Tú y yo estamos fuera de Venezuela, también muchos miembros de nuestras familias. Esta tarde, en una de las decenas de campamentos creados para dar abrigo a los desamparados migrantes venezolanos que salieron del país y llegaron hasta México cruzando la atroz y pantanosa selva del Darién, una familia de caraqueños compuesta por el padre, la madre y tres pequeños niños nos ruegan por un pedazo de pan, una botella de agua y alguna cobija. El frío es aterrador, los niños se congelan en la noche.
Lo mismo ocurre en Bogotá, Quito, Buenos Aires, Lima o Santiago. Los venezolanos, rotos, desterrados, piden limosna, huyeron de Venezuela mendigando una dignidad que el chavismo les ha negado. Las plazas públicas de América están atiborradas de huérfanos de tierra, de compatriotas íngrimos, los hijos del Libertador Simón Bolívar mendigan libertad porque en Venezuela se instaló el socialismo chavista.
Los repudian, los ofenden, los temen, piensan que son miserables, estorban; la xenofobia es desconcertante. Aturde.
Nadie se pregunta el porqué están ahí, qué sucedió en sus vidas que se vieron obligados a huir de su amada Venezuela. No entienden que una peste ideológica llamada chavismo se instaló en su país, una peste liderada por malandros, narcotraficantes y corruptos, una peste que creó una crisis humanitaria sin igual, que dejó a la nación sin luz, agua o gasolina, que no hay comida ni medicina para los más pobres, que sólo los ricos y los chavistas (que son los más ricos) tienen acceso a salud, educación o vivienda. Nadie comprende el drama de ese venezolano que vive en el destierro, su sufrimiento, su pena. No saben que si protestan en las calles los encarcelan, torturan o asesinan. No entienden que el criminal Hugo Chávez y su predilecto sucesor Nicolás Maduro instalaron el odio, la injusticia y la persecución en el país, no deducen que ese venezolano desabrigado escapa del miedo y la esclavitud, del hambre y la enfermedad. Ni idea tiene que el socialismo y su corrupción quebraron al país más rico de América Latina
Olvidan que ese asesino histórico que llaman comandante Chávez llegó al poder después de haber dado dos golpes de Estado y de haber asesinado a miles de venezolanos, desdeñan que fue perdonado por un presidente demócrata llamado Rafael Caldera, que le permitió lanzarse a las elecciones presidenciales y que ganó con el voto de muchos de los que hoy huyen despavoridos de la cuna de la libertad en América.
Me pregunto, si se pudiese retroceder el tiempo y cambiar la historia, ¿esos 8 millones de venezolanos que han dejado Venezuela habrían apoyado a Chávez? Pese a la devastación que el socialismo causó en el mundo, en Rusia, China, Cuba, Corea del Norte o la Europa del Este, jamás consideraron que ese socialismo del siglo XXI ocasionaría la misma ruina que en aquellos países: “Venezuela es rica, es la democracia más saludable del continente, no nos pasará”, hasta que su naufragio los abofeteó de realidad.
He creado una secuela cinematográfica de mi anterior documental Chavismo: la peste del siglo XXI, que he llamado La peste chavista, por un lado, para que la MEMORIA nos permita ser conscientes de qué crueldad enfrentamos en este tiempo, por otro, para que el mundo entienda a ese venezolano que pide apoyo en las plazas públicas de sus países.
Es una serie histórica de 15 episodios narrada desde el grito, desde la agonía, desde el destierro. Cada documental se presentará semanalmente por redes sociales y algunos canales de televisión. Todo será dicho, sabrás, verás, comprenderás por qué Venezuela huyó de sí misma, advertirás el daño que el socialismo causa a las naciones.
Espero en especial que comprendas la trágica realidad del pueblo venezolano, pero también que sepas que estés en México, Colombia, Perú, Brasil o Estados Unidos, el socialismo está cerca de ti. Muy cerca…
Postdata: Hoy martes 23 de enero presentaré MEMORIA por las redes sociales y el canal YOUTUBE.COM/CHAVISMOLAPESTE y por X @chavismolapeste
Compártelo, el país nos grita, la historia nos obliga. No es tiempo de líderes, es tiempo de próceres…
¡Viva la libertad! ¡Viva Venezuela!