María Corina Machado
Foto AFP

La semana pasada, desde el comando de campaña de María Corina Machado, trascendieron ciertas informaciones que pusieron a pensar a unos cuantos.

Entre otras, una realmente no tan sorpresiva destacaba que en caso de celebrarse finalmente las elecciones primarias el 22 de octubre, y de concretarse, como señala el pulso del país, la victoria arrolladora de MC, de ninguna manera cedería ella su condición de candidata presidencial y de líder de la oposición (bien ganada a través del voto soberano) a alguno de los contendientes no inhabilitados, aun cuando en el seno de la Plataforma Unitaria decidan algún método de sucesión de cara a las todavía no anunciadas elecciones presidenciales.

Ante este escenario, el dilema acerca de cuál curso de acción es más conveniente para el país opositor y democrático sigue presente. Para MC son el resto de los factores democráticos de oposición los que deben sumarse a la causa liberadora que ella impulsa y no permitir que el régimen se salga con la suya imponiendo al candidato opositor que garantice su continuidad.

Por cierto, los mismos equipos asesores de la candidata de Vente Venezuela han manifestado que, en caso de encontrar resistencia por parte de los demás factores de la oposición a la postura de seguir hasta el final, ello no representaría problema alguno en virtud del masivo apoyo con el que cuenta MC que la ubica muy por encima en las preferencias respecto a los demás partidos y candidatos opuestos al régimen. En otras palabras, para Vente Venezuela, con o sin apoyo de los partidos que conforman la llamada Plataforma Unitaria (porque los demás fatores que se dicen de oposición no cuentan realmente), MC vencería a Nicolás Maduro en cualquier escenario electoral con condiciones medianamente aceptables.

Cabe apuntar que, al margen del consenso que existe acerca de la necesidad de una estrategia unitaria opositora, desde que MC asomó sus aspiraciones presidenciales, la visión y estrategia de su tolda política ha descansado en la tesis de la polarización. Esto significa que, por un lado, estaría el régimen y los otros factores de oposición, a veces acusados de colaboracionistas y blandengues (Plataforma Unitaria, entre otros), y sobre cuyas espaldas han llevado el fardo del fracaso y la frustración del país; y, al otro lado de la acera, lo que MC representa como opción diferenciada para el cambio, sustentada en sus convicciones y permanente coherencia política de su discurso.

Maduro y Diosdado en alerta 

Pero, muy aparte de estas consideraciones, algo que hizo reaccionar a Maduro y a Diosdado fue la información que circuló el periodista Vladimir Villegas según la cual MC y su grupo de asesores, una vez obtenida la nominación en las primarias de octubre, solicitarían más presión de parte del gobierno de Estados Unidos para lograr su inscripción en el Consejo Nacional Electoral (CNE) con miras a las presidenciales de 2024. Ahí mismo saltó Diosdado diciendo a los gringos que hagan lo que hagan MC estaba inhabilitada, al tiempo que su jefe Nicolás despachaba el asunto con el conocido “no te vistas que no vas”. Acto seguido, se montaba en su avión para ir a China a buscar los reales y cobijo de su protector imperial asiático.

Es posible que a los expertos en comunicación política no les parezca buena idea que MC y su gente anden diciendo por ahí que pedirán ayuda a Washington para obligar a Maduro a que consienta su inscripción para las presidenciales de 2024.

Lo cierto es que mucho se especula acerca de la probabilidad de que conversaciones muy soterradas, y a un muy alto nivel, estén teniendo lugar entre el régimen y la Casa Blanca. El gobierno de facto, con la caja chica prácticamente vacía, seguiría insistiendo en que le sean levantadas las sanciones económicas, y existe el temor de que el ejecutivo estadounidense convenga en algún momento en desactivar algunas de ellas que afectan directamente a la estatal petrolera Pdvsa, un poco pensando, como tantas veces se ha dicho, en el interés de corregir los desequilibrios del mercado internacional de hidrocarburos a raíz del conflicto en Ucrania.

