Tenía un montón de amigos nicaragüenses. Ahora parece que ya no son nicaragüenses; y todo por obra y gracia de Daniel Ortega. ¿Se creerá Dios? Pobrecito.
Debe estar desesperado o medio loco o loco y medio. Cosas que pasan con el poder y más si se es un usurpador, como es el caso.
Son muchos mis amigos nicaragüenses. Por citar a alguno hoy de los desnacionalizados – qué ridículo- están Pedro Joaquín, Cristiana y Carlos Fernando Chamorro Barrios. Creo que Claudia Chamorro Barrios se salvó. Vive en Estados Unidos, de tiempo atrás. Los conozco desde hace unos 40 años. Conocí a su padre primero, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en el 76 o el 77. Demócrata y corajudo, echaba para adelante siempre; hasta la muerte, como se sabe. A Violeta Barrios de Chamorro la conocí ya viuda, en Canadá en 1979, estaba con su hijo Pedro Joaquín. Suave, elegante, valiente y muy lúcida; dulce, pero firme como un roble. Me distinguió con su amistad. Unos años después conocí a todos los muchachos. En su casa, en Managua. Un domingo en que Violeta me invitó a almorzar. Me ubicó en la cabecera. En el lugar del mártir (y no tengo una fotografía, ¡qué pena!; eran otras épocas, no había celulares). Sentados a uno de los lados, los sandinistas Claudia (diplomática y jerarca del gobierno sandinista) y Carlos Fernando (creo ya director de Barricada, el diario del FSLN) del otro; Pedro Joaquín, director de La Prensa, crítico y opositor y Cristiana, una militante y activista contra lo que había y se venía.
“Los domingos se reúne la familia y no se habla de política”, me aclaró la entonces futura presidenta democrática de Nicaragua.
También conocí a Daniel Ortega, nicaragüense, el que administra la nacionalidad de sus coterráneos. Eso es lo que él cree, je, je . No lo cuento entre los amigos.
Fue en 1985, en Montevideo. Lo entrevistamos en un programa de TV que co-conducía. No me impresionó; ni fu ni fa. ¡Mirá a lo que llegó! Pobre desgraciado. En la ocasión acordamos una futura entrevista para publicar en algunos medios del continente en los que yo colaboraba. Viajé a Managua. La entrevista no se concretó: Ortega tuvo que ir a Moscú a los funerales de no recuerdo que “pope” de la URSS. Terminé entrevistando al presidente en ejercicio, el vicepresidente, revolucionario y escritor Sergio Ramírez Mercado.
Me interesaba también entrevistar a Tomas Borge, uno de los más notorios sandinistas. Fue cuando conocí a Rosario Murillo, bien asquerosa ella. Me quería cobrar 70 dólares (mucha plata, en esos días en Nicaragua) para darme el “carnet” sin el cual no podía realizar tareas periodísticas, aunque ya había entrevistado al presidente. Se lo conté a Violeta. Esta levantó el teléfono: “Tomasito, aquí hay un periodista amigo mío que quiere entrevistarte. Sí, puede ir ya. No es necesario, va en mi auto”. Entrevisté a Borge y nunca más la vi a Rosario, salvo en fotografías, por suerte.
Por suerte, también murió el ruso, lo que me dio la oportunidad de conocer a Ramírez; brillante, coherente, de los que no se achican ni acomodan el cuerpo. Un hombre que amaba la democracia y amaba a su patria. Las sigue amando. Se mostraba tan feliz y muy esperanzado porque su Nicaragua ya era libre.
“He luchado y lucharé siempre por ello”, me dijo el entonces presidente en ejercicio. Lo ha cumplido y lo viene cumpliendo. Y ahora le quitan la nacionalidad. Menos mal que Ortega no le prohibió pensar.
Hicimos una buena relación con Sergio. Hasta fui a comer la sopa de mondongo a Masaya, su tierra, que él me recomendó. En 2003, ambos presentamos el libro de Claudia Chamorro Barrios, en el que esta narra la tragedia de su hijo Tolentino (Tiempo de vivir). Te estremece. Recuerdo a Carlos Mejía Godoy cantando esa canción tan dulce, dulce como Violeta: “Ay, Nicaragua, nicaragüita”.
Y estaba allí Edmundo Jarquín, esposo de Claudia. Otro gran amigo. Años antes, también en Managua, con los expresidentes Rodrigo Carazo (Costa Rica) y Carlos Andrés Pérez (Venezuela) presentamos su libro Pedro Joaquín ¡juega!, sobre Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, de quien Jarquín fue su secretario y mano derecha. “Mundo”, así le llaman sus amigos, fue revolucionario antisomocista y durante los primeros tiempos del sandinismo fue ministro, embajador y diputado y ya contra Ortega candidato presidencial (difícil ganarle al fraude). Escritor, periodista, profesor, alto funcionario del BID y un charlista único.
Daniel y Rosario son la vergüenza de Nicaragua. Él, además, pretende restarle brillo a quienes enaltecen a ese país. Les ha quitado la nacionalidad a más de doscientos. Iluso; ¿quién se cree que es este dictadorzuelo? Un reverendo imbécil. Da pena, como también la dan algunos presidentes que callan o lo apoyan. Muy ordinarios estos, pero jefes de Estado de los más grandes países del continente. Inquietante, ¿no?