OPINIÓN

Mi padre le salvó la vida a CAP

por Rodrigo Figueredo Rodrigo Figueredo

Recuerdo vívidamente el 4 de febrero de 1992, aquel sentimiento de terror y agitación que sentí en mi casa al ver a papá llenar de armas el carro para salir a salvar al presidente.

Tenía 14 años y recuerdo a mi hermanito, 3 años menor, cuando comenzó a decirle a los vecinos «mi papá salió como Rambo». Recuerdo a mi madre decirme que unos militares golpistas estaban atacando el Palacio de Miraflores y La Casona (casa presidencial) para darle un golpe de Estado al presidente, Carlos Andrés Pérez, de quien mi padre, Reinaldo Figueredo Planchart, era el hombre de confianza.

Sentí que mi vida estaba en peligro, pero también la democracia y el Estado de derecho de mi país, algo que para mi edad de adolescente ya entendía. Recuerdo también a mi madre decirme que papá había ido a salvar al presidente y que iba a reunirse con él en Miraflores para después llevarlo a Venevisión. A ese canal, cuando logró escapar del Palacio en medio de los tiros, se dirigió para dar una alocución en vivo. Viendo la televisión medio calmaba los nervios y la incertidumbre por la expectativa de vida o muerte que representaba la situación para mí, mi familia y mi país. Un sentimiento además cercano, pues Venevisión quedaba al lado de mi colegio La Salle La Colina, por lo que podía imaginar perfectamente cómo debía estarse desarrollando la situación dado que conocía el lugar muy bien.

Recuerdo ver por la señal del canal 8 a unos tipos con mala pinta declarando. Nos habíamos enterado de que los guardias del canal habían sido asesinados por los golpistas. Todo se sentía muy cerca porque mi casa estaba en Los Chorros, a poca distancia del centro comercial de Los Dos Caminos y de VTV. Recuerdo haber pensado: «Si estos son los malandros que toman el poder por la fuerza nos va a ir muy mal». Recuerdo tirarme al piso de la casa aterrorizado cuando se escuchó a un F-16 que rompió la barrera del sonido sobre Caracas. Se escuchó una enorme explosión (algo así de fuerte como el sonido de las explosiones de los misiles de crucero que escuché décadas después durante bombardeos en Kyiv, Ucrania). Sin saber qué había sido ese ruido, me acuerdo de haber pensado:  «¿habrán matado a CAP y a papá?». No podía evitarlo, imaginaba lo peor.

Recuerdo el sentimiento de alivio cuando en la noche vuelve papa, recuerdo el sentimiento de rechazo y de odio que sentí por Hugo Chávez cuando se apareció en la televisión con su famoso «por ahora» y pensar «¿cómo le dan la palabra a ese monstruo?». Al día siguiente, cuando pasamos en carro por un lado de La Casona, recuerdo haber visto los muros blancos llenos de impactos de balas y de granadas. Mi padre nos contó entonces de los vidrios de seguridad que le había mandado a poner cuando era ministro de la Secretaria del primer mandato de CAP al despacho de la Presidencia llenos de impactos de ametralladora pesada .50 y de decir sarcásticamente que a pesar de que algunos del entorno de Pérez le habían dicho que había hecho eso para hacerse unas comisiones por negocio para criticar y ser malas lenguas, que se había sacado la astilla diciéndole al Presidente: «Entonces, al final sí sirvieron y eran justificados…¿ah?» Se supo años después de la boca del propio Diosdado Cabello que el que comandaba la tanqueta que le disparó al despacho del Presidente con el presidente en su escritorio fue el mismo y que en lo practico, realmente, esos vidrios le salvaron también la vida literalmente a CAP. Aun así, me cuenta papa que cuando llego a la oficina de la presidencia y que se encontró con CAP y el ministro del interior, al cual papa le era antipático, este le respondió a la observación sobre lo de los vidrios de seguridad del despacho que había puesto que aguantaron una ráfaga de 5 impactos de gran calibre, que este le respondía en pleno peo «si, pero ve a ver cómo quedaron los de arriba» (para la historia, esos vidrios «de seguridad» NO los había a mandar a poner papa) que eran de menos calidad…

Mi madre me hizo recordar (había olvidado esto) que al encontrarme a Moisés Naím en la calle del conjunto le dije: «Tú aquí y mi papá con el presidente». Escribo este artículo hoy con la intención de dejar por escrito mis recuerdos, que a pesar de que han pasado 34 años siguen muy claros en mi cabeza tanto en imágenes como en sentimientos, y porque espero y temo que, en el caso de que en las venideras elecciones del 28 de julio, en contra de los mismos que años después lograron tomar el poder por una democracia disminuida para montar un sistema dictatorial llamado revolución chavista que va ya para más de 25 años, no toque a mi generación y a todos los venezolanos volver a salvar a un presidente democráticamente electo, porque sé lo que se siente cuando tu padre salva al presidente.