El equivalente a la música norteña mexicana, en el sur del continente americano, sería la música sertaneja (procedente del sertão, los senderos agrestes, semiáridos del nordeste del Brasil). Los géneros se acercan en la proveniencia rural y campesina, y con raíces culturales hundidas en un machismo cavernícola. La diferencia entre los pegajosos sones radica en que algunos compositores de las regiones que describió magistralmente Euclides de Acunha, han tenido el sabio propósito de denunciar la violencia contra la mujer y adoptar letras de canciones, con el despliegue de una coloquial reivindicación de derechos. Aunque debemos tener presente que Chico Buarque, 40 años atrás, ya escribía algunas de sus letras desde la perspectiva femenina, inaugurando una visión con una óptica emocional inédita.
Duele que una artista notable, con más de 40 millones de seguidores en redes sociales y ganadora de un Grammy Latino, haya perdido la vida trágicamente. Traduzco de modo apresurado dos de sus éxitos musicales —sin el propósito de hacer versiones para ser cantadas—. Marilia Mendoça, quien perdió la vida a los 26 años en el accidente de un avión que se desplomó sobre una pequeña cascada —ironía cruel si fue “Hija de Iemanjá”—, conocida como la “reina del sufrimiento”, por sus válidos lamentos amorosos, acabó su productiva y corta vida en Minas Gerais, la tierra de Guimarães Rosa, autor de la célebre novela Gran Sertón, Veredas.
“Cambiarse de banqueta”
Si alguien pasa a su lado, quédese callado,
no la apunte con el dedo, no la juzgue tan temprano,
ella tiene motivos para estar allí;
lo de usted es un prejuicio: vivió tanto desprecio
que hasta Dios duda y llora allá arriba.
Era solo una niña que dedicó la vida a “amores de quinta”
y claro, que ella ya soñó en casarse un día,
no estaba en sus planes
ser la vergüenza de su familia.
Cada uno que pasó se llevó un poco de su vida
y lo que quedó, ya lo vende en la esquina.
—Para tener el cuerpo caliente yo congelé mi corazón;
para esconder mi tristeza
me maquillé a prueba de agua.
Hoy usted me ve así y cambia de banqueta,
solo sepa que amar duele mucho más
que el asco que su cara me muestra.
Para tener el cuerpo caliente, yo congelé mi corazón;
Para esconder mi tristeza
me pongo tacones altos y uso minifalda.
Hoy usted me puede ver así y cambiar de banqueta,
pero si supiera un tercio de mi historia
me abrazaría, no me lanzaría piedras…—.
Marilia, de tono de voz tan grave que llegó a frustrarse de niña, y además un profesor se burló de ella cuando le confió que aspiraba a cantar, se dirigía el viernes pasado a uno de los primeros espectáculos que le permitía realizar la distensión de medidas sanitarias frente a la pandemia. Sus presentaciones solían sobrepasar casi siempre a los 10.000 asistentes, con una extraordinaria concurrencia de jóvenes mujeres. Tan solo su sepelio congregó, de un día para el otro, en Goiania, a más de 100.000 personas.
Simone, Caetano Veloso y otros talentosos cantantes y autores han lamentado la tragedia que trunca una bella carrera, también de militante, producto de la especie de un mal fario que se ha cebado en varios músicos de este género: casi media docena fallecidos también en accidentes aéreos o de autos. La pérdida de este talento notable, que recreó el género usualmente tratado por hombres, con su movimiento denominado “feminejo”, nos trae a la memoria el despliegue de conciencia social que ejecutaron Joan Báez, Violeta Parra, Mercedes Sosa y Amparo Ochoa en México.
En un video casero, presentado por la locutora Teresa D’Avilla, al que podemos asistir a través de Facebook Watch, ha quedado grabado más que una célebre canción antimisógina, una oportuna reivindicación:
“Tú no me mandas”
Quítame las manos de encima,
cuando te conocí no eras así.
No tengo que darte, no te debo explicaciones
no me das miedo con tus amenazas.
Lo que para ti solo son celos,
son tu enfermedad y no lo asumes;
tu amor está mal acostumbrado,
gritas y prohíbes.
Tú no mandas en mí:
yo sé a dónde debo ir
y sé lo que puedo vestir.
Si todo lo que hago te incomoda,
sabes ya dónde está la puerta.
Si un día yo cambiara para agradarte
juro que me cambiaría de nombre.
Me quieres enseñar a ser mujer
pero primero aprende tú a ser un hombre.
Este emotivo y enérgico mensaje convertido en canción da inicio así: En 2020 la Central de Atención a la Mujer registró un caso de agresión a cada 5 minutos.
Y luego concluye, diciendo: Tú no estás sola. Llama al 180, Servicio Social de Atención a la Violencia contra la Mujer.
Finalmente, considero que la tradición de la música popular brasileña gana ahora un legado de alto compromiso social, además de una sana rebeldía poética que podría preservar, salvar vidas.