país con la posibilidad cierta de desplazar al socialismo por la vía democrática  y electoral, camino que ha sido minado, obstaculizado y bombardeado por la revolución bolivariana sin haber logrado el objetivo de detener el sentimiento de unidad nacional que concita y capitaliza a más del 80% de la población, decidida a participar, cuidar y hacer valer los resultados, lo que garantiza un triunfo electoral imposible de secuestrar o vulnerar.

Con más de una década en el poder, el Sr. Maduro en cada presentación pública recibe reclamos en escenarios y ambientes reducidos con imágenes que muestran la impopularidad y el esfuerzo sobrehumano de sus equipos de tratar de movilizar contingentes de personas vulnerables o chantajeables que cada día que pasa son más reducidas.

Quienes no se han dado cuenta la campaña de Maduro ha comenzado a graficar con imágenes, videos, declaraciones, argumentos y su propia narrativa las condiciones precarias en que se encuentra el país y sus ciudadanos.

La mayoría de gobernaciones y alcaldías hoy en manos del oficialismo quedan desnudas y en evidencia de su incapacidad ante el país, con el anuncio permanente del actual presidente donde promete soluciones mágicas a los problemas que no han resuelto ni resolverá quienes ostentan el poder en los diferentes niveles de gobierno.

El candidato oficialista ha requerido la ayuda de líderes y funcionarios revolucionarios para apoyarse en el activismo, situación que tampoco le ha generado los resultados esperados, pues todos amagan en sus indeseables apariciones. Ninguno goza de liderazgo importante, caso contrario gozan de niveles de rechazo muy elevados, al ser catalogados como corresponsables de la destrucción y corrupción del país.

La lucha se libra en un principio básico, continuar en la situación que se vive o cambiarla. La respuesta está muy presente en cada venezolano que sufre, padece y subsiste. El régimen lo sabe y lo tiene cuantificado. De allí la preocupación y las actuaciones desmedidas, arbitrarias, ilegales e inconstitucionales que observamos ante su inminente derrota electoral.

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