Siempre opera como recordatorio el precedente de la corporación Chevron a la que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos renovó, a finales de 2022, una licencia para explotar petróleo en Venezuela.

La opinión generalizada es que, a cambio, Maduro sólo estaría dispuesto a hacer vagas concesiones, digamos en materia de liberación de presos políticos, pero nunca podría esperarse otras que comprometan su permanencia en el poder como, por ejemplo, desactivar las inhabilitaciones políticas, permitir unas primarias sin mayores obstáculos, y mucho menos facilitar las condiciones mínimas para celebrar elecciones libres, justas y supervisadas internacionalmente en 2024.

La reciente visita de Nicolás Maduro a China, durante la cual se firmaron numerosos acuerdos de cooperación bilateral y se solicitó el apoyo para el ingreso de Venezuela al grupo de los BRICS, representa una verdadera bofetada a los que en Occidente (Estados Unidos y Europa, principalmente) abogan por una solución política negociada entre el régimen y la oposición.

El mensaje de Miraflores pareciera ser bastante claro: con o sin sanciones el proyecto hegemónico y autoritario del chavismo sigue en pie. Después de todo, el régimen cuenta con el apoyo incondicional y decisivo de sus pares del bloque antioccidental liderado por la China de Xi Jinping y la Rusia de Vladimir Putin, que, juntos, siguen en su empeño aparentemente indetenible hacia la conformación de un nuevo orden internacional amorfo, en el que la imposición del más fuerte pretenderá erigirse como un rasgo notable de las relaciones entre Estados, en detrimento de la libertad y los derechos fundamentales de los pueblos subyugados.

La Venezuela de Maduro es parte integrante del proyecto hegemónico y de dominación del autoritarismo global. Una pieza verdaderamente importante en el tablero geopolítico internacional en el que hoy día las potencias se juegan el devenir histórico. Por tanto, somos parte de un contexto internacional complejo que nos proporciona claves importantes para entender en su justa dimensión la dinámica política que opera en Venezuela y lo que realmente está en juego.

Tal vez a eso se refería MC cuando esta semana decía que ante la evidencia de un régimen que forma parte de un conglomerado internacional que tiene vínculos con el narcotráfico, el terrorismo y el crimen organizado, es muy difícil que los que gobiernan de facto puedan ceder el poder voluntariamente y que, por tanto, lo que estaba planteado no era una simple elección sino la liberación de Venezuela. Para este propósito, se requeriría una fuerza coercitiva, una amenaza real, un cerco que sea logrado con la consolidación de la coalición de las democracias más representativas de América y Europa.

Sin embargo, todos recordamos que durante la política de máxima presión aplicada a Maduro por el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, simbolizada por las sanciones hoy día vigentes, y coincidente con el interinato de Juan Guaidó, una aproximación como la sugerida por MC se intentó a través de mecanismos como el TIAR, en paralelo a otras iniciativas enfocadas más en la solución negociada entre las partes venezolanas, entre otras, las auspiciadas por el extinto Grupo de Lima y otras instancias como el Grupo Internacional de Contacto, con participación de miembros de la Unión Europea.

Aun cuando en aquel entonces el contexto internacional y regional desfavorecía enormemente al régimen madurista, todos los esfuerzos dirigidos a un cambio político en Venezuela resultaron infructuosos.

Sin embargo, en la coyuntura actual, con unas elecciones presidenciales previstas constitucionalmente para el año próximo, los esfuerzos, presión e incentivos de los actores internacionales interesados deben hacerse hoy día más presentes que nunca.

O tal vez todo se reduzca a lo que hace poco planteaba de manera radical MC, convocando a los venezolanos a avanzar “…por la ruta dura y correcta, a luchar y no caer en trampas, a no resignarse a jaulas más grandes y cómodas…”, porque realmente lo que querría el pueblo venezolano es reventar la jaula.

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