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Quise dejar pasar el ruido que genera el 8 de marzo para escribir lo que representa esta fecha para mí. Me parece que se ha desvirtuado lo que se conmemora –no celebra- ese día. Pasamos de un día para recordar la necesidad de reivindicar los derechos de la mujer para vaciarnos con «slogans» como #niunamenos; buscar igualdad a ultranza; distorsionar el lenguaje con la inclusión forzada o inventar palabras como sororidad cuando el mensaje perfectamente se envía con la palabra solidaridad.
Como liberal, y ante un ambiente colectivista, de feminismo radical o feminismo sin sentido ni propósito, puedo pecar e irme a los extremos. Por ejemplo, entre mis lecturas incluía a muy pocas mujeres. La excepción era Ayn Rand.
Gracias a un pertinente llamado de atención de mi querida Gisela Kozak, me di a la tarea de ser más variada en mis lecturas. El resultado no pudo ser mejor. En Némirovsky, Yourcenar, Duras y Hanff he encontrado un espejo, una entrañable compañía, una invitación para iniciar mi proceso de introspección.
Para mí el 8 de marzo es recordar los valiosos aportes de las mujeres a la humanidad. En este caso, los aportes de mujeres inteligentes y reflexivas para la literatura.
Sólo citaré algunos pasajes que reflejan la sensibilidad y profundidad de estas mujeres maravillosas:
Suite francesa de Irène Némirovsky
Novela póstuma porque su autora falleció en el campo de concentración de Auschwitz y que fue recuperada gracias a sus hijas, quienes se salvaron milagrosamente del destino de sus padres. Esta novela denuncia el colaboracionismo de Francia durante la Segunda Guerra Mundial.
«…Parecen provocados por fulano o mengano, o por determinada circunstancia; pero ocurre como en la naturaleza: a un periodo de calma le sucede la tempestad, que tiene su comienzo, su punto culminante y su final, y a la que siguen otros periodos de tranquilidad más o menos largos. Por desgracia para nosotros, hemos nacido en un siglo de tempestades, eso es todo. Pero al final se apaciguarán.»
(Ediciones Salamandra, S.A., Navarra, 2009, p. 220).
«La certeza de mi libertad interior –respondió Maurice tras un instante de reflexión-, que es un bien precioso e inalterable, y de que conservarlo o perderlo sólo depende de mí. De que las pasiones llevadas al extremo, como ahora, acaban por apagarse. De que lo que ha tenido un comienzo tendrá un final. En una palabra, de que las catástrofes pasan y hay que procurar no pasar antes que ellas, eso es todo. Así que lo primero es vivir: Primum vivere. Día a día. Vivir, esperar confiar.»
Ibidem, p. 221.
«Felices o desgraciados, los acontecimientos extraordinarios no cambian el alma de un hombre, sino que la precisan, como un golpe de viento que se lleva las hojas muertas y deja al desnudo la forma de un árbol; sacan a la luz lo que permanecía en la oscuridad y empujan el espíritu en la dirección en que seguirá creciendo.»
Ibidem, p. 222
El amante de Marguerite Duras
Novela de corte autobiográfico que reconstruye algunos años de la adolescencia de la autora, durante la Indochina colonial, cuya vida estuvo sumida en la pobreza y una difícil relación con su madre.
«Nuestra madre no previó aquello en lo que nos hemos convertido a partir del espectáculo de su desesperación, me refiero sobre todo a los chicos, a los hijos. Pero, si lo hubiera previsto, ¿cómo hubiera podido silenciar lo que se había convertido en su propia historia? ¿Hubiera hecho mentir su rostro, su mirada, su voz, su amor? Habría podido morir. Susprimirse. Dispersar la comunidad invivible. Hacer que el mayor fuera separado de los más jóvenes. No lo hizo. Fue imprudente, fue inconsecuente, irresponsable. Era todo eso. Vivió…»
(Tusquets Editores, S.A., Barcelona, 1985, p. 72)
Memorias de Adriano Marguerite Yourcenar
Novela de corte histórico que recrea las memorias del emperador romano, Adriano, quien a pesar de los excesos propios de la época y de su posición, maravilló a la autora por su sabiduría.
«Trajano había llegado a ese momento de la vida, variable para cada hombre, en que el ser humano se abandona a su demonio o a su genio, siguiendo una ley misteriosa que le ordena destruirse o trascenderse.»
(Edhasa, Barcelona, 1982, p. 62)
84, Charing Cross Road de Helene Hanff
Intercambio epistolar entre una escritora norteamericana y su librero inglés a lo largo de 20 años que muestra su amor por los libros y la cara del mundo las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial.
«Les envío saludos de América…, de esa amiga infiel que está derrochando millones en reconstruir Japón y Alemania, mientras permite que Inglaterra pase hambre.»
(Anagrama, Barcelona, 2002, p. 45)
Pero este día no es sólo para reconocer y recordar la labor de mujeres excepcionales ampliamente conocidas. También es agradecer la presencia a diario de mujeres que me hacen un mejor ser humano.
Este artículo, como trato de hacerlo todos los meses de marzo, se lo dedico a mi mamá, mi prima, Nasly U., Mayra A., Vanessa V., Rocio G., Corina Y., Flavia y Adriana P-F., Elisabetta B., Marianella C., María Elena G, Alicia M., Alicia S., Gaby D., Anais F., Juli S.
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