Hace unos días, ese brillante intelectual y amigo que es Carlos Blanco hizo una semblanza de la importancia y trascendencia de Acción Democrática en la historia moderna de Venezuela. Con Carlos tenemos coincidencias y diferencias, pero siempre desde el respeto intelectual.
Sus reflexiones y recuento histórico son una estupenda radiografía de cómo en AD supimos labrar la libertad y la democracia, apoyados en un pensamiento progresista de elevada sensibilidad social. También reconoce Carlos Blanco cuánto arrojo y entrega pusimos los hombres y mujeres del partido, para alcanzar esa tan ansiada libertad y democracia estable. Igualmente, en su relato queda implícito, cómo los gobiernos del partido fueron vanguardia para el posterior avance y modernización de la Venezuela semirural, con la que se encontró AD a la caída de la dictadura, especialmente en el país profundo, caminos adentro de la geografía nacional. Destaca, con acierto, cómo los altos contenidos intelectuales e ideológicos que sustentan nuestras bases programáticas hicieron trascender a AD como una verdadera palanca de transformación y ascenso social.
Aunque Carlos Blanco lo delinea, creo pertinente apuntar que en la etapa de la historia de AD post 1958, ya con las lecciones aprendidas en el trienio, AD encumbrada por su gesta heroica de 10 años de resistencia que el pueblo le reconocía, sin embargo, sentó ejemplos claros de pluralismo. El Pacto de Puntofijo es ejemplo brillante de esa madurez y de esa amplitud. La relación proactiva con el sector empresarial y con el mundo Militar se convirtió en prioridad para el liderazgo de Acción Democrática. Los gobiernos de ancha base testimonian la consciencia que asumió el partido de la necesaria participación amplia, para estabilizar y consolidar el proyecto democrático. La asunción de la alternabilidad democrática selló su compromiso por una democracia sustentable. Igualmente, AD asumió el policlasísmo y la igualdad de oportunidades, como faro esencial de su rumbo político.
Carlos describe bien los hechos históricos de definición ideológica, que nos apartaron de la ruta de la ultraizquierda, hasta avanzar y asumirnos socialdemócratas. En AD se luchó duro por esa definición y los jóvenes militantes de ese tiempo asumimos nuestra equivocación, aprendimos confrontando ideas y confrontando métodos, frente al liderazgo experimentado de AD que en efecto tuvo la razón y se impuso en las bases. Razones que con el tiempo los jóvenes fuimos reconociendo.
AD, tanto en la clandestinidad como en democracia, siempre ha sido un partido con alto sentido de la disciplina y ello no ha impedido nunca los debates y las deliberaciones. A veces a puertas abiertas y a veces en solo en círculos internos. A veces, como decía Gonzalo Barrios, con …” trompadas estatutarias incluidas…”
Hoy ese debate se libra abiertamente en las redes sociales, tan libres como la militancia política de los ciudadanos. También se hace todo lo genuino que permiten los robots y laboratorios de guerra sucia que allí actúan.
A quienes nos rivalizan en los espacios políticos desde siempre, les ha resultado difícil ignorar nuestro peso y nuestro vínculo con el pueblo y el país.
Casi inalterablemente en nuestra historia, no hemos sido favoritos de los dueños de medios ni de los sectores económicos de abolengo. Pero nuestra esencia irreverente, nunca se ha amedrentado antes esa severa adversidad. Justo es reconocer que también nos han tolerado, gesto innegable de lo irreversible de nuestra capacidad de conquistar, repetidas veces en la historia, el favor de las grandes mayorías. Incluso en estos aciagos 22 años, cuando internamente las fuerzas de oposición se han contado, bien en elecciones de base o de revalidación de los partidos, AD ha mostrado su fortaleza y su respaldo militante. Sin embargo, la consigna implacable es AD no existe. Y aunque modestamente, existimos por qué somos parte de quienes no se han rendido, somos un sentimiento nacional.
Nuestra vocación para hacer historia, para siempre estar en el epicentro del acontecer nacional desde el gobierno o desde la oposición, desde la legalidad o desde la clandestinidad y el exilio. Nuestras mayores diferencias han sido con la burguesía y como bien apunta Carlos Blanco con la intelectualidad y los políticos descendientes o derivados del medinismo. Pero AD ha convivido con ellos sin complejos, nuestro acervo intelectual ha estado a la altura de ese desafío y ese ensañamiento de revancha imprescriptible. Digo imprescriptible, porque en AD fuimos capaces de perdonar nuestras diferencias y ellos jamás nos han perdonado. El mejor ejemplo fueron los llamados Notables y la pequeñez rencorosa de su fiscal Escovar Salom, contra un presidente democrático de la talla de Carlos Andrés Pérez.
