Foto AFP

Desde que comenzó este 2021, hemos podido apreciar que en Venezuela ha tenido un crecimiento constante y sostenido de la mentira. Muchos se amparan en ella para lograr objetivos de la manera más fácil. Pero, nunca falta un pero, lo peligroso es cuando tienen responsabilidades de conducir las diferentes ramas del poder en el país, es cuando la mentira se convierte en política de Estado.

Según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), la mentira es una expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente, en pocas palabras, es una cosa que no es verdad, por lo tanto, aquel que hace uso de ella de forma indiscriminada es un deshonesto que expresa sentimientos y solidaridades que no siente, que crea falsas ilusiones al prometer irrealizables soluciones a problemas que no tiene capacidad de resolver. En pocas palabras, mentir es engañar, falsificar, fingir, calumniar, inventar, con la finalidad de no hacerse responsable de sus acciones.

Para muestra el país, en los acontecimientos de las últimas dos décadas, hemos podido apreciar, que no importa el cargo que desempeñe ni la autoridad que ejerza, la falsedad, la ficción, la patraña y la calumnia, forman parte del manual de principios del buen revolucionario. Es su vademécum para optar a los favores bolivarianos. Por lo tanto, desde el más alto cargo en la administración pública, hasta el trabajador más humilde, creen que mentir es la única vía para seguir disfrutando de los beneficios del proceso revolucionario.

Para dar sustento a lo anteriormente esbozado, se pueden revisar las diferentes publicaciones que han dado eco a las miles de alocuciones de los jerarcas rojos-rojitos. En el cual se puede apreciar que todos mienten, alteran los datos reales de lo que sucede en el país, cambian las cifras, inventan heroísmos y construyen comunicados engañosos. En pocas palabras, mentir es revolución.

Pero vamos a dar un salto en el tiempo para ubicarnos en el año de 1998. Desde ese momento, aquellos que supimos entender la realidad del país y hacia dónde nos llevaba Hugo Rafael, con el pasar de los años, tuvimos la razón. Duélale a quién le duela, jamás, nunca, de ningún modo, en absoluto, hubo una revolución bolivariana, fue una simulación de principio a fin, con la única misión de atrapar incautos y cambiar un régimen por otro. Porque si analizamos y leemos la letra pequeña, tanto Hugo Rafael como Nicolás, han mantenido la estructura económica del capitalismo, dependiente del petróleo y de los dólares del imperialismo, a pesar de las estatizaciones y expropiaciones, nunca dejaron de pagar los créditos extranjeros, a pesar de hablar pestes del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de otras entidades internacionales. Siguieron pagando los créditos, sin importar el costo social.

Esto explica que nunca, pero nunca se llevó a cabo una revolución, aunque estaban convencidos de ello y trataron de convencer a todos los venezolanos que hacia allá íbamos, a paso de vencedores. Porque a pesar de las chácharas en contra de los gringos, siempre se optó por honrar la deuda de los acreedores, en vez de preferir al pueblo. El culillo revolucionario les impedía controlar los esfínteres, porque eran invadidos por el miedo, por lo tanto nunca se atrevieron en declarar la cesación de pagos, a pesar de siempre culpar al imperialismo de todos los males, pero acudían al Tio Sam a pedir ayuda cuando se veían con el agua al cuello.

Sin embargo, después de satanizar a los yanquis, se cambió de imperialismo al cual adular y servir, optando por cultivar nuevas amistades, como Rusia y China, más en sintonía con nosotros por compartir elementos como la opacidad en el manejo del Estado, violadores de los derechos humanos, perseguidores de la libertad e inquisidores de la democracia.

Volviendo a nuestro país y analizando en retrospectiva los 21 años de revolución, podemos afirmar que han mentido de forma descarada, en el momento de promulgar nuevas leyes, que supuestamente favorecen al trabajador venezolano. Aquellos que tenemos edad para comparar ambas épocas, los bolivarianos con su retórica de la mentira y el engaño han eliminado conquistas que se habían logrado después de muchos años de lucha, como el derecho a huelga, el derecho a formar sindicatos, de recibir bonos de producción, de recibir mejoras salariales por los méritos y además, pago de horas extras si tu jornada laboral se extendía más allá del horario establecido. No hay más que decir, el gobierno revolucionario se ha comportado como el peor explotador de las vilipendiadas naciones capitalistas. Solo hay que revisar la ley del trabajo actual y compararla con la que estuvo en vigencia antes de la llegada de Chávez.

Pero desde otro punto de vista, los apóstoles de Hugo Rafael sí lograron otro tipo de revolución, enfocada en erosionar nuestras bases democráticas al generar caos social, promocionar la destrucción de la empresa privada, ocasionar hambre y miseria, acompañado de la creación de cuerpos de seguridad para espiar, acosar y encarcelar a la oposición. Incentivaron el acoso y las persecuciones a los disidentes, a través de los círculos bolivarianos antes y los colectivos ahora. Aumentaron el número de presos políticos, fomentaron la consolidación de un régimen totalitario, propiciaron la formación de bandas de criminales. Fueron descarados en adoctrinar a la población, crearon una nueva religión expresada a través del culto a la personalidad, han sido precursores para la concepción de una única manera para comprender la realidad. Favorecieron la absurda unión cívico militar, la censura y la supresión de medios de comunicación social como política de Estado, se dedicaron a aumentar la burocracia para generar clientelismo político. Asimismo, crearon el control de cambio y de precios, han institucionalizado la ineficiencia en el manejo de las empresas estatales, eliminaron de un plumazo la Asamblea Nacional legalmente elegida y motivaron la huida de millones de compatriotas. No hay que olvidar los problemas en el sistema sanitario en el país, con el recurrente inconveniente en la infraestructura, falta de personal y escasez de medicamentos. Y muchas cosas más que faltan por originarse, si sigue esta forma tan abyecta de gobernar a la nación.

Sin embargo, un mérito que sí tiene esta revolución es haber logrado una generación de nuevos ricos, que van desde civiles hasta militares enchufados, que pagan todo en efectivo porque no pueden sacar el dinero fuera de las fronteras y se han proclamado dueños de los bienes del Estado, para su propio enriquecimiento obsceno, sin importar que los venezolanos pasemos hambre y desesperación.

Lo anteriormente expuesto no es nada nuevo bajo el sol. Pero hay que resaltar que en todo este enredo bolivariano, teniendo como estandarte la mentira, nunca se llevó a cabo una revolución como tal, jamás tomaron en cuenta al pueblo, solo para manipularlo con mentiras y engañarlo con proposiciones imposibles, porque su único fin, fue, es y será, enriquecerse sin importar que la patria quede a la deriva.

Han sido exitosos en promocionar la doctrina del odio, la violencia criminal, la brujería y los valores que van en contra de los principios democráticos y los derechos humanos. Aquellos que se han pronunciado seguidores de los preceptos revolucionarios son una muchedumbre de aprovechados, que han prostituido el servicio público y se han beneficiado con el peculado de uso.

En fin, luego de analizar de forma somera la mentira institucional, han logrado después de tanto tiempo crear una realidad que no parece, donde han tratado de exaltar que los bolivarianos son honrados y decentes, que se deben para y por el pueblo, mientras los otros, aquellos que se oponen al régimen, son aquellos que quieren conducirlos a la miseria. Por lo tanto, la revolución bolivariana ha hecho de la mentira una nueva verdad, para así construir una imagen diferente de la que realmente tienen, llegando a un punto que no sabemos cuál mentira es peor que la otra, pero lo lamentable de todo esto es que el venezolano las sigue tolerando.


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