Es que esa perita en dulce no se tiene todos los días. Y como más o menos dice la canción: A quién no le va gustar pedir y que le den fiado, beber a costilla de otro, amanecer rascado, y disfrutar la dulzura de amores robados. Viajar en carro prestado, dormir en chinchorro ajeno con aire acondicionado y al levantarse le tengan preparado caraotas con queso rallado; saborear un cruzado, pisillo de chigüire bien sazonado, cachapa con cochino asado, y una cerveza bien fría cuando se anda enratonado.
Consumir caña es sabroso, agradable, en especial cuando no hay que pagarla, sino que la pague otro. Cuando no hay que sudar macheteándola, sino que la regalan. Ingenuos deslumbrados, creen que ser campesino es cosa de poesía e himnos revolucionarios, para consumir el néctar delicioso y azucarado. Por cierto, también arruina dientes y envenena el órgano principal del sistema nervioso, pero esa es otra historia.
La sacarosa -molécula de glucosa y fructosa- se obtiene principalmente de la caña de azúcar y da energía, pero en exceso es toxina para el cerebro, pregúntele al médico. En La Habana los sesos están intoxicados, desde que el azúcar fue entregada a los soviéticos a cambio de amistad, tomar sol del Caribe, disfrutar los encantos de hermosas morenas, dinero para la juerga de jefes, armas y financiamiento para meter el hocico en otros países con la excusa de revolución. Hasta que dieron media vuelta en alta mar, porque el oso ruso ni de vaina se mete con el águila estadounidense más allá de refunfuños y gruñidos. Después de todo, los jinetes de úrsidos fieros saben que los odiados imperialistas son militarmente superiores, poseen material bélico, equipos de última y alta tecnología.
Llama la atención cuando regímenes embusteros que engañan a sus pueblos son complacientes, cómplices, dispuestos a entregar títulos falsificados, entrenar médicos en tiempo récord, aunque después no sepan ni colocar curitas, aunque luzcan con emoción batas blancas de la mentira y apliquen matemática alegre para convertir a los pocos beneficiados por curetajes básicos en millones milagrosamente curados. Permiten que la bandera cubana sea desplegada en bases militares, pero cuando aparecen los imperialistas pegan carrera. Pero no todos los países castroinfluenciados son surafricanos o latinoamericanos-. Lo que sí hacen es hablar más pendejadas que un libro de primaria, decía mi abuela, esa es la mejor escuela castrocubana. El castrismo no es la solución, es el problema.
Los soviéticos pasaron a la historia, un camastrón que no se aguantaba a sí mismo, la única diferencia para el cubano común, de a pie, fue que de hambre pasaron a más hambre, de apagones a más apagones, de autobuses a carretones tirados por burros y mulas. Pero los enchufados cooperantes y obedientes de arriba seguían teniendo vidas aseguradas y felices ratos, al menos hasta que alguno por encima decidiera darles una patada policial, ¿se acuerdan de héroes como Camilo Cienfuegos, Ochoa, hermanos de La Guardia que desaparecían en cualquier parte o dejaban de ser molestos en el paredón de fusilamiento?
Todo eso y la pelazón que la propaganda castrista trató de ocultar, con el pomposo nombre de “período especial”, hasta que el más indocto e ignorante que marxista venezolano se dejó embaucar por elogios hipócritas, abrazos cariñosos y apretados, amores ilusorios y apasionados, aplausos fingidos de estudiantes tarifados y obligados en la Universidad de La Habana, se autoconvenció de que el mar ensangrentado y miserable de playas y lejanías cubanas era la felicidad para que venezolanos se dejaran seducir, cambiando futuro, libertad, democracia y petróleo por asesores, espías, y milicias cubanas obedientes a Castro.
Llevan veinte años gozando y llevándose todo lo que Rómulo Betancourt le negó a Fidel Castro con un simple pero claro, contundente y decidido “no”, que es como decir vete a la mierda pero en guatireño. Los castro-cubanos se han adueñado, ocupado la vida cotidiana, bases militares, archivos oficiales, centros especializados en interrogatorios, tortura, espionaje, técnica del chivatazo y ahora, en plena ejecución del plan de la patria, también de las discusiones y decisiones del Consejo de Ministros del ex sindicalista. Cuba es una dictadura comunista, y si el usurpador sale del poder, la contrariedad para el castrismo es enorme y muy peligrosa para su estabilidad. Por eso, promoverlo como solución es una pendejada.
Que los castro-cubanos han ocupado el país, es una verdad reconocida y tampoco un secreto; estadounidenses, canadienses, bolivianos, el resto de latinoamericanos y españoles lo saben, estos últimos bobos atienden en su territorio a la sancionada por sus socios europeos, con tanta eficiencia revolucionaria que el mundo se enteró.
El comunismo fidelista y los castrolover son la causa principal de la ignominia que hoy padecen los venezolanos, y que antes vivieron otros. Cuba forma parte del conglomerado delincuencial que tiene secuestrada a Venezuela y jamás negociará la rendición; por eso invitarlo a ser parte de la solución es, por decir lo menos, una candidez virginal e ingenuidad de adolescente. Cuidado y el remedio no es peor que la enfermedad. Solicitar la intervención de “buena fe” a los torturadores que matan, saquearon y saquean a placer; con sistemas de inteligencia y control implacables en las fuerzas armadas, pasaportes, registros, notarías, y ahora su embajador como parte del Consejo de Ministros, es lamentable, atroz si quiera pensarlo.
El melado cubano indigesta, camaradas.
@ArmandoMartini
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