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Milei a Pekín: nobleza obliga

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Lejos están los días en que Argentina era calificada como uno de los países más importantes del mundo. Pero a esta fecha el país de las pampas mantiene una relevancia de calibre en el concierto internacional. Tanto que desde Madrid hasta Moscú, muchas capitales siguen los pasos de su ultraderechista presidente para saber hacia dónde se dirigen sus tiros. El próximo tema que hará correr mucha tinta será la visita del presidente Javier Milei a Pekín, prevista para dentro de un par de semanas.

Nadie puede ignorar la importancia que la relación comercial histórica tiene para ambos países. El año pasado Argentina importó bienes chinos por 17.000 millones de dólares y colocó en su territorio productos por 8.000 millones, sumas, las 2, nada deleznables.  La balanza comercial de los argentinos con China es muy deficitaria, es cierto, pero hay otro guarismo que explica mejor la naturaleza de la relación actual entre los dos países. Una deuda vencida por 5.000 millones de dólares se encuentra hoy como telón de fondo de las relaciones bilaterales.

El caso es que hace pocos días desde Pekín notificaron a la Casa de la Moneda la concesión de una prórroga de los vencimientos de su deuda –que ya se encontraban en rojo– hasta mediados del año 2026. Pero la concesión tenía piquete: se esperaba a cambio la visita del mandatario chino en la capital del imperio asiático. Dentro de la agenda del ultraneoliberal presidente argentino resultó imperativo, pues, incluir la cita cumbre en Pekín.

Falta imaginarse cuál podrá ser el tenor de un encuentro de esta naturaleza. China tiene especial interés en mantener la calidad, volumen y la libertad de sus ventas. Nótese que el tema antidumping a los productos chinos está siendo muy vigilado por Pekín. Mientras, a Argentina le resulta imprescindible seguir disminuyendo su déficit comercial con los chinos. Milei debe intentar crear las condiciones para mejorar su posición comercial y poder exhibir un intercambio superavitario con China como hacen ya Chile, Brasil, Uruguay y Perú.

Un proyecto que ocupa especial importancia a los ojos de China y que será puesto en el tapete, es el de la reactivación de la represa de Santa Cruz, proyecto de un valor de 11.000 millones de dólares que permanece paralizado en Argentina, por distintos motivos, desde hace más de una década, pero con los fondos entregados del lado chino.

Así que toca ver las cosas en perspectiva. El escenario global no es el mismo hoy que cuando el país sureño exhibía cifras de inversiones externas y de comercio superavitario envidiables. La balanza se inclina más bien hacia el lado chino.

Pero después de la cumbre de los países del G7 en la que se condenó severamente a todo el que al igual que China “apoye materialmente la maquinaria de la guerra de Rusia” la comunidad internacional se encuentra en la situación de mirar con detenimiento cualquier acercamiento que algún país haga con el gigante asiático, soporte indudable del líder Vladimir Putin.

A Milei, en esta ocasión, no le estará dado mirar para los lados. Argentina no la tiene fácil con una deuda externa que supera el 90% del PIB y con plenos poderes concedidos al presidente para enderezar el rumbo nacional. China ha sido un gran aliado de Argentina para mantener a flote su economía tras la pandemia y tras las sequias que han asolado su agro.

En esta ocasión, frente a China, nobleza obliga. ¿Qué hará con tal compromiso el inefable Milei?

 

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