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Mi verdad sobre el 4 de Febrero

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I

El reciente aniversario de la traición perpetrada por Hugo Chávez contra la Constitución Nacional y su propio juramento de soldado, ha servido, una vez más, para que personas interesadas en satisfacer egos personales aporten versiones distorsionadas de esos hechos. Tales distorsiones engañosas llevan a los venezolanos a plantearse preguntas que creo mi obligación responder. Lo haré en varios artículos: ¿Por qué el presidente Pérez, el ministro de la Defensa y el Alto Mando fueron sorprendidos  por el alzamiento militar? ¿Por qué el Palacio de Miraflores solo fue defendido por la Casa Militar, la Escolta Civil y un reducido número de soldados? ¿Por qué el presidente Pérez tuvo que arriesgar su vida para poder dirigirse a los venezolanos? ¿Por qué fracasó la insurrección? ¿Por qué Hugo Chávez se dirigió a las unidades alzadas sin haberse grabado previamente su mensaje? ¿Estuve yo comprometido con los oficiales insurrectos? Creo que al responder estas preguntas, de la manera más objetiva posible, podrán tener las futuras generaciones una visión más clara sobre tan repudiables hechos.

En la tarde del 3 de febrero de 1992 viajé a Maracaibo, en el avión asignado al ministro de la Defensa, con la finalidad de asistir a una reunión con el gobernador del estado Zulia, Oswaldo Álvarez Paz, para coordinar la participación de las Fuerzas Armadas en una campaña contra el cólera. Me acompañaron el doctor Lisandro Latuff, viceministro de Sanidad; el periodista Pastor Heydra, y mi ayudante, mayor Nelson Ávila Dávila. Regresamos a Caracas a las 7:00 pm. El coronel Marcelino Rincón Noriega, jefe del Estado Mayor de la Primera División de Infantería, me pidió el favor de permitirle viajar conmigo a Caracas. Al llegar a Maiquetía le ofrecí que me acompañara en el automóvil. Otro de mis ayudantes, el mayor Edgar Ramírez Moyeda, me informó que el general Freddy Maya Cardona, comandante de la Guardia Nacional, quería conversar conmigo. Al tomar el automóvil lo llamé. De inmediato, me informó que circulaba en Caracas un fuerte rumor  sobre un posible atentado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, organizado por un grupo de oficiales subalternos, a su regreso de Davos.

Me comuniqué con el general José de la Cruz Pineda, director de Inteligencia Militar, quien me ratificó la información recibida del general Maya. Le pregunté si había alertado a la Casa Militar y al Comando Regional Nº 5, responsable de la seguridad del aeropuerto de Maiquetía. Me respondió afirmativamente. Un poco más tranquilo continué hacia Caracas por la autopista. El tránsito era muy lento. Al acercarme al primer túnel interrogué a un guardia nacional, quien me informó que se había incendiado un automóvil dentro del túnel. Reflexioné unos minutos. Pensé que ese incendio podía tener relación con el rumor de un posible atentado. Ordené a mi conductor regresar al aeropuerto con la intención de esperar al presidente Pérez. Sin embargo, antes de llegar, decidí desviarme al comando del Destacamento Nº 53 de la Guardia Nacional para requerir una escolta. Desde que recibí el cargo, nunca la había utilizado. El teniente coronel Marcos Ferreira Torres, comandante de la Unidad, me recibió en su oficina. Ya conocía la novedad. Me facilitó la escolta requerida.

Al salir de la oficina del teniente coronel Ferreira me esperaba Pastor Heydra. Su vehículo se encontraba detrás del mío en la autopista y sorprendido por mi retorno, decidió seguirme. Le expliqué lo del rumor y le pedí que llevara en su vehículo al coronel Rincón hasta Caracas. En la rampa 4 encontré al coronel Rafael Hung Díaz, subjefe de la Casa Militar. Me informó sobre las medidas de seguridad establecidas para reforzar la seguridad del presidente Pérez. A las 9:30 pm llegó el doctor Virgilio Ávila Vivas, ministro del Interior, a quien correspondía recibir al presidente de la República. Le informé del rumor existente. A la 10:00 pm llegó el presidente Pérez. Al notar mi presencia se mostró preocupado y me preguntó el motivo para estar esperándolo. Interesado en abandonar con rapidez la pista de aterrizaje, le respondí que se lo comunicaría en el automóvil. Una vez dentro del vehículo, nos acompañaba el doctor Ávila Vivas, le manifesté: “Presidente, toda la tarde ha circulado un rumor sobre un posible atentado a su persona realizado por un grupos de oficiales subalternos a su llegada de Davos”.

