OPINIÓN

Mariahé, se nos enfrió el café…

por Alexander Cambero Alexander Cambero

Una llamada telefónica me hizo escuchar la voz de la colega periodista Mariahé Pabón, una columna nuestra publicada en el diario El Tiempo de Bogotá había llamado su atención, y más cuando supo que estaba postulado al premio Simón Bolívar, el más grande lauro comunicacional del vecino país. Ella pensaba que éramos paisanos; ya que ese galardón es exclusivo para profesionales neogranadinos. Le aclaré mi venezolanidad hasta el punto de hablarle de mi dirección en Duaca. Soy larense a mucha honra, le indiqué con vivo orgullo. La confusión estuvo en un trabajo nuestro intitulado: «En los ojos de Ingrid Betancourt», el cual logró amplia difusión en toda Colombia. La antigua editora del diario El Tiempo María de la Torre, nos postuló sin importarle mi nacionalidad. Eso ocurrió en años sucesivos (2009-2010) Aclarada la duda pasamos a otros temas.

Recuerdo que le dije que conservaba muchos de sus trabajos, entre ellos: la nota que le realizó al presidente Carlos Andrés Pérez, con motivo de la nacionalización petrolera, cuando el primer mandatario nacional daba el ejecútese el 29 de agosto de 1975 a la Ley que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos, la cual entró en vigencia el 1° de enero de 1976. Sus deseos de lograr la exclusiva merodeaban en su temple de acero. Días después de la firma estaba Mariahé Pabón, haciéndole una entrevista que fue publicada en muchos medios del continente. Esa joya la llenó de reconocimientos.

Recordó los pormenores y cómo logró aquel encuentro que todos lo colegas deseaban, gracias a su cercanía con el presidente. Su marcado acento santandereano le daba mayor sonoridad al diálogo que discurría festivamente. Los mágicos instantes nos trajeron gratas reminiscencias de sus célebres entrevistas en El Nacional.

Recuerdo que los domingos buscábamos sus crónicas para devorar aquellos maravillosos trabajos. Tenía un lúcido estilo que nos deleitaba a todos. Su magia conquistaba con párrafos donde crecía la perfección. El manejo de los personajes lo hacía con maestría. No existía desperdicio en las cuartillas, exprimía al entrevistado hasta dejarlo exangüe ante los ávidos lectores. Una seductora nata con el embrujo de unas palabras que resplandecían como relámpagos. Ella era la vedette que transformaba al tema más insulso en algo soberbio. Seguimos hablando muy seguido. Planificamos tomarnos un café en su residencia caraqueña. Lo organizamos en varias oportunidades, pero algo surgía que posponía el encuentro. Su viaje a Miami enfrió la taza del aromático hasta la posteridad.

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