De flores y lluvia, de la Virgen María y mujeres. Finalizó el mundo de grandes hombres apoyados por buenas esposas, sacrificadas y dedicadas madres, de las que se forman y levantan propia vida, afectivas y sentimentales, sin embargo, libres, inteligentes profesionales, luchadoras. La Iglesia Católica, sabia, memoriosa y oportuna, hizo el mes de mayo de flores y madre. Así, en singular, solemne, serio.
En las últimas décadas han tenido que ganar espacios y responsabilidades, competir en áreas que se pensaban exclusivas; demostrar capacidades hasta no hace mucho impensables. Se han impuesto en sociedades machistas por tradición pero no por convicción inapelable; occidentales y, mire por donde, cristianas, detalle a considerar. Las de costumbre y formación musulmana van parsimoniosas, e incluso en las pudientes, permitir que vistan en lujo el atuendo del desierto, es concesión, noticia de prensa; que en Occidente resulta habitual desde hace al menos un siglo.
La mujer es más importante que una celebración, regalo de ocasión o algún oportunista halago político. En la historia de la humanidad, y en la Venezuela que cargamos a hombros, es personaje crucial, base del hogar, y bandera del comportamiento. Preocupada, dedicada, y comprensiva del virtuoso, como del malviviente, hasta de políticos, peor que ladrones y corruptos, incompetentes.
Hace años, un coronel de aviación formado en Estados Unidos explicaba a quienes le rodeaban por qué la mujer no podía ser piloto, alegando razones físicas, de constitución y menstruación. Hoy comandan avanzados jets de combate, son capitanas y primeras oficiales de grandes aviones de transporte de pasajeros y carga, con un excelente desempeño y máxima confiabilidad.
Militares pensaron que podrían conquistar las Islas Malvinas y entusiasmar a los argentinos hartos del régimen tiránico y abusador porque en la remota Inglaterra, a 11.000 kilómetros, atravesando de norte a sur el Atlántico, ablandados ingleses habían puesto -de elecciones no entendían aquellos generales- de primer ministro a una dama que se preocupaba de su peinado y cocinaba a su marido.
Idiotas cargados de inmerecidas condecoraciones y atiborrados de complejos no recordaron lo hecho por Margaret Thatcher, derrotar, romperle el espinazo, al poderoso sindicato del carbón que había cometido la misma equivocación. No imaginaron los imbéciles generales argentinos que la primera ministro iba a defender las Falkland como si fuera la propia Inglaterra, enviando una flota para defenderlas de los agresores, incluyendo un helicóptero conducido por un príncipe heredero.
Pero no ha sido la única eficiente gobernante: Golda Meir en Israel derrotó a los musulmanes, Michelle Bachelet gobernó Chile en dos períodos y ahora, altísima funcionaria de las Naciones Unidas a cargo del complejo mundo de los derechos humanos; y de las principales autoridades de la Unión Europea, Angela Merkel que gobernó a la locomotora económica, Alemania.
Las mujeres no han dejado de lado sus responsabilidades tradicionales, siguen siendo madres, esposas, novias, amantes, no obstante, han agregado cargos de exigencia, ministras, gerentes, consultoras, investigadoras, científicas, están en todas las profesiones y oficios -no hace mucho mataron en batalla a una soldada rusa en la guerra en Ucrania, sólo un detalle.
Son muchas las que hoy manejan países con buena mano y excelencia; empresas de todo tamaño nacional y multinacional, ya no hay sitio para aquello que llamaban nuestros abuelos “mujer de su casa”. Hoy manejan sus hogares y también parte del mundo.
Habría que verlas más allá, sociológica, histórica y políticamente sin mujeres no existiría cuerpo social, sostienen el concepto de hogar, y siembran principios básicos de cada ser humano. Reconocerlas como parte esencial del mundo moderno que ha crecido a lo largo de la historia. La mujer, sin ella, no habría humanidad.
@ArmandoMartini