El presidente Pérez, visiblemente molesto, me respondió: “Rumores y más rumores. Esos rumores son los que le hacen daño al gobierno. Lo espero mañana a las 7:00 am para iniciar una investigación”. Sorprendido por su actitud le respondí. “Allí estaré, presidente”. Guardé silencio durante todo el viaje. En pocos minutos llegamos a La Casona. Me despedí, tomé mi automóvil y llegué a la residencia ministerial. Eran aproximadamente las 11:00 pm. Me esperaba mi esposa para cenar. Lo hicimos y nos estábamos preparando para dormir cuando sonó con insistencia el teléfono interministerial. Al tomarlo, escuché la voz de Pastor Heydra: «Ministro, el coronel Rincón desea hablarle con urgencia”. El coronel Rincón me dijo: “Mi general, llamé por teléfono a mi señora a Fuerte Mara para participarle que había llegado bien a Caracas. Ella me acaba de informar que una compañía del batallón Aramendi se insurreccionó y se dirige hacia Maracaibo”. Muy sorprendido, le di las gracias y cerré el teléfono. La noticia me hizo ver que los rumores eran parte de una insurrección militar.

De inmediato llamé a La Casona para informarle al presidente Pérez. Me atendió el centralista. Esperé que lo localizara. A los pocos minutos me informó que el presidente Pérez no respondía. Le insistí en la urgencia de despertarlo. Al mismo tiempo, me comuniqué, por el intercomunicador, con el batallón Caracas con la finalidad de alertar a su comandante. Me respondió el coronel Roberto Moreán Umanés, comandante del Cuartel General del Ministerio de la Defensa. Le pregunté la razón por la cual se encontraba a esa hora en su Comando. Me explicó que el general Pedro Rangel Rojas, comandante del Ejército, había establecido un estado de alerta en la tarde de ese día. Extrañado por no conocer esa decisión, le ordené aplicar el Plan de Defensa Inmediata de la sede del Ministerio de la Defensa. En ese momento escuché la voz de Carolina Pérez. Le expliqué lo que ocurría. Con rapidez despertó a su padre. El presidente Pérez tomó el teléfono. Le informé del alzamiento en Fuerte Mara. De inmediato me ordenó: “Salga usted hacia el Ministerio de la Defensa, que yo me trasladaré a Miraflores”.

¿Por qué el presidente Carlos Andrés Pérez, el ministro de la Defensa y el Alto Mando fueron sorprendidos  por el alzamiento militar? El capitán René Gimón Alvarez, oficial de planta de la Academia Militar, tenía la misión, establecida en la orden de operaciones Ezequiel Zamora, de insurreccionar el batallón de cadetes y detener a los oficiales no comprometidos, entre ellos al general Manuel Delgado Gainza, director de dicho instituto. Este hecho lo angustió profundamente. Un mes antes había iniciado amores con su hija. A las 10:30 am de ese día 3, decidió sincerarse con el general Delgado: “Mi general, esta noche un grupo de oficiales intentarán impedir la entrada al país del presidente de la República y tratarán de alzar varias unidades en Fuerte Tiuna. El movimiento debe ocurrir esta noche a las 10:00 pm”. El general Delgado, sorprendido por la información recibida, llamó de inmediato al general Pedro Rangel Rojas, comandante del Ejército, planteándole la necesidad urgente de transmitirle una novedad. El general Rangel lo invitó a trasladarse a su comando.

El general Rangel recibió al general Delgado a las 12:30 pm. Este le comunicó la información. Su respuesta fue: “Deseo, antes de tomar cualquier medida, hablar con el capitán Gimón Álvarez. Le agradezco ordenarle que se presente en mi comando”. A pesar de lo delicado de la información, el general Rangel hizo esperar al general Delgado y al capitán Gimón hasta las 3:00 pm, por encontrarse recibiendo cuenta del general Moisés Orozco, director de Finanzas. El general Reinaldo Valero Rivas, director de Inteligencia, al conocer  la información, le recomendó al general Rangel enviar un radiograma circular a todas las unidades del Ejército para establecer un estado de alerta.(1) El general Rangel no aceptó dicha recomendación y decidió ordenar el acuartelamiento exclusivamente al comando de la Tercera División de Infantería y a sus unidades acantonadas en Fuerte Tiuna. La actuación del general Rangel no tiene explicación.(2) Las medidas que tomó no fueron suficientes para enfrentar tan vasta conspiración. Tampoco comunicó la información recibida al ministro de la Defensa ni al vicealmirante Elías Daniels, Inspector General de las Fuerzas Armadas. (3) De haberlo hecho, se hubiera ordenado un acuartelamiento de todas las Fuerzas Armadas, lo cual hubiera limitado totalmente las posibilidades de que ocurriera el alzamiento. Continuará…

1.- Valero Rivas Reinaldo, informe relacionado con los hechos ocurridos los días 3 y de febrero de 1992. Caracas, 19 de febrero de 1992.

2.- Jiménez Sánchez, Iván Darío, Los golpes de Estado desde Castro hasta Caldera, Corporación Marca, Caracas, 1996, p 207.

3.- Daniels Elías, entrevista, Caracas, 13 de marzo de 2006.

 

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