La semana pasada fue publicado en este medio un artículo de Carlos Blanco en el cual exalta, muy justificadamente, la figura de Carlos Andrés Pérez. Comparto, casi totalmente su contenido. CAP, como fue conocido popularmente, tenía una profunda ambición de historia. Es verdad que su segundo gobierno significó una importante rectificación de su primera presidencia, pero quizás a Carlos le faltó resaltar que las medidas económicas que aplicó, todas influidas por una visión neoliberal, las tomó ante la muy grave situación económica en que se encontraba Venezuela, pero siempre equilibradas por su sensibilidad socialdemócrata. Recuerdo las apasionadas discusiones en el Gabinete, ante las complicadas decisiones que hubo que tomar durante esos difíciles años, entre los ministros militantes de Acción Democrática, liderados por Leopoldo Sucre Figarella, y los ministros de pensamiento neoliberal, cuyo principal vocero era Miguel Rodríguez. El presidente Pérez era el fiel de la balanza en esos debates. Sus opiniones eran comedidas, demostrando encontrarse muy bien informado de muy variados temas. Carlos Blanco, al tratar el tema militar, se refiere a mi actuación el 4 de Febrero. Creo de interés dar respuesta a algunas de sus afirmaciones.
Es cierta la afirmación de Carlos Blanco: el presidente Pérez rechazaba la posibilidad de que pudiese ocurrir una insurrección militar. El general Peñaloza le informó, en dos oportunidades, sobre ese asunto. La primera vez lo hizo ante el hecho de haber recibido por correo una orden de operaciones en la cual aparecían comprometidos varios mayores que se desempeñaban como segundos comandantes de unidades tácticas del Ejército. No aceptó sus recomendaciones. En la segunda fui testigo de excepción. El 10 de junio de 1991, a las 6:00 pm, me encontré, casualmente, en el Círculo Militar con el general Peñaloza, quien me informó del conocimiento que tenía sobre una nueva conspiración. Le sugerí que debía ir a hablar con el presidente Pérez. Se negó a hacerlo. A pesar de que continuaba en el cargo de comandante del Ejército, se había producido un serio distanciamiento entre ambos a raíz del caso Margold y de la interpelación que había atendido en el Congreso Nacional sin su autorización. Logré convencerlo y fuimos juntos a transmitirle la información. Lo escuchó detenidamente, pero su respuesta no se refirió al tema. Le informó que al día siguiente debería entregar el cargo. De igual manera, lo haría el general Herminio Fuenmayor.
No es cierto que el 4 de Febrero yo desobedecí, en dos oportunidades, al presidente Pérez. En una situación tan complicada, un ministro de la Defensa no cumple ni transmite órdenes. Analiza la situación y asesora al presidente a fin de tomar la decisión más adecuada. Con respecto al bombardeo del Museo Militar, le hice ver al presidente Pérez la conveniencia de esperar el momento preciso para hacerlo. Le transmití al Alto Mando la orden de movilizar el Regimiento de Infantería de Marina hacia el Museo Militar y hacer sobrevolar los F-16, en forma disuasiva, sin disparar. Mientras eso ocurría me dediqué a presionar psicológicamente al T. C. Hugo Chávez para que se rindiera. En el control de una insurrección militar hay que lograr que el alzamiento se domine en el menor tiempo posible para evitar que este se propague e involucre a otras unidades. Por otra parte, el batallón que permanecía bajo las órdenes de Chávez en el Museo Militar no mostraba una actitud ofensiva. Imaginemos hoy día el impacto mediático en contra del presidente Pérez si, como resultado de ese bombardeo, hubiesen ocurrido un número importante de bajas: Carlos Andrés Pérez sería hoy “el asesino” de esos soldados y no el presidente que, valientemente, defendió la democracia.
Transcribo a continuación, de mi libro Así se rindió Chávez, la percepción que tuvo el coronel Marcos Yánez Fernández, director del Museo Militar, sobre los hechos: “A las 6:15 am recibí una nueva llamada del general Ochoa. Me manifestó su interés en conversar con el T. C. Hugo Chávez. Este se negó a atender la llamada. Se lo informé al ministro. Él insistió. Traté de convencer al T. C, Chávez para que lo atendiera. Le analicé la situación y el fracaso militar que había tenido. En ese momento sobrevolaron el Museo Militar 2 F-16. Casi de inmediato repicó el teléfono. Era, de nuevo, el general Ochoa. “El presidente Pérez me ordenó atacar el Museo Militar. Ya ordené movilizar varios batallones de Infantería de Marina. Comuníquele estos hechos al T. C. Chávez”. Hugo Chávez se observaba pálido y muy desmoralizado. Le informé mi conversación con el ministro. Se quedó pensativo unos minutos. Los F-16 volvieron a sobrevolar el Museo Militar. Hugo Chávez me dijo, en ese momento: Dígale al ministro que conversaré con él. Me dirigí a mi oficina. Hugo Chávez me siguió. Me pidió que lo dejara solo para conversar con el ministro de la Defensa”.
Referente a la grabación de Hugo Chávez, antes de presentarlo en la televisión como lo indicó el presidente Pérez, reitero lo que siempre he dicho: el vicealmirante Elías Daniels, al transmitirle la orden me ratificó que no había tiempo de grabarlo dada la inminencia de un combate entre una unidad de tanques y los F-16. Ante esa situación acepté, asumiendo la responsabilidad, que la presentación se hiciera en vivo. Sin embargo, no es cierto que Hugo Chávez llegó a la Presidencia de la República gracias a su asertiva frase “Por ahora”. Al salir de la cárcel, apenas tenía 5% de aceptación, la cual mantuvo hasta 1997. Fueron los errores cometidos en 1998 por los más importantes partidos políticos y el gran apoyo de varios grupos de capital, medios de comunicación, intelectuales, académicos y de un vasto sector de la clase media, los que hicieron posible el triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de ese año. Lo que sí es verdad fue la campaña que se desató en mi contra, después del 4 de Febrero, acusándome de desleal, para lograr que el presidente Pérez me destituyera. Fue tanta la presión que consideré renunciar. Así lo hice, pero fue tan firme el respaldo que me dio el presidente Pérez que decidí continuar acompañándolo. Sobre la frase que dice Carlos Blanco fue pronunciada por el presidente Pérez: “Los Ochoa son locos, pero no traidores”, pienso que fue una forma de respuesta a la permanente inquina que surgió en esos días. En todo caso, ninguno de los Ochoa Antich hemos dado demostraciones de locura y mucho menos de traición.