A contracorriente de lo que ha sido el año 2023 para buena parte de la economía venezolana, el sector de las telecomunicaciones ha tenido inversiones de cierta cuantía en la nación. Y decimos cierta cuantía, porque al estudiarse dentro de las magnitudes de lo que es el tamaño de nuestra economía, cuando se observan inversiones en un bracket entre los 50 a 250 millones de dólares, sin duda el número realza entre tantas cifras pigmeas.

Falta por ver si esas inversiones se traducirán en rentabilidad para las compañías del sector telecomunicaciones. Extraoficialmente, al menos algunas de las compañías de telefonía celular estarían cerrando el número en números verdes, y algunas incluso recuperando parte del terreno perdido en cuanto al número de clientes que tenían en su portafolio. Más retador se ve el entorno para áreas como las de servicios de internet y las plataformas de televisión paga. Las compañías con servicio de internet han proliferado de forma considerable. Una mayor competencia tiende a reducir márgenes de ganancia y, por supuesto, queda la incógnita de si el mercado venezolano tiene suficiente tamaño para absorber toda esa oferta. Especialmente en el entorno empobrecido que se enfrenta.

En cuanto a las cableras y sistemas de televisión satelital, la existencia streaming y el surgimiento de sistemas “piratas” de provisión de tv por cable, basados fundamentalmente en Internet, constituyen aspectos desafiantes. Adicionalmente, la caída del poder adquisitivo ha traído consigo que algunos suscriptores se piensen dos veces antes de renovar sus servicios. O abandonan el contrato o deciden cambiar de plan, normalmente a uno más económico, lo cual afecta la rentabilidad de las compañías.

A nivel gubernamental, proyectar un sector de telecomunicaciones pujante parece ser una prioridad estratégica. No en balde se desarrolló recientemente FitelVen, la feria de las telecomunicaciones en el Poliedro de Caracas. Contra todo pronóstico, la feria sobrepasó las expectativas de sus asistentes. Al menos si se compara con eventos de este tipo que el gobierno ha venido realizando recientemente (se me vienen a la mente la Macrorrueda Binacional Venezuela-Colombia en el Hotel Tamanaco y la Feria de la Exportación con Turquía hecha en el mismo poliedro)  FitelVen estuvo mucho mejor organizada, contó con mayor logística y también con actores del sector privado más conocidos y con trayectoria dentro de Venezuela, lo cual es un elemento fundamental para su credibilidad.

Toda esta movida estratégica, sin embargo, no termina de zanjar puntos estructurales que son importantes. ¿Qué hay de la vida de los servicios básicos? De nada sirve tener red 5G activa si ciudades como Barquisimeto o Valencia pasan cinco horas diarias sin electricidad. No es que deba demeritarse los avances que se puedan dar en ciertas áreas del país, pero con total honestidad estimo que es altamente complejo tener evoluciones de importancia en el sector telecomunicaciones hasta tanto no se resuelvan elementos cruciales para la mínima funcionalidad del país. La electricidad y el agua, en este campo, se realzan como protagonistas. Y no hablemos de temas mucho más álgidos como el ámbito político y el Estado de Derecho. Aspectos estos en los cuales el consenso parece estar aún más lejano.

Tampoco es menor el hecho de que si en el futuro inmediato no se mejora el poder adquisitivo de los venezolanos, difícilmente esas inversiones que se están haciendo en el sector puedan recoger frutos. Pongamos las cosas en contexto: algunas de estas compañías tienen tickets promedios de venta y facturación per cápita entre los 3 a 5 dólares. Llevar esta cifra al doble, es decir, al bracket de los 6 a 10 dólares es todo un desafío. Podrá parecer poca cosa para el lector, pero así están las cosas en esta Venezuela, en la que 3 o 5 dólares marcan la diferencia en el ingreso de una familia. Al menos de las mayorías que imperiosamente deben salir del círculo de pobreza.

Ello requerirá tiempo y mayor apertura. Una apertura que traiga consigo un mercado no sólo más libre, sino dotado de otro marco institucional. Algo que no sólo se logra con propaganda sino con acciones concretas. Por ahora la agenda electoral empieza a ganar más tracción de cara al año 2024. Nos hace pensar que las elecciones se priorizarán en el plano táctico y otros temas más profundos, como los que acabamos de mencionar, quedarán relegados. Quién sabe hasta cuándo.


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