OPINIÓN

Miedo, ruina y silencio

por William Anseume William Anseume

Parte de la fórmula cubana que se aplica en Venezuela, con la única finalidad de permanecer en el poder, incluye esos tres factores enunciados en el título. El terrorismo de Estado se ha instaurado desde la llegada al poder del violento Hugo Chávez. Ya vemos cómo acrece en año de elecciones presidenciales. La sequía económica de todo aquello que parezca siquiera adversario es parte del cóctel. A lo que hay que sumar la mudez impuesta.

Infundir miedo terrorífico en la población ha incluido mensajes furibundos, asesinatos, persecución, exilio, prisión, tortura, amenazas de todo tipo, violencia política. Aquí pudiéramos incluir también la sujeción de la ciudadanía por el control social de la comida, del trabajo. Se pasean agentes trajeados de negro en inmensas camionetas de ese mismo fúnebre color, con armamentos largos en ciudades y campos. Dispuestos a todo, no sólo imaginariamente, visualmente. Miedo y dominación se confunden en el plan del régimen para someter.

La ruina empezó desde el ataque directo a la empresa privada, con las expropiaciones, la sequía de la industria petrolera y las empresas básicas. Pero se ha ido extendiendo hasta llegar a la anulación por impuestos y otras medidas contra pequeños comerciantes, estimulando el comercio informal. La idea de acrecentar los empleos públicos estuvo enmarcada en la desecación del trabajo, en la repartición de la miseria, para lo cual hasta bajaron los sueldos. Todo esto sin importarles temas cruciales como la salud y la educación. El motivo central es hacer que más ciudadanos dependan del Estado para aniquilarlos, arrancándoles los sueldos y la seguridad social. Sólo quienes dominan pueden tener y manejar a su antojo los recursos. Todos los recursos. Dejan en manos de los otros lo indispensable tal vez para la sobrevivencia. Aquí podemos incluir, sin dudas, la violencia contra la libertad de asociación. Las ONG significan circulación de dinero que escapa de las manos controladoras de quienes manejan el poder. Era mejor robarse, como han hecho los aportes de los afiliados a cajas de ahorros, sindicatos y gremios nacionales.

Por otro lado, callar a todos ha sido significativo. No usando nada más el miedo, sino impidiendo la circulación de prensa libre, de la radiodifusión libre. Marcan así, con la censura y la autocensura cualquier intento de de manifestación pública del pensamiento. No encuentran como ponerle el cascabel al gato de las redes sociales. Medio que permita algún «exceso» se cierra o corre el permanente riesgo del cierre. Callar a todos es el propósito. Esta fórmula se combina bien con el terror. Quienes salgan a manifestar a las calles resultan perseguidos, acosados o apresados, o eliminados. Esto incluye a partidos políticos y líderes políticos o gremiales, o sindicales, o sociales.

De este modo llegan a un año electoral sosteniendo, entre otros factores, sin duda, un estricto control sobre la mente de cada ciudadano paralizado por miedo, sobre las finanzas de cada ciudadano o empresa y sobre la divulgación de las ideas, del pensamiento. No han tenido compasión con nada ni nadie para cumplir sus fines, como ordena Maquiavelo. Quedarse en el poder a costa de todo, de lo que sea, de quienes sean. Desde luego, esto ha significado la mayor movilidad, el destierro de más de siete millones de personas que huyen despavoridas. Otros que se asustan, que escapan de la ruina y del silencio impuesto. ¿Difícil superar esto? Fácil no resulta. Ya vemos. Pero imposible tampoco. La historia lo demuestra. Seguimos en lucha contra el terror, la ruina y el silencio.