Desde el martes 13 de octubre, cuando me designó el presidente Guaidó como miembro del Comité Organizador de la Consulta Popular, he tenido infinidad de llamadas y mensajes. Apartando los insultos, que no fueron muchos, tres denominadores comunes: felicitarme, agradecerme y la inevitable pregunta: “¿no te da miedo?”…
Sí, claro que me da miedo. Estamos enfrentando a un régimen que quiere mantenerse como sea en el poder y hace lo que sea para lograrlo. Cualquier manifestación o acción de crítica es respondida con “tuntunes”, como dice el hombre del mazo. Y todos sabemos qué y cómo son esos “tuntunes”. También se meten con las familias, el punto más débil que tenemos. Su maldad es ilimitada y lo hacen saber por todos los medios. Y encima, tienen un TSJ y unos jueces que liberan a asesinos, como vimos recientemente en los casos de Fernando Albán y el capitán Acosta Arévalo.
Yo fui coordinadora de El Firmazo en Aragua. El rumor era que los Círculos Bolivarianos iban a entrar en la Cámara de Comercio, donde teníamos nuestro “cuartel general” y destrozarían las planillas. La primera noche me avisaron que estaban reuniéndose en la IV División Blindada del Ejército, para salir hacia donde estábamos nosotros. Ahí también sentí miedo. Entonces llamé al general Baduel y le pregunté si eso era verdad. Argüí que no tenían derecho a impedirnos un acto democrático que estipulaba la Constitución que había sido redactada, en aquel momento, a imagen y semejanza del movimiento chavista. Baduel me dijo con su voz grave: “Señora, no se preocupe. Haga su consulta, que nadie se lo va a impedir. Tiene mi palabra”. Y nadie nos boicoteó la recolección de firmas. Lo que sí pasó es que, en ruta hacia Caracas, “desaparecieron” 20.000 de las 120.000 firmas que habíamos recogido. Uno de nosotros, como Judas, había sido el traidor. Pero esa es otra historia.
El hecho es que hoy enfrentamos un nuevo desafío de llevar a cabo una consulta popular en tiempos de anarquía y represión. Pero tal vez esta sea la última carta que los demócratas venezolanos podamos jugarnos. Por eso es importante participar. Si usted es de los que creen que ya tuvimos una consulta y “que no pasó nada”, le respondo que las condiciones de 2020 son distintas a las de 2017: ahora tenemos un gobierno legítimo, reconocido por las democracias más sólidas e importantes del mundo. Este es un llamado de auxilio del pueblo venezolano. La peor diligencia es la que no se hace. No se pierde nada participando y se puede ganar mucho. Lo de 2017 no fue en vano: aquello trajo que hoy tengamos un presidente encargado y muchos países aplicando sanciones y persecuciones a los jerarcas del régimen. Aquello nadie se lo imaginó. Sopesando la experiencia anterior… ¿acaso no será altísimamente probable que sus efectos sean motores para por fin alcanzar la ansiada libertad en Venezuela?
¿Miedo? Sí, claro que hay miedo. Pero peor que el miedo es la desesperanza, porque la desesperanza paraliza. Eso es lo que quiere Maduro.
¿Miedo?… ¡Por supuesto! He pasado mi vida adulta predicando que no podemos esperar que otro haga la diligencia por nosotros. Ahora, una vez más, me tocó. Y les tocó a los valientes que me acompañan en esta consulta. Porque valiente no es quien no siente miedo. Valiente es quien, a pesar de sentir miedo, sigue adelante. Gracias Blanca Rosa Mármol de León, Enrique Colmenares Finol, Isabel Pereira Pizani, Horacio Medina, Estefanía Cervó y Rafael Punceles. Un honor estar con ustedes en este evento histórico y necesario.
@cjaimesb
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