El riesgo de los -ismos es que muchas veces se autodefinen a partir de la negación de lo distinto, acercándose peligrosamente a la línea que los separa de las ideologías. Durante la Guerra Fría el conflicto entre comunismo y capitalismo se centró más en la negación del otro modelo que en el reconocimiento de las bondades del propio, de hecho, todavía hoy los defensores del primero suelen partir de la crítica del segundo. El nazismo fue también la negación de aquello que era distinto, y que se percibía como una amenaza. Incluso el humanismo, por el que se pudiera tener una mayor simpatía, parte del hombre como centro en contraposición (¿negación?) de Dios.
En tiempos más recientes viejos -ismos han resurgido y otros nuevos han nacido. En el grupo de los primeros quizás el de mayor relevancia es el nacionalismo, el cual centra su atención en el reconocimiento de quienes integran la nación, los ciudadanos, en contraposición a todos los demás. La pandemia del covid-19 ha dejado claro esta preponderancia de lo nacional, más allá de las colaboraciones trasnacionales en el ámbito de la investigación para el desarrollo de la vacuna, la prioridad ha sido lo nacional (fronteras cerradas, competencia por adquirir vacunas, entre otros). Estos nacionalismos han ido acompañados de temas étnicos, tensiones por aspectos migratorios, y la exacerbación de lo local.
Entre los nuevos -ismos, al menos desde el punto de vista de su masificación, uno que ha cobrado gran relevancia es el feminismo. Este -ismo es particularmente delicado pues gran parte de su discurso se sostiene sobre heridas abiertas, muchas de ellas avivadas diariamente con la violencia de género, la discriminación, y una gran cantidad de situaciones que confirman los planteamientos de fondo. Sin embargo, como todo -ismo, pudiera estar muy cerca de convertirse en ideología, lo que lamentablemente desvirtuaría sus luchas y las reivindicaciones que bien merece. Los movimientos feministas tienen el deber de convertir las frustraciones (comprensible) en agendas constructivas, y muchos lo están haciendo.
Todos los -ismos de alguna manera implican cierta renuncia a lo relativo, es decir tienden a tener como cristal a través del cual ven el mundo un conjunto de preceptos, y en ese sentido son primos de las ideologías. Sin embargo, esto de por sí no es negativo, de hecho, todos los seres humanos tratamos de comprender el mundo desde un conjunto de conceptos preconcebidos. El problema está cuando no existe conciencia de esos sesgos, lo que automáticamente genera una barrera con aquellos que tienen una visión distinta, olvidando que lo diferente no necesariamente implica antagonismo, y que por el contrario puede representar complementariedad.
Uno de los grandes retos del siglo XXI va a ser enfrentar la paradoja de un mundo más globalizado en el que las ideologías proliferen, y en este contexto la racionalización de los -ismos es fundamental. Racionalizar implica desarrollar ideas, en lo posible teorizar, y a partir de ahí establecer agendas de acción. Unos -ismos más que otros han avanzado en esa línea, algunos desde sus inicios y otros luego de haberse percatado que la única manera de no terminar en conflictos violentos es a través de cierta racionalidad. Pero no basta la razón, una ética superior es necesaria, reconocer un conjunto de principios comunes fundamentales es impostergable, esa es la pieza clave que puede permitir la unidad entre lo diferente.
Esos principios pueden ser diversos, y la humanidad se ha debatido por largo tiempo tratando de definirlos (y en ocasiones imponerlos). Sin embargo, a nivel personal es mucho lo que se puede hacer, y sin duda el primer paso es reconocer que todos tenemos algunos -ismos a través de los cuales vemos el mundo, los que invariablemente nos llevan a sesgos. Una vez que se reconoce ese hecho tendremos la posibilidad de aceptar que hay otras maneras de comprender el mundo, y que es solo a partir del diálogo que será posible construir visiones conjuntas, sin que esto necesariamente implique la imposición de una sobre otra. Este reto es complejo, y por lo tanto vale la pena asumirlo.
@lombardidiego