El jueves presencié a componentes de la fuerza armada y de las fuerzas policiales juntos en un acto en la redoma de Las Cinco Águilas Blancas de Mérida. La tranca que había en el único acceso a la ciudad me permitió ver y escuchar a un oficial comandando la parada compuesta por unas centenas de funcionarios que, desanimados, respondían al grito enérgico e intimidante de «¡Chávez vive!» con un débil y obligado «La patria sigue». El comandante repitió la consigna al menos cuatro veces, increpando con molestia a sus subordinados a responder con energía, lo que de seguro no sienten, ni comparten.

La verdad es que estoy de acuerdo con lo que los sectores castrenses exigen de sus componentes  y es que deben aceptar que su comandante eterno vive, aunque esté sembrado en el cuartel de la montaña. Cuando expreso que estoy de acuerdo es porque Chávez vive en cada venezolano que se acuesta sin comer, en cada familia que se dividió y fraccionó por la crisis económica que dio origen a la migración de millones de venezolanos. Vive en cada ciudadano que muere en un centro asistencial por la falta de insumos y escasez de personal. Vive en cada madre de familia que ve que la educación de sus hijos todos los días es de menor calidad y donde todos los beneficios alcanzados han sido suprimidos en casi su totalidad. Vive en cada funcionario cuyo salario le alcanza apenas para mal comer un par de días. Vive en cada campesino desasistido y empobrecido, en cada pequeño y mediano productor, hoy sin posibilidades de desarrollo y crecimiento; en cada venezolano despojado de sus unidades de producción, invadido o expropiado por  la revolución. Vive en cada empresario expropiado o arruinado por las políticas económicas fallidas. Vive en cada venezolano matraqueado por las fuerzas del orden público, matraqueado por la voracidad fiscal del socialismo. Vive en cada ciudadano que se le violan sus derechos fundamentales. Vive en cada venezolano que por circunstancias debe utilizar un registro, notaría o tribunal de la república donde se es víctima de un sistema pestilente, corrupto, que no genera confianza, mucho menos justicia y que el acceso a los mismos tiene costo extremadamente elevados distantes al ingreso que percibe la masa laboral del país y a la crisis institucional severa y degradante que asfixia a la sociedad venezolana. Vive en el asalto a los jubilados con el pago miserable de sus prestaciones sociales que tiran a pérdidas de 25 a 40 años de servicio a la nación. Vive en cada persona de la tercera edad que recibe el equivalente al precio de 1 kilo de queso como pensión mensual, vive en cada anciano que muere en una cola cobrando su miserable pensión o haciendo cola para surtir gasolina. Vive en cada cola que hay que hacer de días u horas para recibir el beneficio del combustible subsidiado, vive en cada venezolano que pierde sus electrodomésticos producto de la ineficiencia y deterioro del sistema eléctrico. Vive en cada propietario que pierde un inmueble por la inseguridad jurídica y leyes contrarias al derecho legítimo a la propiedad. Vive en la desaparición de los instrumentos de crédito que poseía la población para financiarse bienes y servicios a través de la banca privada. Vive en la caja CLAP que contiene alimentos de tercera, de muy mala calidad y que el régimen obliga a la población a consumirlo como un medio de subsistencia. Vive en las tarifas de los costos de los servicios públicos que tan solo alguno de ellos duplica y en otros casos cuadruplican el salario mínimo nacional. Vive en la afectación de las comunidades indígenas maltratadas, víctimas de asesinatos y desplazadas por las mafias que destrozan el medio ambiente, para satisfacer a empresas extranjeras que saquean las riquezas que son de todos los venezolanos. Vive en todos los medios de comunicación de prensa escrita que han cerrado sus puertas por falta de insumos o por la inquisición de Conatel, órgano al servicio del partido oficialista. Vive en cada profesor universitario o de cualquier nivel de la educación que ha sido llevado a la pobreza y en algunos casos a la indigencia. Vive en cada empleado público en situación de esclavitud y obligado a trabajar sin condiciones mínimas de sustento. Vive en cada venezolano que indignado observa cómo civiles y militares del régimen se enriquecen abruptamente y exhiben vidas ostentosas a costa de los recursos del Estado que deben ir dirigidos al bienestar de la población. Vive en los escándalos de corrupción ya imposibles de ocultar cuyo responsable es quien ejerce fallidamente el Ejecutivo Nacional. Vive en cada estudiante que debe abandonar sus estudios ante la imposibilidad económica de sus familias de apoyarles en sus sueños de alcanzar un nivel profesional y en la destrucción del sistema e infraestructura educativa. Vive en cada víctima de la guerrilla fomentada y tolerada por ellos en los estados fronterizos. Vive en cada venezolano asesinado, torturado o desterrado por defender la democracia y en cada preso político, víctima de los viciados cuerpos represivos del Estado y el viciado sistema de justicia siempre al servicio de la revolución prescrita como modelo de Estado, que prometió desarrollo, equidad, bienestar y progreso para el pueblo y solo lo logró para una minoría, la nueva boliburguesía chavista y madurista.

