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Mi silencio

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La vida te da siempre dos opciones: la fácil y la difícil. Cuando dudes, elige siempre la difícil, porque así siempre estarás seguro de que no ha sido la comodidad la que ha elegido por ti.

Al final, he llegado a la conclusión de que los políticos son hombres como los demás. En el fondo, las cualidades que verdaderamente cuentan son las humanas.

Soy un hombre absolutamente incomprendido. Nadie puede comprender a un hombre al que un gobierno ha humillado, encarcelado, le niega pasaportes, cuentas bancarias, le quita sus empresas y casas, le inhabilita políticamente y cancela su partido, y aun así habla de convivencia con ellos y perdona. Un hombre así o está loco o es cómplice de sus captores. Eso dicen.

Entre ambas, acepto la locura como acusación.

Sé que he llegado a unos niveles de incomprensión bastante notables… he sufrido una enorme erosión.  He llegado a la conclusión de que es mejor callar. Y es lo que hago ahora.

Así que soy un loco. Un loco que cree en la aparente utopía del perdón y la convivencia.

No quiero, me niego, a toda esa gramática que ahora parece ser necesaria donde el odio, la descalificación por deporte o la corrupción enseñorean al país.

Le hemos hecho  creer  al país que la trácala, el juego sucio, la falta de palabra, el odio y la perversión iban a resolver todos los grandes males que pueden existir en Venezuela… Y no era cierto. La democracia es un sistema de convivencia.

Y aquí nadie parece querer convivir.

Mis enemigos, sobre todos esos políticos —confieso que tengo por ellos un profundo desprecio—, que vienen  a mí siempre en secreto, adulzándome, para después ir frente al poder, que los mantiene con vidas que no podrían explicar, sino en la medida que se arrastran ante el “planeta rojo”. Ese ante el cual han dejado de llamarse socialdemócratas, socialistas, liberales, para ser humanistas, defensores de agendas de colores. Es decir, sin ideologías ni principios.

Ellos admitirán en el futuro que luché, sobre todo, por lograr esa convivencia; que intenté conciliar los intereses y los principios…, y en caso de duda, me incliné siempre por los principios.

Me siento orgulloso, me siento contento con todo el pasado, lo asumo con toda plenitud y asumo, por tanto, todas las responsabilidades que de ello puedan derivarse. No solamente las que hubiera podido tener en aquella época de editor y dueño de medios, sino también las que he tenido después en el proceso de construcción aún no culminado de cambio político de un sistema autoritario a un sistema democrático en el que creo, modestamente, que he desempeñado algún papel.

Porque la cúpula del chavismo me acusará de delincuente, loco, pero jamás podrán decir, porque no lo pueden hacer, que recibí los centavos con los cuales han comprado a todo el mundo. No defiendo el diálogo por encargo —como toda esa oposición financiada que tienen—. Lo defiendo por convicción.

La más grande verdad que nos queda por aprender es que en un sistema democrático nadie está en posesión de la verdad absoluta, el pluralismo político es absolutamente imprescindible y uno de los valores más importantes de la vida política es la confrontación de los programas y las ideas. Pero creo también que debe haber un campo muy especial en el que la inmensa mayoría de las fuerzas políticas, económicas y sociales pueden y deben llegar a un acuerdo.

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