Desde la salida espuria de CAP del poder, AD no ha vuelto a gobernar, Gobernó Ramón Velásquez, Rafael Caldera, Chávez y ahora Maduro, desde el sector opositor, líderes de otros partidos de oposición han ejercido como gobernadores de los estados más importantes del país (Miranda, Zulia, Carabobo, Bolívar, o alcaldías como Chacao, Petare, Baruta, Maracaibo, Valencia, entre otras). Sin embargo, es lugar común escuchar a opinadores y medios atribuirle a AD la responsabilidad por los males contemporáneos del país. Aunque llevemos cerca de tres décadas alejados del gobierno nacional y de los gobiernos locales con peso político y presupuestario prominente. Los sectores privados han mantenido su línea inalterable de dar soporte económico a otros partidos políticos de oposición, pero nunca a AD, con quienes mantienen sus imprescriptibles diferencias. AD lo ve con normalidad y estos 22 años hemos sido un partido de existencia modesta, sin renunciar a mantener las casas del partido operando en todos los rincones de la patria.
Esos hechos y esas realidades definen el peso político del partido, las altas expectativas y por qué desde la sociedad nos exigen y esperan tanto de nosotros. Es una gran responsabilidad y así lo asumimos.
De esa etapa anterior de AD en democracia, se conoce y comprende hoy mucho más, que del AD en estos últimos 22 años de chavismo.
Es común escuchar o leer enjuiciamientos críticos y sin atenuantes sobre la actuación del partido estos 22 terribles años. Nosotros no rehuimos el juicio de la historia, tampoco negamos nuestros desaciertos y carencias. Pero como dirigente que no he claudicado a mis 91 años, con el aval de una historia pulcra, bien conocida por el país. En este 80 aniversario del partido, inspirada en las múltiples manifestaciones producidas recientemente, es por lo que he decidido comentar algunas de estas realidades.
Desde antes de llegar Chávez al poder y una vez en su ejercicio, nunca dejó de considerar a AD su principal adversario, su más importante y real adversario en el sentimiento popular. Por eso convirtió en su objetivo central liquidar al partido y a su liderazgo. Desacreditar su historia y sus ejecutorias al servicio del progreso del país. Sus herederos no han modificado esa posición, y nos mantienen como su permanente obsesión de riesgo político. Esa realidad en estos 22 años ha convivido con ese otro implacable frente antiadeco de los intereses económicos y las élites descendientes del medinismo. Así AD, bajo ese fuego cruzado ha estado atravesando junto al país este desierto de libertades que todos padecemos.
Más vigentes que nunca están aquellos tiempos ya remotos, de tratar de freír las cabezas de los adecos, hoy visibilizados en el reciente secuestro de nuestros símbolos y bienes partidistas. Con el chavismo y el madurismo no hemos tenido cuartel, ellos lo saben y no están ajenos a nuestra sólida raigambre popular, por eso su saña. Entretanto, el país espera y nos reclama que AD le proporcione la conducción acertada y necesaria, para salir de esta oscura etapa de su historia. Nosotros hemos contribuido como el que más al esfuerzo unitario. Tarea compleja dentro de una oposición numerosa, diversa, plural y muchas veces inmadura. Además, conviviendo con compañeros de ruta que en muchos casos se han sentido empoderados por sus vínculos con factores internacionales, que sin duda ha repercutido muchas veces en los rumbos que en este complejo tiempo histórico han transitado los partidos que seguimos activos y en el país enfrentando a estos déspotas.
Y es que, ante la debilidad democrática impuesta por un régimen autoritario sin escrúpulos, es la solidaridad internacional un factor clave para tratar de compensar esa impotencia institucional.
