La dupla que conforman María Corina Machado y Edmundo González no tiene igual. Es lo mejor que pudo suceder en una circunstancia tan crucial: un momento en el que nuestro destino como país está en juego. El pueblo venezolano no aguanta más la satrapía imperante. Lo que la mayoría de nuestros compatriotas desean es regresar a la normalidad democrática, volver al país extraordinario que tuvimos antes de la llegada al poder de Hugo Chávez Frías y su séquito de vengadores.

Cierto es que ninguno de nuestros presidentes demócratas (Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi) se enriqueció con los fondos públicos y, mucho menos, buscó perpetuarse en el poder, como ocurrió con Chávez y ahora se manifiesta con Maduro. Esa sola circunstancia pone de manifiesto la honorabilidad y talante de nuestras relevantes figuras democráticas, lo cual va más allá de los errores o deslices en los que pudieron incurrir. Es importante tener siempre presente que nadie es perfecto y que errare humanum est.

Hay que tener en cuenta también que los imponderables siempre aparecen. Ese es el caso de la absurda pretensión del conductor de Miraflores por mantenerse eternamente en Miraflores. Es obvio que lo anterior es una absurda aspiración política de connotaciones pantagruélicas. De igual tenor es la loca y retorcida disposición que le autoriza a mantenerse “en el coroto” por seis meses más, después de las elecciones. No hay duda de que el propósito último de tal extensión del mandato es amarrar al bando ganador, limitándose al máximo su accionar posterior. En nuestra historia democrática nunca un presidente perdedor en un proceso eleccionario se mantuvo mandando por el tiempo que ahora consagra la “ley chavista”. No tenemos ni un ápice de duda de que detrás de ese burdo accionar hay gato encerrado. Ojo con eso.

Lo anterior pone de manifiesto que los venezolanos demócratas tenemos que prepararnos para los difíciles momentos que se enfrentarán en ese ominoso espacio de tiempo en el que, siendo Maduro perdedor, podría actuar como un recién llegado a Miraflores. Que nos quede bien claro a todos: el combate con la dictadura no concluye inmediatamente después de las elecciones; en ese justo momento se dará inicio a otro tipo de lucha, cuya magnitud, implicaciones y resultados finales son imposibles de predecir.

Como dicen por ahí, amanecerá y veremos. Tic, tac, tic, tac…


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