Esta fotografía refleja una amplia panoplia de victorias y derrotas políticas para reseñar en la historia política de Venezuela, a lo largo de más de medio siglo.
Los raseros de la historia siempre son implacables a la hora de hacer juicios y dictar sentencias frente a la opinión pública, como el que puede derivar de esta gráfica del 13 de diciembre de 1994.
El encuentro al pie de la escalerilla del avión de Viasa en el vuelo Caracas-La Habana entre el teniente coronel Hugo Chávez y el comandante Fidel Castro, esa noche decembrina fue la primera victoria política del militar venezolano en su carrera hacia el poder en la presidencia en la república. Para el líder cubano, después de la derrota militar en Venezuela durante la aventura guerrillera fue la apertura de una seguidilla de triunfos políticos al final de su vida aupados por su nuevo aliado venezolano. Ese abrazo, una expresión de honores de jefe de estado, entre ambos líderes borró en la fuerza del apretón el rotundo y categórico NO que le había expresado Rómulo Betancourt en su casa de habitación siendo presidente electo, cuando el 23 de enero de 1959, el barbiespeso cubano le solicitó la ayuda petrolera para financiar la revolución y socialismo continental y globalmente. Cuarenta años después toda la estructura de la principal industria y fuente de riqueza venezolana pasó a las manos de la revolución cubana con el hombre de Fidel en el país encabezando las más importantes decisiones en Pdvsa, el ministerio del petróleo, de energía y en la vicepresidencia de la república para usar el crudo venezolano como arma geopolítica al servicio del socialismo del siglo XXI. Alí Rodríguez Araque (a) Fausto asumió ese rol refrendado para la revolución en la gira mundial de Chávez que inició el 6 de agosto de 2000 de nueve días, que lo llevó a Arabia Saudí, Irak, Irán, Libia, Indonesia, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Nigeria y Argelia; y que cierra exitosamente cuando el rey de Arabia Saudita mientras hablaban de caballos árabes le dijo “comandante dirija usted la estrategia de la OPEP”. Esta imagen es un aldabón victorioso para la revolución y una derrota para los venezolanos. El domingo 6 de diciembre de 1998 el entonces candidato presidencial Hugo Chávez ganó las elecciones con el 56,20 % de los votos. 3.673.685 electores certificaron en las urnas una victoria para la revolución cubana y el poder de esa fotografía que en el tiempo se convirtió en una derrota para todos. Un harakiri político.
Agarrados en ese hilo de fracasos repasados y confirmados en ese abrazo, se entierran los triunfos logrados en los teatros de operaciones para el combate a las guerrillas alentadas desde La Habana y la política de pacificación iniciada desde el gobierno de Raúl Leoni y explotada políticamente por el de Rafael Caldera. De cierta manera esa foto revierte el triunfo de la democracia iniciada el 23 de enero de 1958 frente a los golpes de El Carupanazo, El Porteñazo, El Barcelonazo, el 4F y el 27N. Toda esa epopeya que muy bien puede ilustrarse en otra imagen histórica y ganadora de un premio Pulitzer que muestra al padre Luis María Padilla, capellán de la Base Naval abrazado al moribundo cabo primero Andrés de Jesús Garcés del batallón de infantería Piar en la esquina de la alcantarilla en Puerto Cabello el 2 de junio de 1962. El abrazo de Chávez y Castro la eclipsó políticamente y la difuminó militarmente. Como a toda la épica militar escrita en la punta de los fusiles y con la media bota de campaña calzada por los militares enfrentados a emboscadas, secuestros, tomas de poblaciones, incursiones a cuarteles y atentados, hasta la fecha.
Un liquilique y una guerrera de campaña. Ambos atuendos de verde militar. Chávez sin cubrecabeza y Castro con su impecable cristina de combate. Hugo recién salido de la barbería e hipnotizado por Fidel con su barba como llegando de la Sierra Maestra. Todo ese embelesamiento de Chávez es digno de un capítulo adicional para ese excelente libro de José Luis Uzcátegui y Eleonora Bruzual titulado Los hombres que erotizó Fidel.
Ese apretón también fue un knockout para todos los generales y almirantes que se embarcaron en la conspiración de los años 80 conocida como de Los Notables civiles y militares que se quedaron como la guayabera y convidados de piedra el 4F en el quinto piso del ministerio de la defensa y los alrededores de Fuerte Tiuna esperando que el general Santeliz Ruiz detuviera en el palacio de Miraflores a Carlos Andrés Pérez para luego ir a formar gobierno. Entre Chávez y Castro se quedaron asfixiados y boqueando también en ese abrazo el autor de Golpe y Estado, Las lanzas coloradas, Oficio de difuntos y su ataché conjurado, y otros escritores de libros exculpatorios ante el cuartelazo de ese martes de febrero.
El más emblemático espaturramiento político de ese abrazo entre Cuba y Venezuela, entre una vieja dictadura y otra que se estaba gestando, entre una tiranía con toda la barba y otra recién rasurada y lista para oprimir cuatro años después, entre 36 años de revolución en la isla con todo un historial de muertes, de hambre, de miserias, de cárceles, de persecuciones y exilios, y una democracia lista para endosarse ingenuamente todo ese inventario de agravios al pueblo desde cero en la contabilidad de su historial político; lo fue el entonces presidente Rafael Caldera y todos los ex candidatos presidenciales para las elecciones del año 1993, los miembros de la sociedad civil y los 911 firmantes de la bienvenida al comandante Fidel en 1989. Todos fueron complacidos en el discutido sobreseimiento de la causa no instruida a Hugo por los muertos y los daños institucionales del golpe del 4F. En esa medida de gracia todos fueron sobreseídos. El saludo los sentó después en el banquillo de los acusados y los sentenció luego en justicia. Incluyendo al comandante en jefe de las fuerzas armadas nacionales que suscribió la decisión que le abrió la puerta del calabozo en Yare el 26 de marzo para de allí salir raudo a estrecharse con Fidel al pie de la escalerilla del avión esa noche de diciembre de 1994. En ese estrujón estaba también agónico y sudoroso, tratando de zafarse, el presidente Carlos Andrés Pérez en toda su ingenuidad y la subestimación que le dio al golpe desde el primer día que se lo anunciaron y lo taparearon en complicidad y encubrimiento los generales y almirantes de su alto mando militar .
Toda esa historia desde la reunión de Fidel con Rómulo el 23 de enero de 1959 pidiendo un fiao de petróleo hasta la juramentación formal de Hugo en la Asamblea Nacional el 2 de febrero de 1999 como presidente de la república ante un Caldera estoico, imperturbable y ausente, y con una “moribunda constitución” sostenida por el coronel presidente de la asamblea nacional, está reflejada allí en ese abrazo.
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