Es claro que parte de los problemas políticos actuales en nuestro país se deben a no contar con partidos políticos realmente institucionalizados que presenten programas y doctrinas partidarias acordes a nuestra realidad, y que formen una militancia fiel y organizada. En algunos casos, existe cierta esperanza en que los partidos tradicionales puedan cambiar esta realidad con sus relanzamientos y reestructuraciones orgánicas y programáticas. Sin embargo, hasta el momento, no podríamos estar seguros de que ello ocurra, ya que no vemos señales claras respecto a la renovación partidaria de dichas agrupaciones políticas.
Lo que sí se ha visto en los últimos años son las intenciones de constituir nuevos partidos o agrupaciones. Y está bien que los ciudadanos tengan la iniciativa de formar organizaciones políticas para poder ejercer sus derechos políticos. Pero dichas iniciativas deberían generar en la población la convicción de que tales agrupaciones políticas actuarán de manera responsable y seria, mostrando un interés superior al de sus promotores o dirigentes, proponiendo ideas y programas basados en la realidad nacional.
Sin embargo, en muchos casos, no se ha percibido que ello ocurra. Más bien, da la impresión de que cada agrupación nueva o con intenciones de inscribirse no cuenta con propuestas sólidas y claras, ni cuenta con una estructura organizativa idónea que incentive la participación partidaria guiada por convicciones políticas.
Pareciera que los promotores o dirigentes fueran los que quisieran ser los próximos caudillos que desempeñen la labor de jefes de partido. No hemos visto que estas organizaciones presenten a más de un par de dirigentes. Incluso, en algunos casos, solo se muestran públicamente aquellos que ya han tenido cierta participación política en el pasado. Asimismo, no vemos organizaciones que integren dentro de su dirigencia a ciudadanos de otras regiones del país. Y esto es importante, ya que necesitamos verdaderos partidos políticos de alcance nacional.
En ese sentido, es necesario que tengamos partidos políticos sólidos, que conecten con la población mediante programas partidarios e ideas concretas y realistas, y que no busquen ser solamente el vehículo político de sus dirigentes. El personalismo también hace daño a nuestra democracia.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú
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