En resumidas cuentas, el difunto imaginariamente vive en la perversidad de las mentes retorcidas, alienadas y adoctrinadas, pero vive también en el hambre, la miseria y la destrucción del pueblo venezolano.

Mientras Chávez vive de la manera que les he expresado, Maduro sucumbe ante el desastre que ha generado año tras año. El sistema ha implosionado. Debido a la mala gestión de las empresas y recursos del Estado es evidente la pérdida inobjetable del respaldo popular.  Sectores oficialistas reaccionan ante la gravedad en que se encuentra el país y la inmoralidad que se apodera de todos los niveles de gobierno. La debilidad es de tales proporciones que continúa la militarización de la administración pública, el generalato con grandes agallas e indolencia controla el poder que debería estar en manos de civiles preparados y expertos en cada uno de las áreas y es el estamento militar el principal responsable del funcionamiento del Estado lo que los hace responsables del retroceso del país y de la continuidad del sufrimiento y agonía de los venezolanos, en tal estado de indefensión que comienzan a fundamentar una esperanza de cambio persiguiendo la unidad nacional y acompañando las definiciones políticas que se están dirimiendo en diferentes instancias del poder político nacional tradicional y emergente y a nivel internacional .

La revolución y sus tarifados aliados de oposición son ahora un pantano apestoso donde no existen posibilidades se cimentar bases de recomposición y recuperación de su oferta inicial y abre el camino para que la sociedad víctima del sistema imperante asuma el rol protagónico que le corresponde, tanto en el país como en el exterior. En este estado de descomposición solo queda espació en los altos cargos del gobierno para los carroñeros, el país fue saqueado y es imposible creer que quienes han sido permisivos y cómplices de este daño patrimonial no paguen por las atrocidades cometidas, la justicia los alcanzará. El país entró en una etapa en la que el régimen condicionante y practicante del control permanente de la población se deslindo de su fortaleza ideológica y hoy cuando los herederos del chavismo naufragan pretende revivir al que dicen que vive, según algunos, con una campaña mediática, enfermiza y absurda donde nuevamente promueven la imagen e historia del causante de la desgracia de los venezolanos para apuntalar al que sucumbe. Verdaderamente contradictorio pero beneficioso, porque permite al venezolano comparar quién fue más malo, si el patriarca de la revolución o el ungido al momento de su muerte. La conclusión final, el pueblo venezolano se equivocó con castigar con un militar al estamento político de la cuarta república y varias generaciones pagan el precio y son precisamente las víctimas de la revolución las que le corresponde poner todo lo que esté a su alcance para proveer de ánimo y sentido reivindicatorio a la sociedad venezolana que clama justicia y cambio. Maduro buchón en la mira de todo lo que le rodea, esta contra las cuerdas y tiene por delante la tarea de derrotar al 90% de la población en condiciones de precariedad por su única culpa. No es difícil entender que pretender mantenerse en el poder lo tiene cuesta arriba, aun mas, está imposibilitado de lograrlo. El cuento de una negociación futura ahora frente a un proceso electoral difícil de evadir y postergar y en condiciones de desventaja, lo obligan a él,  a perseguirla aunque parezca mentira y los opinadores de oficio tarifados expresen  lo contrario ante los medios de comunicación casi todos controlados por el régimen que manipula y engaña permanentemente.

La sala situacional de lo que queda del PSUV no logra medir con exactitud la magnitud del decrecimiento numérico de la posibilidad de la reelección de Maduro, los índices más exactos y los muestreos más convincentes son las despensas y refrigeradores de las familias venezolanas, los saldos de las cuentas de los empleados públicos y privados, el estado físico y mental de la población, entre otros; allí está la muestra del resultado que tendrán los destructores del país en el proceso electoral presidencial, aún no fijado pero previsto para el 2024, fecha que ante la gravedad de lo que pasa en el país, que vive su peor momento en toda la devastadora era socialista, podría anticiparse y hacerse general el proceso en todos los niveles de gobierno tocados la corrupción que hizo metástasis ante la inexistencia de una acción contralora que existe institucionalmente pero que forma parte de la complicidad de los poderes en favor del saqueo del país. Ah… Chávez también vive, en cada bolívar robado a la nación.

 


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