Milei, Milei, Milei; quedé saturado.
Hace unas semanas me aventuré y escribí: “Si me apuran diría que Argentina va camino a perder lo poco que le queda del sistema democrático institucional y está al borde de caer en un neokirchnerismo”.
Néstor Kirchner primero tras el clamor de “que se vayan todos”, hace 20 años, y ahora Javier Milei -el libertario- con una “motosierra” para “acabar con la casta política”.
Más de lo mismo, solo cambia el Mesías que salvará a la Argentina. El que permite desahogar la bronca, y el hartazgo y además promete el milagro; de un día para otro. Resucitará a los muertos, hará caminar a los paralíticos, dolarizará la economía, hará desaparecer el Banco Central, terminará con la inflación y el déficit fiscal de un plumazo, los argentinos ganarán en dólares y pondrá fin a los “planeros”, los “piqueteros”, los cortes de ruta, las pedreas, y meterá preso a todos los “gordos” capos de la CGT la poderosa central sindical que nació con Perón; ¡ah!, y echará a los científicos, todos unos “ñoquis” que no sirven para nada. Así de rápido y sencillo.
Después de estar nueve días en Buenos Aires frente a la TV local, escuchando radios y leyendo todos los diarios, pienso que no me aventuré tanto. No sé si dos meses darán para desinflar a Milei. Él, por suerte, ayuda algo; vehemente maestro en efectos artificiales cuando deja de vociferar y le hacen alguna pregunta sobre el ¿cómo? hace agua, invoca al gran pensador argentino Juan Bautista Alberdi, que le queda muy grande; agrede e insulta y no deja hablar. Ahora dicen, él y sus asesores, que llevará su tiempo -el milagro no es inmediato como clama-, no menos de tres o cuatro años y hasta hablan de ocho, quince y veinte años. ¡Tanto tiempo tiene planificado quedarse este muchacho!
¿Liberal? “El mejor sistema educativo posible es uno donde cada argentino pague por sus servicios (con voucher). Eso es así . No es debatible”. Esto es lo que propone: ¡flor de liberal! Y así con todo. ¿Y lo del debate democrático, che? ¿Y la Constitución?, ¿y el Congreso?
Pero Milei siempre en primera plana y en los horarios centrales de la TV y radios. 9 de cada 10 comentaristas, para bien o para mal, se ocupan de él. Es el que fija la agenda: Milei, Milei, Milei.
A quién se parece: ¿a Fujimori o a Chávez? ¿A AMLO, el mexicano o a Bolsonaro? ¿A Correa, a Bukele o a Ortega? Tiene algo de todos.
Mucho de Trump. Este sostenía que los periodistas éramos unos vagos y unos idiotas. Lo escribió y lo explicó. Decía que necesitábamos titulares fáciles y llamativos y que él nos los daba; sin importarle si se usaban para ridiculizarlo, dejarlo mal o lo que sea. Titulares a granel y su nombre ocupaba las primeras planas, los informativos centrales, programas humorísticos y era el tema obligado de los analistas.
Lo que yo precisaba era que me conociera la nación, decía Trump; los periodistas titulaban con mis disparates sin darse cuenta de que eso que ellos consideraban disparates era lo que la gente quería oír y leer. Los periodistas me llevaron al poder y hoy lo que ellos más aman es odiar a Trump; lo dijo y lo repitió.
Lo que hizo Joseph McCarthy, lanzaba barbaridades y los medios lo levantaban, y así puso en marcha el macartismo.
Con Milei pasa algo parecido. Siempre presente. Y cuando un periodista lo critica o le hace una pregunta que le fastidia dice que ha sido “ensobrado” (recibió sobres con dinero).
Él es el dueño de la palabra y de la verdad y el que discrepa o lo interrumpe o es “ensobrado” o burro o mentiroso.
Decía Alberdi que la libertad de expresión es lo único que el pueblo no cede ni delega. Que eso es la libertad.
Se ve que a Milei se le pasó por alto ese capítulo ¡Si le quedara grande!
Solo faltan unas siete semanas para las elecciones, no sé si les dará el tiempo.