Después del cuarto penal, ejecutado por Montiel en la final del Mundial masculino de fútbol– catalogado por muchos como la mejor final de la historia de los mundiales- vimos a Lionel Messi arrodillarse en la mitad del campo y festejar con varios de sus compañeros.
De Messi se ha escrito y dicho todo, o casi todo. También se han realizado una infinidad de reportajes, documentales y series que cuentan los detalles de su vida dentro y fuera de la cancha. Uno de los temas más recurrentes cuando se cuenta su historia es el diagnóstico médico de deficiencia de la hormona de crecimiento detectado a los ocho años. La imposibilidad de cubrir dicho tratamiento fue el motivo central que le llevó a migrar junto con su padre a Barcelona. Un año después, miles de argentinos también migrarían como efecto de la crisis económica y política que vivía el país.
Desde los 13 años reside en España, país que también le otorgó la nacionalidad, pero siempre se negó a jugar para dicha selección. Debutó como futbolista profesional a los 17 años, después de hacer su formación en la Academia Juvenil del Barcelona y desde entonces ha ganado, al menos una vez, todos los torneos que ha disputado. Esto le ha colocado en la cima de los mejores jugadores del mundo junto a Maradona y Pelé.
Si bien históricamente ganar el campeonato del mundo ha provocado emotivos festejos, las imágenes que empezaron a circular desde Buenos Aires a la llegada de la selección impresionaron por su magnitud y emotividad. En varios medios se habló de 5 millones de personas de todas las clases sociales que salieron a festejar a la capital, sin sumar a las multitudes que tomaron las calles en el resto de las provincias. La llegada de Messi, la Copa y la “Scaloneta” fue una fiesta, un carnaval masivo y popular, con feriado oficial incluido. Pero también hubo una sobredosis de nacionalismo banal o patriotismo sin la presencia de ningún político. Fue una suerte de despolitización del triunfo por pedido de los propios jugadores que no se tomaron ni una foto con Mauricio Macri (que estuvo en Qatar) ni con Alberto Fernández (que esperaba en la Casa Rosada).
La movilización de los argentinos fue una de las más masivas de la historia. Sin embargo, por primera vez se observó que los festejos traspasaron las fronteras patrias (obviamente sin contar con los migrantes argentinos) y se desterritorializó hacia diferentes regiones: no solo en Latinoamérica (donde muchas personas siempre se identifican con los equipos que representan a eso que denominamos Patria Grande), sino también en Europa y Asia. Sobresalieron los festejos en Bangladesh, cuyos habitantes también se identifican con la selección argentina desde la época de Maradona, que, en el Mundial de 1986, venció a la selección de Inglaterra que en el pasado les había conquistado.
Al inicio de este siglo algunos autores como Sergio Villena señalaban que los procesos de globalización promueven una reconfiguración de las relaciones entre identidades y territorialidades que se manifiestan en la conformación de nuevas identidades sub, trans y supraestatales. El Barcelona de Messi es un ejemplo de lo que plantea el autor al ser un club manejado como una empresa transnacional que usa la imagen de los deportistas de élite para impulsar sus ventas.
Todo esto ha hecho del fútbol un espectáculo y una mercancía transnacional y global que ha permitido que una buena parte del planeta consuma el producto llamado Messi, más aún en el contexto en los mundiales de selecciones.
Las finales de la copa del mundo constituyen uno de los eventos deportivos más vistos a nivel mundial. Pero a diferencia del pasado cuando la TV, cada vez más en su modalidad «pague por ver», y concretamente los periodistas deportivos eran los encargados de relatar el fútbol (teniendo en muchos casos narraciones nacionales), ahora no solo se verbaliza, sino que se viraliza el fútbol gracias al papel de las redes sociales. Esto provocó que la final entre Argentina y Francia alcanzara récord de búsquedas en Google.
La centralidad del 10 no solo fue clave para obtener el campeonato del mundo al convertir 7 goles y hacer 3 pases de gol, sino para que se produzca una suerte de argentinización a nivel global o para ser más específicos una «Messificación». No se puede entender este proceso sin el auge de las redes sociales, que han acompañado al astro a lo largo de su carrera. En efecto, el mismo año que Messi debutó (en 2004), Mark Zuckerberg lanzó Facebook y de ahí en adelante han surgido otras redes como YouTube, Twitter, Instagram y Tiktok.
A través de las redes hemos podido ver sus 793 goles y sus 41 títulos. Leo solo en Instagram tiene 410 millones de seguidores y la publicación de sus fotos después de ganar la Copa batió el récord de más «me gusta» de la historia de esta red social, llegando a más de 73 millones. Messi está además en el top 5 con más seguidores y registra unos ingresos medios por post de 1,17 millones de dólares.
Un dato no menor es que Messi, fuera de las canchas, ha sido un chico (no un pibe) políticamente correcto. A diferencia de Maradona, Messi proyecta la imagen de una persona sencilla a la que todos empujamos para que levante la Copa del Mundo con Argentina antes de terminar su carrera.
Tan políticamente correcto ha sido Messi a lo largo de su carrera que “ha evitado minuciosamente cualquier tipo de afirmación política”. Esto también ha servido para su aceptación como mercancía transnacional global. La única frase contraria a lo señalado es la que formuló recientemente al finalizar el partido contra Holanda en cuartos de final: “Qué mirá’ bobo. Andá pa’ allá”.
Sin embargo, hay que decirlo claro: muchas de las críticas venían de su propio país más que del exterior. Como señala Pablo Alabarces, a Messi lo indultaron recién en el 2021, pero antes lo acusaban de ser pecho frío y de jugar sólo por dinero, reprochándole todas y cada una de las derrotas de la selección.
Pero como esto es solo fútbol, y Leo logró en los últimos dos años tres copas con la selección de Argentina, para todas y todos aquellos que amamos el buen fútbol y que nos identificamos con Argentina, o con Messi o con la Scaloneta, el 18 de diciembre celebramos, aquí, allá o acullá…
Jacques Ramírez Gallegos es doctor en Antropología Social por la Universidad Iberoamericana (México). Docente de Antropología en la Universidad de Cuenca (Ecuador). Investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG). Productor y conductor de Futbologías y Balones.