La miseria humana resulta, desde luego, incompatible con los avances que en materia de derechos humanos hemos venido observando a nivel mundial. En este orden, ha sido respetuoso y progresivo el tratamiento que se le ha dado a esta materia, y evidente el reconocimiento que las legislaciones modernas han dado en áreas de defensa, promoción y protección de los derechos humanos, de allí que se hable de personas con discapacidad, violencia de género, adultos mayores, libertad sexual, transgénero, en fin, de la pronunciada tendencia a procurar la eliminación o reducción al mínimo de la discriminación, con un marcado respeto por la dignidad humana y en el entendido de que cualquier diferencia o condición debe ser considerado un valor y nunca un defecto.
Viene al caso este introito por la vergüenza y el desencanto que han generado las infelices declaraciones del alcalde de El Tigre (Anzoátegui), Ernesto Paraqueima, desembuchadas cuando se enteró de que un mural, en dicha localidad, fue hecho por niños dentro del espectro autista (Asperger). El inefable funcionario lo llamó “horrible”, “espantoso” y “horroroso” y preguntó si “lo habían pintado con las patas”. Luego “lo mandó a quitar”.
Paraqueima ignora el contenido del artículo 61 constitucional, que obliga al respeto de la dignidad humana de las personas con discapacidad, y que en el mismo sentido vemos lo expresado en la recientemente aprobada y publicada Ley para las Personas con Discapacidad, cuyas normas son de orden público, prohíben la discriminación y obligan al respeto a los derechos humanos de las personas dentro del espectro autista.
Seguidamente reproduzco la atinada y sentida opinión de mi apreciado amigo, doctor Gonzalo Himiob, cuyo contenido suscribo y avalo a plenitud:
“…no solo desconoce las leyes, además muestra una profunda ignorancia sobre lo que es el TEA y sobre los retos que enfrentan los niños dentro de tal condición. No tiene ni idea. Como padre de un niño dentro del espectro autista, alzo mi voz por él y por los pequeños que, con toda seguridad, dieron lo mejor de sí mismos e hicieron un gran esfuerzo para pintar ese HERMOSÍSIMO mural. Y lo hago porque es mi derecho como padre y como ciudadano y además, porque, léalo bien alcalde, mucho peor que ‘pintar con las patas’ es ‘gobernar con las patas”.
Aludir o remedar a una condición física o trastorno de cualquier persona; referirse a cualquier padecimiento o limitación, su condición o a su orientación de cualquier naturaleza, resulta reprochable desde todo punto de vista, habida cuenta de que quien profiere el insulto o se burla, es supuestamente un funcionario electo para atender las necesidades de la comunidad que lo eligió.
Ignoro si Paraqueima es chavista o si milita en un partido “humanista”, lo cierto es que este hecho (las infames declaraciones) se suma al rosario de apariciones públicas con tono vulgar, y con evidente afán de figuración y propaganda personal.
Sorprende la inopia intelectual y el enanismo político de ciertos funcionarios, que al propio tiempo comporta un desprecio por la dignidad de las personas y un insulto a las instituciones democráticas. No conforme con los hechos, también maltratan con palabras. Vale señalar que, los psicólogos recurren a los términos de maduración o madurez y encuentran que ésta se produce en forma irregular y muchas veces independientemente de la edad. Unos maduran más pronto, otros más tardíamente y hay personas que se mantienen en un permanente estado de inmadurez.
Decía Fabio Quintiliano: “Cuando queremos vaciar un líquido en un frasco de boca pequeña, tenemos que actuar lentamente. Si actuamos precipitadamente el líquido se bota y el frasco no se llena”. Y agrega: “No se le puede dar instrucción, educación, formación a una persona que no tiene capacidad para adquirirla, que la adquisición no puede hacerse bruscamente sino por etapas, lentamente”.
Sin temor a equivocarnos, esta valiosa reflexión del pedagogo romano-español aplica también para aquéllos que quieren hacer de la política su oficio, pero que no han sabido entenderla a cabalidad, y por tanto se han servido de ella alegremente.
Todas las personas merecen respeto y consideración; otros no deben olvidar que del crimen o de los errores, muchas veces no se regresa, aunque haya arrepentimiento y se avergüencen lavándose las manos, porque, aunque quiten la mancha del delito o de la ofensa y ya no estén en esas manos criminosas o equivocadas, la mancha se habrá ido hasta la conciencia y allí el agua y el jabón no pueden penetrar.
Si se retractase u ofreciera disculpas públicas, el ofensor cuyas declaraciones dan origen a estas letras, ya no valdría de nada, pues como se dice: nemo auditur propriam turpitudinens alegans… (Nadie para defenderse puede alegar su propia torpeza).
Aunque siempre he procurado librarme del autoelogio, ello no impide afirmar con orgullo y satisfacción ante nuestros hijos y ante la sociedad donde cumplo mi rol, que mi vida está libre de procesos criminales y de estafas al fisco, y que, ante cualquier acto inhumano, represivo, discriminatorio o insultante a la dignidad de las personas, no puedo permanecer inmutable.
La miseria humana no va conmigo.