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Meritocracia vs Igualitarismo: la visión de Ayn Rand para una Venezuela renovada

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Se vive un momento crucial en Venezuela, en donde los demócratas, salvando sus diferencias, realizan un esfuerzo sobrehumano por retomar la libertad. El máximo esfuerzo de unidad parece haberse concretado y hay un sentimiento de esperanza generalizada en la población que vislumbra ya un nuevo horizonte para la Patria de los Libertadores de América.

El mejor ejemplo de como el igualitarismo socialista es un fraude es hoy Venezuela. Un país que alguna vez fue la envidia de América Latina por su riqueza petrolera y su próspera clase media, se encuentra sumido en una crisis humanitaria sin precedentes. Las estadísticas son desgarradoras: una inflación del 189,8% en 2023, el PIB se redujo aproximadamente en tres cuartas partes entre 2014 y 2021 y más de 90% de la población vive en la pobreza. La escasez de medicinas, los apagones masivos, la escasez de agua y la hiperinflación han llevado a más de 8 millones de venezolanos a huir del país en busca de una vida mejor y se prevé que si por vía fraudulenta se impusiera de nuevo Nicolás Maduro, una ola de venezolanos de 4 millones o más buscaría nuevos rumbos hacia países vecinos o no tanto donde puedan ser libres y prosperar.

En medio de esta tenebrosa oscuridad, las palabras de Ayn Rand devuelven un poco la esperanza: «La virtud no es una norma para el bien común, sino un prerrequisito de la supervivencia propia». Su visión transgresora, plasmada en obras como La rebelión de Atlas, ofrece un camino para la reconstrucción de Venezuela sobre los cimientos de la meritocracia, el individualismo y la ética del logro.

Rand rechazó rotundamente el igualitarismo forzado del socialismo, abogando por una sociedad donde los individuos sean recompensados por su mérito, su productividad y su contribución a la sociedad. Su concepto de «hombre superior» no se refiere a una superioridad genética o racial, sino a aquellos que abrazan la razón, la integridad y la búsqueda de la excelencia como motores de su vida. Hoy ese concepto nos lleva directamente a pensar en líderes como María Corina Machado, Corina Yoris y el embajador de la esperanza, Edmundo González Urrutia, los abanderados hoy en conseguir una transición por medio de la paz, la negociación, la legalidad y la conexión con la mayoría de los venezolanos de bien.

A través de personajes icónicos como John Galt, Ayn Rand nos muestra que la única forma de reconstruir una sociedad próspera y libre es reconociendo y premiando el mérito, fomentando la innovación, la iniciativa privada y el espíritu emprendedor. Solo así se puede resurgir de las cenizas del igualitarismo socialista y construir una Venezuela renovada, donde se valoren las buenas acciones ciudadanas y el progreso individual sea la fuerza impulsora del progreso colectivo.

Los cimientos filosóficos: el objetivismo de Ayn Rand

En el centro de la filosofía de Ayn Rand se encuentra la defensa inquebrantable de la razón como la única vía para alcanzar el conocimiento y guiar la conducta humana. Rechazando tanto el misticismo como el colectivismo, Rand abrazó el individualismo y el capitalismo como los sistemas más acordes con la naturaleza racional del ser humano. Su ética del «egoísmo racional» no promueve el egoísmo en su sentido vulgar, sino la búsqueda racional del propio interés a largo plazo, reconociendo que el sacrificio desinteresado de uno mismo es tan inmoral como el parasitismo.

El concepto de «hombre superior» en Rand no se refiere a una superioridad genética o racial, sino a un ideal moral: aquellos individuos que cultivan su razón, integridad e independencia de juicio, y persiguen la excelencia en todos los aspectos de su vida. Estos son los verdaderos motores del progreso humano, cuyo mérito debe ser reconocido y recompensado en una sociedad justa. Cualquiera puede aspirar a ser un «hombre superior» al abrazar la razón, la productividad y la búsqueda de la propia felicidad como principios rectores.

La rebelión de Atlas: un llamado anticolectivista

La novela cumbre de Ayn Rand, «La Rebelión de Atlas», es un poderoso alegato contra el colectivismo y la esclavitud del hombre por parte del Estado. A través de personajes inolvidables como John Galt, Francisco d’Anconia y Dagny Taggart, Rand nos muestra cómo los creadores, innovadores y mentes más brillantes de una sociedad son sistemáticamente explotados, despojados de sus derechos y desalentados por un sistema socialista que premia la mediocridad y castiga el éxito.

Ante esta injusticia, los protagonistas emprenden una huelga intelectual sin precedentes, retirándose de la sociedad y creando una comunidad paralela llamada Galt’s Gulch, donde pueden ejercer su talento y productividad sin las cadenas del colectivismo. Esta rebelión de los mejores y más capaces es un llamado a resistir la tiranía igualitaria y construir un nuevo orden social basado en la libertad, la razón y el respeto a los derechos individuales.

Meritocracia: la vía hacia el progreso y la excelencia

La meritocracia es el sistema que premia y recompensa el mérito individual, el logro y la contribución a la sociedad, en lugar de imponer una igualdad forzada que desalienta la excelencia. En una verdadera meritocracia, los incentivos, la libre competencia, la innovación y el espíritu emprendedor florecen, impulsando el progreso económico y social.

En Venezuela vivimos la meritocracia en su máximo esplendor, y un ejemplo fue Petróleos de Venezuela, Pdvsa, empresa que, llevada con excelencia, fue el motor que impulsó el desarrollo y la prosperidad de millones de venezolanos.

A diferencia del socialismo, que destruye los incentivos al confiscar la propiedad privada y redistribuir la riqueza por la fuerza, una sociedad meritocrática fomenta que cada individuo dé lo mejor de sí mismo. Aquellos que crean valor, innovan y aportan al bienestar colectivo son justamente recompensados, mientras que los improductivos e irracionales no pueden aprovecharse del esfuerzo ajeno.

Reconstruir a Venezuela con una hoja de ruta objetivista

Para reconstruir Venezuela sobre bases sólidas después del desastre socialista, es imperativo adoptar los principios objetivistas de Ayn Rand. Esto implica restablecer los derechos de propiedad privada, desmantelar el control estatal sobre la economía, y fomentar la libre empresa y la desregulación. Solo así podrán renacer los incentivos para la inversión, la producción y el emprendimiento.

En el ámbito educativo, es crucial implementar un sistema basado en la razón, el pensamiento crítico y la excelencia académica, en lugar del adoctrinamiento colectivista. Las nuevas generaciones deben ser formadas en los valores del individualismo, la ética del logro y el respeto a los derechos individuales, para así convertirse en los futuros líderes e innovadores que llevarán a Venezuela hacia la prosperidad.

Pero más allá de las reformas económicas y educativas, es necesario un profundo cambio de idiosincrasia en la sociedad venezolana. Hay que abrazar la ética del logro como fuerza impulsora de la renovación nacional. Solo así podremos dejar atrás el igualitarismo y construir una Venezuela verdaderamente libre y próspera y que vuelva la democracia sólida, destacada y robusta que tuvimos durante 40 años. De la mano de María Corina Machado, Corina Yoris, Edmundo González Urrutia y tantos venezolanos meritorios y honestos que luchan día a día por poder construir la Venezuela soñada, ¡lo lograremos!

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