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Más que un debate

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Venezuela ha sido tema de discusión en el Congreso de los Diputados de España a partir de una propuesta del Partido Popular para que se reconozca a Edmundo González Urrutia como el presidente electo en las presidenciales del pasado 28 de julio. Un debate importante para la causa democrática de nuestro país en un momento delicado en el que es necesario reforzar el apoyo de la comunidad internacional al restablecimiento de la soberanía popular y, por tanto, a perseverar en el desconocimiento de Nicolás Maduro.

No es para nada menor que la iniciativa haya contado con la mayoría parlamentaria para su aprobación, aunque no signifique un mandato obligante para el gobierno de Pedro Sánchez. Los votos a favor del Partido Nacionalista Vasco (PNV), habitual socio de la coalición al mando, hicieron viable la propuesta. «Venezuela no admite matices», dijo el vocero vasco Aitor Esteban. Es decir, las constataciones de lo que ocurrió en Venezuela son muy claras: las actas publicadas otorgan la victoria a la oposición y la feroz represión deja al descubierto el fraude perpetrado. 

El Partido Socialista Obrero Español y el gobierno que encabeza tendrán que hacer buenas sus intenciones de analizar con sus socios de la Unión Europea el reconocimiento de Edmundo González. En esa perspectiva, el acuerdo político alcanzado en el Congreso de los Diputados es un acicate y un recordatorio de que la lucha por la causa democrática -en cualquier parte, como le gusta destacar a Sánchez- es un verdadero compromiso que no puede quedar sujeto a esa zona difusa de las mediaciones. 

El gobierno de España, y los demócratas del mundo, no pueden conformarse con poner al presidente electo de los venezolanos bajo protección. La gran pregunta es cómo se desarrollan herramientas e iniciativas de todo tipo para ayudar a que la soberanía popular se restablezca en un país que, como el nuestro, libra una lucha desigual y sin desmayo frente a una tiranía.  

Es una tarea compleja y ardua, cierto, pero con zigzags se pierde de antemano. No ayuda al PSOE su extensión más a la izquierda anclada en el mundo de la “Guerra Fría” y ojalá no funcione como rémora, tan solo, para que la democracia se defienda por encima del cálculo, también tan solo, del color político. La lucha por la democracia sin adjetivos requiere miras más altas y convicciones inquebrantables.

Los venezolanos han dado muestras de un coraje a toda prueba. Un cuarto de siglo de avances y retrocesos, de chocar una y otra vez con la misma piedra. Su pueblo, y su reconocido liderazgo, no claudican en su deseo de vivir en libertad.

 

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