Nivel de gobernabilidad
El primer punto es realmente disruptivo. Nuestro país nunca había tenido un presidente outsider, un gobierno en extrema minoría en ambas cámaras y cuyos dirigentes, salvo muy raras excepciones, extremadamente novatos en la política. Este es un combo que los politólogos solíamos ver como de inestabilidad y débil gobernabilidad.
La diferencia en la actualidad es un gobierno que surge como expresión mayoritaria del rechazo a la política tradicional, en donde lo nuevo tiene mejor resistencia producto de los excesivos errores de lo ya conocido.
Ejecutar una política de ajuste severo como se prometió en campaña, con formas de desprecio no solo a la clase política en general sino a cualquier voz crítica, requiere de una legitimación divina de buenos y malos. Y el entendimiento y dominio de este juego encuentra a un Milei cómodo desde las redes sociales, lugar desde donde construyó mucho, fundamentalmente su acercamiento con la juventud desencantada.
De esta forma, el primer mandatario sigue manteniendo importantes niveles de apoyo (según CB Consultores es el segundo presidente con mejor imagen en Sudamérica – 54,7% – y un diferencial positivo favorable de 12%). Pero además este sacudón dejó perplejo al resto del sistema de partidos a tal punto que podemos hablar de la falta de liderazgos en la oposición. Dividida en dialoguistas o rupturistas, no logra salir de los problemas propios y ajenos. En parte por un fenómeno que muchos nunca creyeron que iba a llegar (y por eso la constante y tardía autocrítica) y otra parte por la difícil relación con la sociedad civil.
La oposición
Según La encuestadora Pulso Research, frente a la pregunta “¿a qué espacio votaría usted” las respuestas marcaron a La Libertad Avanza como líder, con el 34,8% de las preferencias. En segundo lugar, con el 22,8%, quedaron los que “no saben / no contestan”, y en tercero, los que elegirían al “peronismo kirchnerista”, con el 17%. Por su parte, el “peronismo o partido federal” llegaría al 8,5%, seguido por el PRO con el 6,8%. Luego, la Izquierda con el 5,7% de las preferencias y finalmente la UCR con el 4,4%.
Aquí una consideración. Más aún con el conflicto reciente por la entrega de alimentos, el gobierno toma como su interlocutor directo y desafiante al kirchnerismo centrado en las figuras de Cristina y dos dirigentes que al momento son los mejores posiciones para ser presidenciales: Grabois (que al lograr ser blanco de críticas también se instala en la opinión pública) y Axel Kicillof. Más abajo se encuentra el titular de la UCR, Martín Lousteau, que al momento recibe severas críticas de propios (lo ven cercano al kirchnerismo y no le perdonan en algunos casos haber sido Ministro de Economía de Cristina) y de ajenos, simplemente porque genera desconfianza. Es por eso que según algunos sondeos se ubica como uno de los dirigentes con peor imagen.
Por el lado del PRO, en la nueva interna entre Macri y Bullrich, busca levantar cabeza. El dilema del apoyo al gobierno está en que si le va bien a Milei estaría perdiendo gran parte de su base electoral. Pero también sabe que si no apoya está condenado a un fracaso. Es una posición de extrema dificultad cuyo único antídoto parecería ser el de aprovechar la falta de territorio de LLA y así copar las listas legislativas del 2025 y no perder terreno en las provincias y en el Congreso.
Sistema de partidos
Por último, ¿qué señales hay del sistema de partidos? Siguiendo la brillante definición de Andrés Malamud en X “En una sociedad polarizada, conquistar el centro es ganar; ser el centro es perder”.
Un oficialismo que mantiene su base de apoyo y legitimidad, a pesar del difícil momento económico del país, con un manejo exitoso de la opinión pública. Exitoso porque mantiene apoyo, con formas para muchos malas y antiliberales pero para otros distinta, lo que la hace atractiva y mantiene así la fidelidad.
Los partidos tradicionales tienen la encrucijada de que solos no se muestran competitivos pero, más que nada de lo que fue Juntos por el Cambio, es difícil volver a lo que se rompió. Con lo cual, todo parecería indicar que el centro principal de la disputa política estará monopolizado entre populistas de izquierda (Unión por la Patria) y de derecha (LLA) y quienes se quieran subir a cada unos de esos vagones. La tercera opción, como bien marcó Malamud se trata más de conquistar a ese electorado moderado pero en nombre de ninguna fuerza política, porque como viene mostrando las últimas elecciones, se termina diluyendo.
Nicolás Cereijo es docente en la UBA (Universidad de Buenos Aires) y en la UCALP (Universidad Católica de La Plata).
Artículo publicado en el diario La Prensa de Argentina