El fin del liberalismo ha sido augurado desde que empezó. Mientras los experimentos antiliberales se derrumban irremisiblemente, como el Muro de Berlín, y la socialdemocracia enseña grietas cada vez más visibles, y suscita rechazos cada vez más nítidos, los maître à penser de la izquierda nos juran por sus sacrosantos ideales progresistas que ahora, ahora sí, ahora sí que el liberalismo está realmente acabado. El caso de Javier Milei es ilustrativo de esta ofuscación, porque desde el primer día que entró como presidente de la nación argentina en la Casa Rosada de Buenos Aires, una y otra vez se nos viene asegurando que está en las últimas.
El diario El País le ha dedicado numerosos artículos, todos ellos negativos. Ha informado a sus lectores de que Milei ha entrado en «la etapa del desencanto», que «el modelo ya da muestras de agotamiento», y que se llenan las calles argentinas de manifestantes en su contra. Incluso editorializó diciendo: «A Milei le llega la hora de gobernar».
Sospecho que aquí sucede otra cosa, a saber, que Milei ha gobernado más o menos conforme a ideas liberales, y que no solo no está en las últimas, sino que ofrece algunos resultados positivos. Si a esto se suma la posibilidad de que dichos resultados vayan a mejor en el futuro, la alarma de los socialistas de todos los partidos se comprende perfectamente.
El ajuste fiscal en la Argentina ha permitido reducir apreciablemente la inflación, pero, como cabía esperar, ha desplomado la actividad económica, y esto no le está pasando todavía una factura política a Milei, pero lo puede hacer si no hay señales de recuperación antes de la próxima elección para renovar las cámaras en 2025.
La izquierda insiste en su retrato catastrofista de un Milei siniestro que le quita el dinero a los pobres para dárselo a los militares, porque es un neoliberal, un ultraliberal, un ultraderechista que no solamente recela de la justicia social, sino que quiere bajar los impuestos y respetar la propiedad privada de las personas. En eldiario.es el abogado de UGT y exdiputado socialista, Manuel de la Rocha Rubí, blandió el cochambroso argumento según el cual Milei y Ayuso (otro demonio para los progres) no son realmente liberales, porque apoyan la libertad «únicamente de los poderosos, del capital». Obviamente, tienen que estar ambos en las últimas. Pues, no.
Artículo publicado en el diario La Razón de España
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