Hoy a los 80 años de Acción Democrática, bajo el influjo sereno de la experiencia acumulada en una vida ininterrumpida de luchas. Asumiendo que he intentado aportar mi hoja de servicios, para contribuir a salvar la existencia del partido del pueblo en estos 22 terribles años. He sumado mi aporte, mi trayectoria de honestidad y pureza intelectual. Al igual que la inmensa mayoría de nuestros militantes y simpatizantes lo hacen, por eso puedo afirmar que nunca he arriado las banderas ni claudicado en los ideales que adquirí a mi más tierna juventud, al lado de pro hombres como Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevalli. Esos ideales siguen intactos y en mi devenir político los he mantenido inalterables. Siempre alternando y confrontando, con los más importantes dirigentes de la mejor experiencia democrática que ha vivido el país y que fue ejemplo en América Latina y que ahora despectivamente llaman la 4ta República. Esas vivencias se nutrieron del intercambio con políticos de todas las tendencias y creencias ideológicas, con un trato que anteponía los altos intereses nacionales, por sobre las razones o intereses partidistas o de facciones. Muchas veces fuimos capaces de formular grandes consensos, en el terreno de las luchas de la mujer, dimos estupendas lecciones de unidad alrededor de una gran causa. Yo lo hice desde mi condición de líder fundamental de AD y enseñando a mujeres de todas las tendencias, a que si se pueden aproximar relaciones aún entre portadores de líneas distintas de pensamiento.
Hoy el país democrático necesita de ese espíritu, que es el mismo espíritu del 23 de enero de 1958. Hoy Acción Democrática necesita más que nunca la reconciliación entre quienes son y en su espíritu siguen siendo acciondemocratistas. No suma ni aporta al interés superior seguir francotirando hacia AD, cuando el adversario ruin es tan desproporcionadamente poderoso, y no se pueden desperdiciar energías en la confrontación estéril, entre dolientes de una misma causa y un mismo ideal que es la libertad y la democracia.
Es fácil enjuiciar desde el recuerdo los esfuerzos acertados y equivocados que hemos realizado los dirigentes de AD en este tiempo inédito. Hemos dado frente al empeño chavista para hacer desaparecer al partido. Con sacrificio hemos mantenido vivo y funcionando este gran partido, que es consustancial a la existencia de la vocación democrática venezolana. Pero no podemos negar ni negamos, las carencias, los errores, las sobrevenidas traiciones, las diferencias actuales con los tiempos gloriosos de AD. Estamos tan maltrechos como lo está la República. Tan maltrechos como está la democracia venezolana de hoy. Tan maltrechos como está la economía del presente. Tenemos una militancia dispersa y maltrecha, tan dispersa y maltrecha como está la diáspora de la población venezolana. Pero una militancia con el coraje intacto y dispuesta, al igual que este histórico partido, a darlo todo por la libertad y la democracia.
Es que AD es reflejo de la vida del país: cuando AD está mal, el país está mal. Son páginas de un mismo acontecer, no ha habido ni habrá tiempos de libertad y prosperidad para el país, sin que AD tenga un papel esencial en esos logros y conquistas.
Por eso en este 80 aniversario de AD, junto al compañero Henry Ramos y el resto de la Dirección Nacional y Regional del partido, invito a los que nos siguen y los que nos adversan y a los que nos disienten desde las mismas filas de la causa opositora, a diferir los ataques y controversias con nosotros, con AD, y concentrar todos las energías, juntos, sí juntos, en la única causa que es impostergable, que es recuperar la democracia perdida y la libertad de un pueblo, que paga día a día altas cuotas de sacrifico y destrucción.
Venimos de una etapa fallida, estamos iniciando un camino más empedrado aún, para tratar de retornar a caminos de recuperación de espacios de participación democrática. Mantenemos en ello esfuerzo común con los aliados internacionales y los compatriotas en el exilio. El mundo libre apuesta por los esfuerzos de México y el regreso a la ruta electoral. Son infinitas las reservas hacia este camino, pero la gravedad del momento y los malos resultados del pasado inmediato no ofrecen ninguna otra alternativa. Nosotros, más afectados que nunca para esa labor, por la usurpación de nuestros símbolos y activos, mantenemos la línea de nuestra historia: Vota por la Unidad para rescatar la tarjeta blanca. Cada quien tiene en estas horas de definición que asumir su cuota de responsabilidad con la historia, nosotros nos empinaremos en la causa unitaria, como norte indispensable para poder avanzar. Avanzar, pues claudicar nunca.
Adelante a luchar milicianos. Viva Acción Democrática.
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