Abordar los procesos de transformación de los usos y las costumbres de los habitantes originarios de Venezuela, antes del contacto con la cultura europea primero, y con la africana después, supone clarificar que constituían en ese momento una diversidad de organizaciones sociales, profundamente diferenciadas y hasta enfrentadas entre ellas.
Así lo establece el antropólogo Emanuele Amodio en su libro Relaciones interétnicas e identidades indígenas en Venezuela (Archivo General de la Nación-Centro Nacional de Historia, 2011) donde señala que una de las características que definía a la región caribeña era la coexistencia de elementos culturales muy diferentes y de variado origen. Advierte este autor que, de cualquier manera, esta multiplicidad cultural tenía raíces todavía más antiguas.
Asegura Amodio que no siempre esta multiplicidad cultural que generaba los conflictos, fue aceptada por los estudiosos de las ciencias sociales, quienes en su afán de delimitar grandes áreas socio culturales en América del Sur y Central, vieron en las poblaciones del Caribe y Tierra Firme una homogeneidad cultural que caracterizaba toda esa región.
También el autor se refiere a la macrodivisón aceptada por largo tiempo entre dos complejos culturales: arawacos y caribes. “La división en dos áreas culturales se define por oposición: por un lado estarían los ´tranquilos´ arawacos y por el otro los ´agresivos´ caribes”.
Amodio parte de estas consideraciones a fin de aportar datos que conduzcan a la reconstrucción del panorama indígena del Caribe prehispánico, la mayoría de ellos proveniente de cronistas para el momento de la llegada de los españoles, refiriéndose a las realidades sociales y culturales entre pueblos aborígenes diferentes y enfatizando además en la existencia de una dinámica actividad comercial.
Por su parte, el cultor e investigador Juan de Dios Martínez hace una diferenciación entre danza étnica, que se origina en América, y danza tradicional, que constituyen un legado americano, europeo o africano. En su ensayo Las danzas étnicas y tradicionales (Instituto Superior de Danza, 1995) presentado en las Primeras Jornadas de Reflexión sobre la Danza Tradicional Popular realizadas en Caracas, afirmó que los europeos y africanos al llegar a América realizaban sus cantos y danzas en sus momentos de recreación, y que estos últimos fueron obligados a corto plazo a interactuar entre los varios grupos étnicos. Esa síntesis, explicó Martínez, “los conducirá a definir un perfil cultural con sus implicaciones y determinismos locales, partiendo de lo que les era común, orientados por las búsquedas individuales y por los influjos que recibieron en la aldea o el reino de donde fueron extraídos de África”. Es acá, en cada instancia, dentro del contexto colectivo, donde se va a concretar el perfil afroamericano.
La antropóloga, bailarina y coreóloga Gladys Alemán en su ensayo Bailes de Venezuela “Fundación Bigott, 1998), distingue entre los afro venezolanos y los folklóricos. Los primeros, surgieron a partir del contacto con la cultura europea y se conformaron con elementos de carácter religioso cristiano, interrelacionados con elementos culturales del continente africano.
Alemán señala tres etapas en el proceso intercultural, manifestado en los cantos, instrumentos musicales y bailes de los grupos afrovenezolanos. La primera de ellas se refiere a la llegada de africanos a Venezuela, hecho que se produce durante los años de conquista y colonización, entre los siglos XVI y XVIII. Una segunda etapa tiene lugar con el arribo de antillanos, en su mayoría procedentes de Trinidad, a las costas de Paria. La tercera, se produce debido a una creciente interculturización entre Curazao, Bonarie y otras islas cercanas, la cual dejó sellos culturales que se expresan en patrones musicales y bailables.
La otra caracterización de Alemán, el baile folklórico, se asocia a elementos europeos, africanos e indoamericanos, las tres ramas culturales que conforman el sistema sociocultural venezolano. “Se distingue este grupo por una aceleración del cambio de formas y modos de creación. Su variedad de estilos, movilidad geográfica, origen histórico y la extensa gama de sus instrumentos musicales, así como también literatura, cantos y movimientos, difieren sustancialmente en cada una de sus expresiones. No sucede lo mismo con el núcleo que las unifica, especialmente la razón por la cual se realizan, generalmente de orden religioso sincretizado con los elementos anímicos aportados por supervivencias culturales”.
La autora al analizar la organización coreográfica, destaca que los patrones de movimientos son susceptibles de cambio por su tendencia a modificaciones derivadas de factores externos, que aunque en algunos casos se observen rasgos aprendidos por la tradición, inciden en el comportamiento grupal o individual de los bailes, demostrando así un continuo proceso de mestizaje en la conformación de la tradición venezolana.
Ejemplifica Gladys Alemán los bailes folklóricos, mencionando la Danza de los Seises Sevillanos representada el día de Corpus Christi, cuyos orígenes ubica entre los años 1590 y 1660, para la cual se hacía una rigurosa selección entre jóvenes de la clase pudiente, quienes representaban un acto solemne en la nave principal de la iglesia para un público exclusivo. También se refiere a la contradanza, muy en boga hacia mediados del siglo XVIII, junto a minuetos y valses. “Estos bailes eran organizados por un maestro quien preparaba a las parejas que deseaban participar. Estas danzas de distintos orígenes europeos tomaron una personalidad americana al ser adaptadas y ejecutadas con instrumentos musicales, giros melódicos y patrones coreográficos propios de creadores, maestros y compositores de nuestra región”.
Alemán acentúa que los movimientos codificados de la danza poseen un extenso repertorio en todo el país, por ejemplo las muy difundidas danzas de cintas y algunas danzas de diablos. El joropo, como baile nacional, se caracteriza por su variabilidad, extensión, ritmos y riquezas en pasos y formas. Su dispersión abarca casi toda la geografía del país, destacando los estilos oriental, central y occidental.
Concluimos este acercamiento a las tres vertientes constitutivas de la cultura nacional a través de la danza tradicional popular, con una reflexión de Juan de Dios Martínez:
“Investigaciones realizadas en África, Europa y América nos permiten afirmar que las danzas tradicionales son legados que perviven en los tres continentes. Algunas de ellas, fusionadas o enriquecidas entre sí, presentan propuestas que se remontan a sus lejanos orígenes, enmarcadas dentro los contextos sociales de donde provienen compartiendo las vivencias del presente y postulando un futuro al servicio de todos”.