Sábado. En el desierto, cerca de la frontera de Gaza, cientos de jóvenes bailan al peculiar compás de la música electrónica. A la distancia aparecen enjambres de parapentes que descienden sobre ellos. Una vez en tierra, empiezan a matarlos a mansalva. También secuestraron mujeres, violándolas y exhibiéndolas como trofeos de guerra, cuidándose de grabar todo en videos que subían inmediatamente a la red.
Otros grupos, trasladándose en camionetas, entraron a pequeños poblados, matando a los lugareños que recién desertaban temprano en la mañana, secuestrando a niños pequeños a los que luego maltratan, filmándolo todo. Una brutal orgía de odio, con más de mil muertos. Su furia asesina no distingue nacionalidad. Frente a personas desarmadas mostraron el peor sadismo, regocijándose del sufrimiento infligido.
Los autores son integrantes de Hamás, grupo extremista islámico, financiado por Irán, que busca no sólo la desaparición del Estado de Israel, sino también de todos los no musulmanes y todos los musulmanes que no comulgan con su particular visión del Islam. Genocidas al cubo.
La sorpresa fue completa. Los temidos servicios de información israelís fallaron. Por mucho que se armen historias conspirativas al respecto, los espías y sus jefes, por inteligentes que sean, fallan. A veces hay tantas informaciones que es casi un acertijo relacionarlas correctamente y determinar cuáles son ciertas e importantes y decidir al respecto.
Según múltiples reportes periodísticos, los propios integrantes de Hamás estarían sorprendidos por el “éxito” de su mortal operativo. Pero, más allá de eso, debemos enmarcar esta agresión en un contexto más grande, uno en que los dioses de la guerra muestran su furia y llaman a los hombres al combate.
Primero, Israel había acotado el alcance de los ataques de Hamás, lo que podría haber generado una cierta complacencia. Incluso, según leo en ciertas publicaciones, Israel estaba relajando restricciones relativas a permisos para trabajar en el país, lo que supondría un importante alivio económico para muchas familias de Gaza. Al mismo tiempo, es menester recordar que esa población depende de Israel para todos sus suministros y necesidades, por lo que atacar de esta forma es suicida.
Segundo, los países árabes del Golfo Pérsico e Israel vienen componiendo sus relaciones, desde los Acuerdos de Abraham adoptados en las postrimerías del gobierno de Trump. El paso siguiente es la normalización de relaciones con Arabia Saudita, el premio mayor, la que avanzaba a paso seguro, que, de concretarse, sería un golpe durísimo al actual liderazgo palestino. Nada más oportuno que descarrilar este proceso.
Tercero, hace pocas semanas el gobierno de Biden entregó 6.000 millones de dólares a Irán como parte de un canje de prisioneros. Irán es el gran respaldo militar, político y económico de Hamás. Es muy improbable que iniciasen este ataque sin el visto bueno de los Ayatolás en Teherán. El régimen iraní está cada vez más acorralado, enfrentando extendidas protestas internas. Muy conveniente desde su punto de vista promover un conflicto existencial con Israel, mejor aún si lo hacen con dinero provisto por EE.UU.
Cuarto, Moscú enfrenta un similar predicamento por el estancamiento de su “Operación Especial” en Ucrania. Putin y los Ayatolas son aliados cercanos y al primero le resulta conveniente distraer la atención de EE.UU. y Europa, en un momento en que la guerra en Ucrania entra en una fase crítica. También es una manera en la que Putin le dice a Washington: te puedo causar problemas en cualquier lado, en cualquier momento.
Quinto, la política de Hamás siempre ha sido utilizar a la población de Gaza como escudos humanos, maximizando las víctimas civiles de cualquier operación israelí para deslegitimarla. Una lógica perversa pero efectiva. Desafortunadamente para Hamás, dado el salvajismo de sus integrantes, Israel no tendrá compunciones a la hora de contratacar. La existencia de víctimas y desparecidos de muchas nacionalidades, incluida la peruana, no los ayuda.
Los enfrentamientos con migrantes en Europa se han convertido en un gran irritante político, lo que ayuda indirectamente a Israel. Igualmente, la absurda política del gobierno demócrata en Estados Unidos de favorecer acuerdos con Irán, el patrón de Hamás, la cual queda desacreditada, por lo que el Departamento de Estado tratará de alejarse de ella rápidamente. En ese sentido, el gobierno de Netanyahu tiene una oportunidad dorada para someter a uno de los más tercos y sanguinarios enemigos de Israel. La aprovecharan al máximo, sin dudas ni murmuraciones.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú