OPINIÓN

Mérida: sin gobernabilidad en materia hídrica

por Lidis Méndez Lidis Méndez

Enclavada en los Andes venezolanos, Mérida es conocida por su belleza natural y privilegiada en términos de recursos hídricos, gracias a su topografía montañosa; los ríos Chama y Mucujún son fuentes importantes de agua dulce para la ciudad y sus alrededores. Estos recursos son vitales para la agricultura, la generación de energía y el abastecimiento de agua potable a la población.

A pesar de esta abundancia relativa, el gobierno regional ha sido ineficiente administrando este vital recurso.  Uno de los problemas más apremiantes en Mérida es la calidad y el suministro del agua. A medida que las infraestructuras de tratamiento de agua envejecen y la población crece, se producen desafíos significativos para garantizar agua potable de buena calidad para la población. Actualmente, la contaminación bacteriana y química es motivo de preocupación, sin contar que la falta de inversión en la infraestructura y los planes de contingencia de cara al cambio climático brillan por su ausencia.

La deficiente gestión de desechos sólidos y la contaminación de los ríos han contribuido al deterioro de la calidad del agua en la región. La falta de regulación y vigilancia efectiva también ha permitido que se produzca la contaminación del agua, lo que afecta tanto el suministro de agua potable como la salud de la población. La corrupción administrativa y la ineficiencia de los gobernantes son elementos más destructivos que los eventos naturales, los primeros son permanentes, y los segundos eventuales. La intervención de Aguas de Mérida por mandato del gobierno central, en 2018, en lugar de mejorar la situación, la empeoró.

Actualmente, el sistema de suministro de agua se encuentra en un estado de colapso. Las familias que habitamos el municipio Libertador luchamos cotidianamente con la escasez de agua potable, lo que nos obliga a racionarla de forma extrema durante días, y usar muchas veces fuentes de agua insalubre. La falta de tratamiento del agua conlleva riesgos de enfermedades como diarrea, vómitos malestares estomacales y erupciones cutáneas, patologías que se relacionan con la calidad del agua suministrada por el acueducto de la ciudad desde hace años.

Con una economía local arruinada y el “colapso” de la infraestructura eléctrica (racionada de forma abusiva y no planificada), los merideños ahora tenemos que soportar un pésimo suministro de agua, tanto en cantidad como en calidad. El agua que consumimos tiene un color muy turbio, mal olor, mal sabor, y sale del grifo con sedimentos.

Lamentablemente, esta crisis se agudiza y poco se hace para solucionar el problema, mientras continúa extendiéndose a sectores que no padecían por esta irregularidad. No es un tema de temporadas de lluvia o de sequía, es un asunto permanente, producto de la corrupción, falta de gobernabilidad y de inversión, producto de la ineficiente gestión de las autoridades “electas”.

El colapso del estilo de vida de los merideños, se ha agravado en los últimos meses debido a los cortes de luz y agua, y la pésima calidad de estos servicios cuando están disponibles. La situación es especialmente preocupante debido al bajo poder adquisitivo, de una economía mermada, donde comprar un galón de agua o pagar un camión cisterna es un lujo que muy pocos pueden darse sin flagelar el misero presupuesto familiar. La precariedad es tan dominante, que tomar un vaso de agua potable en una ciudad rodeada por ríos y quebradas, es un verdadero lujo.

La falta de acceso al agua potable de manera segura y continua afecta permanentemente a numerosos sectores del municipio Libertador, pero la mala calidad del agua nos afecta a todos, independientemente de la afiliación política o posición social.

Otro aspecto revelador de la “crisis del agua” es la elevada, arbitraria e irracional tarifa comercial, que se ha convertido en un castigo para empresarios y comerciantes independientes que aún mantienen sus negocios abiertos: en Mérida, un local que repara calzado, paga la misma tarifa que un restaurant.

La sostenibilidad ambiental y la protección de las cuencas hídricas deben ser una parte integral de la planificación y educación urbana. La reforestación de áreas críticas, la conservación de ecosistemas acuáticos y la gestión sostenible de la agricultura son elementos clave que simplemente desaparecieron de la idiosincrasia de los planificadores de las políticas públicas.  Pensar que existe un plan gubernamental para enfrentar el cambio climático y sus consecuencias en el suministro de agua potable dentro de 5 o 10 años, es literalmente risible en medio de la ineficacia actual.

Finalmente, considero que los desafíos relacionados con los recursos hídricos y la calidad del agua en Mérida son una preocupación apremiante a la cual se le presta la debida atención, a pesar del malestar que genera. Con una buena gestión a través de la inversión en tecnología, la educación pública, la cooperación regional y la adopción de enfoques de desarrollo sostenible, Mérida puede encarar estos desafíos y garantizar un suministro hídrico seguro y sostenible para las generaciones futuras. La gestión adecuada del agua no solo protege la salud e higiene de la población, sino también los recursos naturales y la belleza de nuestra región.

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