¿Cuántos venezolanos conocieron o han oído hablar de Miguel von Dangel (26/9/1946 – 25/7/2021)? Es difícil indicar una cifra en concreto pero es indudable que poco a poco, a medida que avanzan los años, el número de quienes conocieron su trabajo en el campo de nuestras artes plásticas se irá transformando. Es cierto que el paso del tiempo abre sus puertas a las nuevas figuras, mientras que aquellas que les preceden pasan, en gran medida, a un segundo plano. También es verdad que algunas de estas últimas mantendrán su presencia en una que otra institución museística, pero la mayoría de ellas subsistirán a la distancia, cual estrellas fugaces. En el caso de Miguel, amigo entrañable y artista venezolano del más alto nivel, creo que su predicamento será extenso y duradero, como el de varias de nuestras insignes figuras: Armando Reverón, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Marisol Escobar y José Antonio Ramos Sucre, entre otros. Estamos seguros que siempre habrá estudiosos y conocedores de nuestras artes plásticas que se encargaran de perpetuar su relevancia.
Debo al apoyo de un gran amigo, ya fallecido (Enrique Viloria Vera), la publicación de un libro de mi autoría sobre Miguel (Miguel von Dangel y el renacimiento de un arte latinoamericano) que fue auspiciado por la Cátedra Venezuela Ricardo Zuluaga del Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri de la Unimet. Se trata de un amplio trabajo, de 619 páginas, el cual escribí aquí en Caracas, entre marzo de 2006 y diciembre de 2008, y que al ser leído por Miguel por primera vez, antes de su publicación, sólo me pidió que suprimiera la escueta referencia que hice de dos personajes que no eran de su agrado. Hasta ese momento nuestro gran artista ignoraba mi labor “escriturar” acerca de su persona, la cual, justo es decirlo, se alimentó de varias notas suyas -acerca de él y su familia- que me obsequió sin imaginar que serían de gran ayuda para escribir mi libro sobre su relevante figura. Al inicio del libro dejé constancia del respaldo que tuve de muy queridos amigos (José Pulido, Nelson Garrido, Petruvska Siemne y Raúl Azuaje) en el proceso de publicación de mi trabajo. A continuación procederemos entonces a transcribir unos pocos extractos de mi extenso escrito en el que se pone de manifiesto la poderosa y singular personalidad de Miguel, así como la de sus ancestros.
Una historia que comienza en Prusia
No es posible escribir sobre la vida de este artista sin tomar en cuenta la de sus ancestros, tan llena de colorido y matices como el mejor de sus cuadros. Para empezar, cuenta la historia que el barón Félix Marceli descendiente, por el lado materno, de judíos convertidos al cristianismo. La misma fuente señala que, por la rama paterna, el primer Dangel que se recuerda, natural del reino de Prusia -antiguo estado del Norte de Alemania-, fue talabartero y fabricante de carruajes. Se caracterizó, además, por ser un hombre muy activo al que se le concedió rango aristocrático, aunque no se sabe con certeza si eso ocurrió bajo el reino de Federico II, el Grande (1712-1786). Como parte de una avanzada, este ascendiente emigró a Polonia y allí, circunstancialmente, fue buscado con premura para reparar el carruaje averiado del rey de dicho país. Trabajó entonces sin límite de tiempo y con precisión de relojero para asegurar que la máxima figura de la realeza continuara sin más contratiempos el viaje que había emprendido. El monarca no pasó por alto la oportuna actuación de su súbdito y manifestó su gratitud con sólida amistad que alcanzó su punto más alto cuando lo autorizó a utilizar el predicado “von” (“de”) como complemento del apellido Dangel, lo que equivalía a un título de hidalguía. Andando el tiempo este Dangel compró una hacienda que después aumentó en extensión. Se sabe que tuvo varios hijos y que uno de ellos, involucrado en los movimientos independentistas polacos frente a Rusia, fue detenido por fuerzas rusas y ejecutado vilmente, sin fórmula de juicio. Un descendiente de éste siguió sus pasos en el accionar por la misma causa y, posteriormente, con sus propios recursos equipó a los campesinos que trabajaban para él, y junto con ellos se incorporó a la Gran Armada de Napoleón Bonaparte (1769-1821). Para su desgracia y la de su familia, el quijotesco luchador sufrió la patética muerte “heroica” durante una de las tantas batallas de la época. Por los servicios prestados a la causa francesa, el emperador Bonaparte le confirmó el título de “barón”, con carácter hereditario. Bajo esta condición social fue educado el padre de Miguel, formándose como zoólogo y veterinario, y aprendiendo además varias lenguas. Llegó a hablar a la perfección los idiomas ruso, alemán, francés, español, inglés y polaco. Félix Marceli se casó muy joven con una aristócrata vinculada a la realeza alemana, quien murió tempranamente. Inmediatamente después contrajo segundas nupcias con una dama polaca y tuvo seis hijos con esta segunda esposa.
Y la historia continúa en Alemania
La joven Susanne era ciudadana alemana, hija de una familia de tres generaciones de pastores luteranos. La vida del último de la generación, el padre de Susanne, estuvo marcada por dos hechos trágicos. En primer lugar, la familia de tejedores a la que pertenecía, de muy escasos recursos, sólo estaba en condiciones de que uno de sus miembros fuera a la escuela, y la decisión que se adoptó favoreció al progenitor de Susanne. Como consecuencia de esa decisión, su hermano se quitó la vida al ser objeto de la burla de la comunidad, gente primitiva, tejedores del bosque de Franconia (…) Como es de suponerse, Susanne fue criada bajo las estrictas normas de la religiosidad luterana. A temprana edad se casó con un oficial del ejército alemán, que durante la Segunda Guerra Mundial estuvo destacado en el frente ruso (…) El hombre ostentaba para la época el grado de Capitán. El caso es que la pareja tuvo desavenencias desde un principio. Esa circunstancia y las ausencias –más bien abandonos- del marido, por largos períodos de tiempo, contribuyeron a enfriar las relaciones de manera definitiva. Los caprichos del destino también hicieron lo suyo: el militar se enamoró de otra mujer y poco después apareció la cuarta cara del drama, representada por aquel aristócrata polaco que venía huyendo del régimen comunista, impuesto a su patria, y del caos en que se encontraba sumergido su país. Aun cuando era un hombre que había perdido todas sus propiedades, todavía conservaba la gallardía, maneras y ascendencia de su condición de barón. Muchos años después su hijo artista (Miguel von Dangel) lo describió así:
Mi padre fue un hombre pletórico de vida, una criatura fabulosa, chispeante, exaltado, seductor, un hombre sensual y generoso. Tenía unas manos maravillosas, llenas de fuerza creadora, como una caja de magia, y una mente que no desmerecía ante ellas. Ese hombre increíble era de una versatilidad sin límites. Suscitaba una admiración que nunca parecía fatigar al hechizado. Y era desbordante, tormentoso, anárquico. Llevaba en sí un gran fuego de vida. Alto, imponente, distinguido, todo él respiraba elegancia.
Nos detenemos aquí, pero el próximo sábado 14 de mayo de este 2024 continuamos la segunda y última parte de nuestro artículo de hoy.
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