Me gusta jugar al backgammon
en las tardes apacibles de mis
días lluviosos tomando una
humeante taza de té
Mientras endulzo el café
de mi amada Aura que me
observa serena desde el lado
contiguo de la mesa de bambú
que nos sirve de receptáculo en
el salón de la antesala del estudio
donde leo a partir de las 4:00 de la madrugada
todos los días sin falta desde hace cuarenta
años sin descanso, sin tregua
hasta que me duelen los ojos y cansados
y enrojecidos me suplican que me detenga
en mi oficio insobornable
Algunas tardes calurosas en el porche
de mi hogar bajo los trinos de inquietos
y volanderos
pájaros oigo la Sinfonía número 1 en do menor. Op.68
de Johannes Brahms
y me dejo llevar por los envolventes y hechizantes
scherzos de carácter patéticos,
atormentados desquiciadores del “más
alemán de todos los compositores alemanes”
Y me abandono trémulo a los vértigos de las
locuaces sublimaciones del desconocido que me
habita sediento de música esquizoide
Aura quita a Brahms y en su lugar
coloca a Dvorak y su Concierto para cello, Op.104
Me dice que últimamente mi espíritu anda
demasiado aquejado de melancolía y no
colaboro conmigo mismo para espantar de mí
lado la tristeza que tanta lastimadura y heridas
causa en mi alma atormentada de meteco insomne.