OPINIÓN

Mi abuelo Manuel y el diamante más grande del mundo

por Carlos Sánchez Torrealba Carlos Sánchez Torrealba

Mi abuelo me contaba la historia de un hombre, de un aventurero trotamundos, ¡qué sé yo!, que se había hecho rico al encontrar el diamante más grande del mundo: el diamante Barrabás, que pesaba la bicoca de treintaiún gramos. Nada más y nada menos que ciento cincuenta y cinco quilates. Un diamante del tamaño de un huevo de paloma.

A ese hombre le llamaban Barrabás y por eso le puso así al diamante que encontró. Era minero, tenía una bodega. Un negocito llamado La Fortuna y perdió lo que ganó triunfante con la misma rapidez con que se toma un purgante.

Esta mañana, en geografía, nos han hablado de lo rico que somos. Y en historia, desde cuándo somos ricos, gracias al petróleo y a la minería.

―¡Pero yo no veo petróleo por ninguna parte!

―Porque está en el subsuelo- me ha dicho Rafael que se sienta delante de mí.

―¡Rafa, yo lo que veo son huecos y ranchos! ¿Será que nos pasó como al trotamundos, el minero del cuento de mi abuelo que se encontró el diamante más grande del mundo?

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