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Miseria, violencia y promesas

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Se mueve la región. ¿O convulsiona?

Ecuador es un breve respiro en esta lucha política por impedir que la miseria venezolana y el desastre argentino coincidan dentro de pocos días en el Perú y generen definitivamente un acabose mayor en un continente que se queda sin oxígeno por cuenta del covid-19. Lima, pues, es el próximo episodio.

Miseria venezolana y tragedia apureña

Venezuela ocupa el primer lugar de los países más miserables del mundo, según el Índice Anual de Miseria, una escala ideada por Steve H. Hanke, un profesor de la Universidad John Hopkins que en 2020 analizó 165 países. Venezuela encabeza el grupo de Zimbabue, Sudán, Líbano, Surinam, Libia, Argentina, Irán, Angola y Madagascar. El top ten.

Mientras discutimos ese poco honroso título que engloba desempleo, inflación y préstamos bancarios, soldados patriotas caen sacrificados en el Alto Apure, en una narcoguerra en permanente riesgo de trasvasarse a territorio colombiano, con militares rusos y aviones de guerra chinos incluidos. Este desborde puede darse accidentalmente o por un plan que podría disimular la lista de míster Hanke y entrar a una zona gris, a un estado de guerra híbrida que cambie las perspectivas. Se puede cambiar la perspectiva con el apoyo de la tecnología cibernética china, recientemente fortalecida desde Cantv, pero no se podrá cambiar la realidad como la de balseros venezolanos naufragados en el golfo de Paria cuando huyen de la miseria Maduro-Hanke y la de cerca de 6 millones de venezolanos desperdigados e implorando comida, techo, salud y seguridad. Siempre volvemos a lo mismo. Un modelo absolutamente fracasado, mal timoneado por una camarilla que ya ha sido juzgada y condenada.

Las expectativas del Perú

En el mapa regional se desarrolla un nuevo movimiento en este juego peligroso. El Perú es la próxima escala de un macabro experimento que concentra las insatisfacciones producidas por clases dirigentes avinagradas, corruptas e incapaces de administrar estos países con equidad y justicia. Pedro Castillo, candidato izquierdista lo ha planteado claro: la próxima segunda vuelta “… será una competencia entre ricos y pobres, entre la opulencia y el mendigo Lázaro, una lucha entre el patrón y el peón, entre el amo y el esclavo”. La clásica lucha de clases marxista que en 100 años solo ha dejado desolación y dolor. Castillo, un maestro y dirigente gremial propone los conocidos ingredientes del coctel del desastre: una Asamblea Constituyente para crear una nueva carta magna que le permita eternizarse en el poder;  una ley que regule a los medios de comunicación y le facilite el control de los mismos y la censura; reconformar una Corte Suprema elegida por el pueblo, es decir, crear una corte de bolsillo; la nacionalización de los recursos estratégicos ¿nacionalizará las inversiones mineras del Partido Comunista chino?; abandonar la OEA e intentar resucitar Unasur. Es decir, un Estado socialista al estilo cubano o venezolano, aunque como lo dice el mismo candidato, sin discurso de género, sin matrimonio igualitario y sin aborto. El mariateguista de sombrero cajamarquino y lápiz gramsciano en la mano, recibió el aplauso del seudo inca cocalero Evo Morales, quien con sus deterioradas bases políticas masistas ha declarado: “Hemos perdido en Ecuador, pero ganamos en Perú. Castillo es del mismo linaje (…)”.

 Lucha continental sin relevo

Un grave problema es que nunca generamos una dirigencia de relevo capacitada y nos hemos conformado con unos revoltosos alienados, que vienen resultando peores que las mencionadas élites tradicionales. Lo dice Vargas Llosa con referencia al proceso electoral peruano, aunque se aplica a toda la región: habrá que elegir el menor de dos males.

La ira social, la radicalización política están a flor de piel y la violencia narcorrevolucionaria en crecimiento. El ELN, la banda criminal más peligrosa del continente, de origen colombiano pero nacionalizada venezolana, aumenta su presencia en las fronteras con Ecuador, Perú y Panamá, mientras, según se denuncia en Washington, protege los cargamentos chinos de oro y coltán de que salen del Arco Minero del Orinoco rumbo a las pistas clandestinas del Alto Apure y desde allí vuelan, con escala en Nicaragua, rumbo a la legalización.

Pekín, Moscú y Teherán, se deben estar frotando las manos cada cual por su lado y a ratos en gavilla, mirando de reojo a Washington.

Se mueve la región. O convulsiona.

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