OPINIÓN

Milei y el Estado mínimo

por Juan Carlos Pérez-Toribio Juan Carlos Pérez-Toribio

Foto EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

Al siempre recordado Prof. Ángel Cappelletti

Tras el duradero dominio de gobiernos socialdemócratas e intervencionistas, una parte de nuestro mundo parece apostar nuevamente por sistemas de gobierno liberales,  más radicales incluso que los vividos en la década de los noventa, tildados de neoliberales; unas formas de gobierno contrarias a las  democracias delegativas (como tildó O’Donnell a aquellas en que los líderes electos abusaban de su legitimidad democrática), la partidocracia y  la iniquidad de las élites políticas. El ciudadano común se ha convencido ya de que el colectivismo que tanto se predica, el de una sociedad sin clases ni Estado, no es posible sin una etapa previa  empobrecedora (llámese oclocracia, dictadura de las mayorías o a del proletariado) que no está dispuesto a padecer –o, en algunos casos, a seguir padeciendo– y se decanta más bien por un sistema fundamentado en la libertad del individuo, la  reducción del Estado a su mínima expresión, sin perturbar ni influir en la iniciativa privada y el mercado. De esta manera, no son las ideas de Proudhon o Bakunin (ni siquiera aquellas de la revolución permanente, que propugnaba Trotsky), las que se han ido imponiendo en una parte de nuestra América, sino las del poco comprendido anarco individualismo o el anarcocapitalismo. Podríamos llegar a decir que el actual presidente argentino es la expresión más clara de ese cansancio generalizado, el cual rechaza la manida etiqueta de “populismo” (la sempiterna “demagogia” para los antiguos griegos) y la vetusta e interesada calificación de derechas e izquierdas, como categorías a superar e inservibles para afrontar la vida diaria.

Cuando ese pensador alemán  cuasi inasible que fue  Max Stirner escribió El único y su propiedad, dejó una obra en la que no sólo exponía una ontología revolucionaria (seguida posteriormente por pensadores como Nietzsche) sino también una proposición política donde el individuo y su realización se oponía a todos los constructos sociales (Estado, cultura, moralidad, religión, etc.) que habían creado una realidad postiza y atenazante. Digamos que sin proponérselo expresamente ha llegado a ser considerado uno de los precursores del anarco individualismo, junto a pensadores como Benjamím Tucker o Henry David Thoreau. Ya, en nuestra época, es al economista estadounidense Murray Rothbard, perteneciente a la escuela austriaca, como Von Mises y Hayeck, al que se le atribuye la creación de lo que él mismo llamó anarcocapitalismo. En sus obras, como La ética de la libertad o El manifiesto libertario expuso que todos los servicios que prestaba el Estado, al cual consideraba una organización criminal que robaba constante y persistentemente al ciudadano, podían ser prestados más eficientemente por individuos o empresas privadas. Defensor a ultranza de la libertad individual, paradójicamente, y como el actual presidente argentino, estaba contra algunas de sus manifestaciones, como el derecho al aborto o las migraciones, situándose a favor de la familia tradicional y la soberanía de las naciones, por lo que fue calificado como paleoconservador. Como Milei, llegó a considerar también que los Bancos centrales eran un verdadero fraude. Su filosofía se apega todavía a los derechos naturales y considera a éstos como otra forma de propiedad (algo similar a lo expuesto por Locke).

Sin embargo, fue el estadounidense Robert Nozick el que propugnó la necesidad de un Estado mínimo (pues uno con características extensas sería moralmente reprobable),  donde cada individuo puede decidir cómo vivir su propia vida, que no viola los derechos individuales y que funciona mediante lo que él llamó “principio de compensación”, una especie de mano invisible o Laissez faire. Contra la teoría de la justicia de Rawls esgrimió la historicidad de las pertenecías a través de una serie de leyes (“teoría de la intitulación”) que expuso en su icónica obra Anarquía, estado y utopía. Y contra el marxismo, corriente de pensamiento en la que militó en cierta época, el evidente choque de derechos particulares. “Nadie –dice– tiene el derecho a algo cuya realización requiere de ciertos usos de cosas y actividades  sobre las cuales otras personas tienen derechos y títulos”.

En fin, sirva este pequeño esbozo para situar las ideas que mueven al recién electo presidente de Argentina y cuyas acciones están llamando la atención del mundo entero.