El asunto México, como es natural, ha dado lugar a disímiles interpretaciones, casi todas ellas teñidas de variables e influidas por posturas políticas como es y era de esperarse en la presente coyuntura nacional. De seguidas algunas ideas de este opinador, quien reivindica su derecho a ofrecerlas de la mejor buena fe.
Distintas fracciones de la opinión pública nacional apoyan que se haya reiniciado y medianamente acordado un esquema de diálogo. Este articulista apoya la reanudación de dicho diálogo basado en las siguientes premisas: A) el que tiene las mayores fortalezas en esta puja es Miraflores, no la oposición, así que sentarse a una misma mesa no es una capitulación sino una ranura de esperanza aunque haya que ponerse el trapo en la nariz. B) Conversar y negociar no significa reconocer la legitimidad de la contraparte. El hecho de que la delegación gubernamental represente todo lo opuesto a la aspiración de democracia y decencia no quita la realidad de que son ellos quienes despachan desde Miraflores y tienen el control de casi todas las variables, incluyendo la fuerza. Cuando se negocia con un delincuente que amenaza al rehén con una pistola en la cabeza no es el momento de analizar credenciales sino de ser realistas, como dicen que hizo Stalin en 1935 cuando le preguntó al ministro del Exterior de Francia, Pierre Laval, “¿con cuántas divisiones cuenta el Papa?”, a propósito de la supuesta influencia vaticana ante los posibles ataques comunistas y alemanes contra Francia.
Dicho lo anterior cabe preguntarse ¿cuál será hoy ―y mañana― la actitud de Miraflores ante el posible giro de las conversaciones? A) El gobierno es evidente que no tiene ni mayor ni menor apuro, según se percibe por las muy cómodas fechas fijadas para continuar “conversando”. Quien tenga la fórmula para apurar ese paso, por favor que la exponga de una vez. B) El gobierno ―con alguna razón pero con extrema malicia― descalifica a su oponente cuando afirma que representa “a un sector de la oposición” dejando abierta la puerta para desconocer la cuestionada representatividad de la Plataforma Unitaria. A título de generalizada confesión que compartimos, este articulista tampoco se siente muy representado por ese equipo, pero… ¿cuál otro se pudo armar u ofrecer? (Malo conocido? ¿Lo perfecto como enemigo de lo útil o bueno?) C) ¿Habrá posibilidad futura de ampliar el equipo? D) ¿Si el oficialismo se ha dado el lujo de incluir en su delegación a la Sra. Saab (lo cual es una cachetada) , si tuvieron éxito en rechazar la participación del embajador Vecchio, será que las delegaciones puedan ser ampliadas en el futuro teniendo en cuenta que antes de secarse la tinta del acuerdo ya Nicolás ha acudido al insulto soez de la contraparte a quien ha designado como “terrorista”?
En cuanto a los fondos retenidos en el exterior ―única carta a favor de la oposición― ya el “psiquiatra del terror” anunció que lo que hubo fue una rendición total y entrega de los “dineros robados”, etc., etc. ¿Será que ese pueda ser el marco para transferir unos fondos que se supone transitarán por un fideicomiso administrado por agencias de la ONU? (en la ONU la representación oficial venezolana es la de Miraflores, al revés que en la OEA).
Los fondos en cuestión, cuando vayan siendo liberados, seguramente fluirán hacia los contratistas encargados de implementar las obras de recuperación y reconstrucción de escuelas, hospitales, etc., como la implementación del plan de refuerzo alimentario. ¿Usted lector, acaso sueña con que las adjudicaciones serán transparentes, licitadas, sin corrupción, etc.? Este escribidor cree que no. No lo pudieron hacer en Irak con supervisión norteamericana (programa “Petróleo por Elementos” en 1995) ¿será que los consejos comunales u otras estructuras ficticias puedan lograrlo? Profecía: en un par de años estaremos en la misma discusión luego de haber presenciado millonarios derroches de fondos derivados a manos de vivillos de “cuánto hay pa’ eso” o simples rateros de los que se conforman con “dame pa’l fresco”.
Queda por opinar sobre la legalidad del nuevo marco jurídico que regiría como consecuencia del levantamiento de la sanción OFAC a favor de Chevron. Este articulista ―que algo sabe de eso después de cuarenta años de docencia y consultoría internacional― opina que el gobierno de Estados Unidos, así como pudo imponer las sanciones ―con o sin razón o derecho― tiene también la potestad de reducirlas o condicionarlas. Otra cosa distinta es que las consecuencias de esa acción deban o puedan prevalecer ante el derecho constitucional venezolano, la Ley de Hidrocarburos, la del Impuesto sobre la Renta etc. Esos temas seguramente se ventilarán en tribunales nacionales o tal vez internacionales. ¿Será que la “justicia revolucionaria” dará su conformidad a algo que es flagrantemente ilegal? (Supongo que sí lo harán sin vergüenza alguna). ¿Qué pasará si algún ciudadano cualquiera objeta el fundamento jurídico de esas disposiciones? En época de Maikel aquello serÍa apenas “una pelusita” . Hoy día con la presidencia de la jurista “todo terreno” Gladys Gutiérrez no abrigamos posibilidad de mayor rigor jurídico.
Y, por último, para no dejar la “profesía” en el tintero, este pesimista opinador anticipa que una vez metido mano a los recursos, medio exhibiblealguno que otro logro social, etc. cuando sea la hora de discutir lo que era es y será el meollo de la cuestión: elecciones con condiciones justas, competitivas y verificables, allí se trancará el serrucho con la negativa de los usurpadores a permitir nada que les ponga en duda la continuación de su monopolio del poder. Allí aparecerá “el psiquiatra del terror” o Superbigote o el brujo de turno anunciando que se retiran de la mesa. En el lenguaje coloquial aquello se llama “la señal del mudo”. Habrán pasado dos años, nos habrán j… por enésima vez y para entonces “Dios nos coja confesados”. Todo lo antes descrito y opinado no arroja ni un atisbo de optimismo. Por eso desde esta columna solicitamos que quien tenga la fórmula, pues hágala conocer y ojalá el paso de los días pruebe que tanta cosa mala que aquí se expresó sea desmentida por los hechos. Alguna esperanza hay: en 1990, este servidor junto con otros profesionales ―integramos un equipo de organización política electoral― trabajamos arduamente y en contra de todas las previsiones de la época, para organizar y apoyar a la señora Violeta Chamorro, quien disputaba la presidencia de Nicaragua al entonces titular, que era el mismo Daniel Ortega que asola a su país hoy. Estuvimos semanas en Nicaragua, incluyendo el día de la elección en febrero de 1990. Ganó Violeta. Hubo aciertos y errores. Han pasado veintidós años y Nicaragua hoy está peor que antes. ¿Será eso lo que podemos aspirar para nuestra Venezuela?
@apsalgueiro1
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