1. Nadie duda que la mayoría del país procura la salida del régimen encabezado por Maduro. Por supuesto, la condición de minoría de los partidarios de la Banda Presidencial es irrefutable. Así ha sido muchas veces. En la época de Chávez fue un carrusel de mayorías y minorías fluidas, lo que dependía del grado de hastío ciudadano, de un lado, y también de las ofertas que hicieran los próceres rojos, del otro.
2. Sin embargo, con Maduro en Miraflores no ha habido esa oscilación: perdió las elecciones, se las robó y la oposición “no cobró”, y nunca ha sido mayoría. De allí lo inoficioso del alegato según el cual hay que “construir mayoría”, como suele decir Guaidó. Ya existe en forma abrumadora.
3. El asunto es que ya Maduro y sus secuaces no le dan la menor importancia. Asumieron que no tienen al país de su lado y que nunca serán mayoría. Al admitir esa realidad, abandonaron toda idea de conseguir apoyo popular y en su lugar optaron por brigadas de choque organizadas a lo largo y ancho del país.
4. Cuando ellos convocan contramarchas y manifestaciones, en realidad no esperan gente; movilizan unas decenas o centenas de autobuses, pero esos asistentes son la cobertura de una operación militar que consiste en sacar los colectivos armados a la calle. Funcionan como un señuelo para que se diga que sus convocatorias fracasan, mientras la estructura militar que hay por debajo se entrena en la toma de los espacios ciudadanos.
5. No se trata de que al régimen no les importen las fotos. Por eso tienen un aparato comunicacional poderoso que, sin pudor, hace Photoshop y videos adulterados o de momentos distintos. Sin embargo, su interés principal no está en mostrar que son mayoría sino en mostrar que ejercen el poder y que no están dispuestos a soltarlo ante aquella mayoría.
6. En este sentido, la disputa de las fuerzas democráticas no debería ser por ganar el mayor porcentaje de la población que ya tiene sino por convertirlo en fuerza imbatible. Hoy las fuerzas de calle del régimen, sus brigadas de choque y sus unidades militares y policiales antimotines, constituidas por unas centenas o pocos miles, le ganan la pelea en la calle a millones que no tienen cómo defenderse.
7. Obviamente, lo anterior no se resuelve mediante la creación de un ejército opositor, pues no hay cómo ni con qué. En los estudios sobre guerras híbridas (formas más complejas que las asimétricas) se observa que las fuerzas más débiles ganan a las más fuertes cuando libran ataques indirectos. Me detengo aquí para dejar volar la imaginación mía y de mis amables lectores.
8. El régimen se ha quebrado en muchos aspectos y con tal debacle ha arrastrado al país entero. En lo único que no se ha quebrado es en la voluntad de poder que el grueso de la oposición no ha tenido ni tiene.
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