I
Tal y como lo escribí en algún artículo anterior, el pasado mes de junio fue publicada la edición Nº 73 del conocido reporte titulado Statistical Review of World Energy de 2024 (con datos del año 2023). La primera edición del reporte fue publicada en 1952 y esta edición 73 es la segunda bajo la custodia del Instituto de Energía (IE), una organización profesional británica para ingenieros y otros profesionales en campos relacionados con la energía. Dicha institución se formó en 2003 mediante la fusión del Instituto del Petróleo (que data de 1913) y el IE (que data de 1925). Tiene una membresía internacional de unas 20.000 personas y 200 empresas. Su oficina principal está en 61 New Cavendish Street, Londres, Reino Unido.
El contenido de la publicación es amplio y extenso, en esta oportunidad con un pdf de 76 páginas que contiene países e información dura sobre emisiones de carbono (CO2), petróleo, gas natural, carbón vegetal, energía nuclear, electricidad, hidroelectricidad, energías renovables (solar, eólica y biocombustibles) y minerales clave (cobalto, litio, grafito, tierras raras, cobre, platino, manganeso y níquel).
II
En cuanto a la capacidad para generar electricidad con paneles fotovoltaicos a partir de la radiación solar, las estadísticas revelan 59 países con una capacidad instalada de 1,42 millones de megavatios y 81% de esa capacidad, para finales de 2023, se ubicó en los siguientes 10 países y entre paréntesis el porcentaje del total generado por cada uno: China (42,98%), Estados Unidos (9,81%), Japón (6,14%), Alemania (5,76%), India (5,15%), Brasil (2,64%), Australia (2,37%), España (2,19%), Italia (2,10%) y Corea del Sur (1,91%).
Los otros dos países latinoamericanos allí reportados fueron México (0,77%) en el lugar 18, y Chile (0,60%) en el lugar 20.
Cuando se presta atención a la evolución de dicha capacidad instalada en cada país, se observa, para el caso de China, que la inversión fuerte en capacidad fotovoltaica comenzó hace más de 10 años, en 2011, creció exponencialmente y no se ha interrumpido hasta el presente. En el caso de España comenzó incluso antes, en 2007. Sin embargo, en España la inversión en capacidad fotovoltaica se estancó por 5 años, entre 2013 y 2018, para luego volver a arrancar. El estancamiento de España viene viene explicado en parte por la inversión en otro tipo de generación llamada termo solar o «poder solar concentrado» (CSP por sus siglas en ingles). En el caso de Brasil la inversión fuerte comenzó en 2017 y en el de México y Chile en 2014.
Una primera conclusión es que Brasil, México y Chile comenzaron a invertir fuertemente en energía solar, en promedio, hace nueve (9) años.
III
Ya que he mencionado a España y a modo de ejemplo, en el Municipio de Usagre, Provincia de Badajoz, se encuentra la planta fotovoltaica de Núñez de Balboa. Fue puesta en marcha en abril de 2020 y hasta el momento es la más grande de Europa, con 500 megavatios pico de capacidad instalada y 391 megavatios de potencia máxima conectada a la red. Este parque solar permite suministrar energía limpia a 250.000 hogares. Obviando el tema del área requerida para la ubicación del conjunto de paneles solares (1.430.000 paneles solares colocados en 1.000 hectáreas de terreno tal y como puede observarse en la figura que inicia este artículo), la inversión montó a unos 780.000 dólares por megavatio de potencia máxima conectada a la red. Ese, por supuesto, es el costo de construcción, pero el lector no debe olvidar que también hay un costo por mantenimiento de las instalaciones.
IV
Consideremos ahora la posibilidad de instalar 3.000 megavatios en los Andes venezolanos o en cualquier otra región de nuestra geografía. Esta capacidad, al expresarla en moneda según una inversión promedio de 780.000 dólares por megavatio, resultaría en una inversión inicial de 2.340 millones de dólares, lo que representa 11,40% del presupuesto nacional estimado para 2024.
Aunque esta cifra puede parecer imposible, representa una oportunidad para nuestro país de avanzar hacia un futuro más sostenible y autosuficiente energéticamente hablando.
Explorar opciones de financiamiento, tanto internas como internacionales, podría abrir nuevas puertas para el desarrollo de infraestructura energética que beneficie a las generaciones presentes y futuras. La colaboración con países amigos y organismos multilaterales podría ser clave en este proceso, allanando el camino hacia una transición energética que impulse el crecimiento económico y fortalezca la soberanía energética de Venezuela.