La tiranía que sufre Venezuela viene de lejos en el tiempo y tiene como rasgo fundamental errores de liderazgo. Todo comenzó con el caracazo, evento de terrorismo urbano con el cual la izquierda le midió el aceite al sistema democrático, este falló al echarse para atrás en el grandioso proyecto de liberalización de CAP, siguió con la ominosa conspiración muy bien calificada de “revolución de los náufragos” por Mirtha Rivero, con la decapitación política de CAP se inició el camino hacia la tiranía: con el sobreseimiento a Chávez Caldera le abrió el sendero al tirano, elegido por una mayoría de venezolanos engañados por el camuflaje de Chávez como demócrata y la campaña de alabanza de él por el establishment, que terminó de coronarlo con la decisión garrafal de la CSJ de permitirle el inconstitucional referendo.

Una vez aprobada la constitución a la medida del dictador, este con la estrategia del Foro de Sao Paulo, que ya le había llevado al poder, prosiguió, para desde este aniquilar la democracia y establecer la dictadura del SSXXI. Ante esta realidad, el liderazgo democrático ha debido entender que ante un régimen comunista no valía la pena seguir la normativa democrática y hacer de la “vía electoral” la única estrategia para derrumbar la dictadura, era inocuo esto, la perseverancia hasta hoy de la “oposición” luego de más de un cuarto de siglo, ya no es error de estrategia del liderazgo opositor sino colaboracionismo.

Está claro que el proyecto chavomadurista es instalar un régimen al estilo de la dictadura del PRI en México, muy bien descrita por Vargas Llosa como la “dictadura perfecta” pues se disfraza con formas democráticas, al hacer elecciones arregladas con el apoyo de una oposición títere. Eso es lo que se ha venido haciendo en Venezuela y que se quiere definitivamente instaurar con las elecciones del 2024 que legitimará a Maduro.

Esto lo entendió desde el principio María Corina Machado quien siempre señaló que participar en las elecciones legitimaban al régimen, se deslindó de la oposición colaboracionista y siempre se mantuvo como una líder radical que no se doblegaba ni ante el régimen ni ante los colaboracionistas. Esa es la posición correcta en los principios del régimen, en la década pasada y ahora. Lo que le faltó a María Corina fue organización, se dedicó solamente a campañas mediáticas, sin organizar una base en todo el país que implementara su mensaje.

¿Cuál era el mensaje? Pues que había que luchar contra el régimen con todas las estrategias posibles, y esa opción se llama resistencia. Esto fue lo que se hizo en la Europa del este, que hizo caer el comunismo en 1989. Por ejemplo en Polonia, “ ocurrió el proceso de cambio político mediante el sindicato “Solidaridad” que constituía el mayor movimiento de oposición al gobierno desde 1981. Las huelgas masivas patrocinadas por “Solidaridad” de abril a septiembre de 1988 instan al régimen militar del general Wojciech Jaruzelski a negociar con este sindicato para que líderes políticos no comunistas puedan unirse al gobierno, ya que el régimen de Jaruzelski trataba de evitar una represión violenta al notar que ésta no había servido para neutralizar a Solidaridad a inicios de la década de 1980.11​ Estos pactos permitieron iniciar los denominados “Acuerdos de la Mesa Redonda” de 6 de febrero al 4 de abril de 1989, donde se establecen el reconocimiento legal del sindicato Solidaridad y la apertura de un proceso de transición democrática con elecciones al parlamento de Polonia y a un recientemente restaurado Senado de Polonia fijando los comicios para el 4 de junio.” ( https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluciones_de_1989 ).

Como se ve el camino fue presión popular que lleva al debilitamiento del régimen, lo que o implosiona o lo obliga a ceder a condiciones que conducen a pactos de liberalización del régimen lo cual concluye en elecciones que terminan de derribar al régimen. Esto se hizo en toda la Europa del este con sus variaciones locales, pero obsérvese que las elecciones es el paso final del proceso no el inicio.

La “revolución del Euromaidan” en Ucrania en el 2014 es un caso similar. El retiro del acuerdo con la Unión Europea del líder prorruso Víktor Fiódorovich Yanukóvich, llevó a un movimiento de resistencia popular que lo obligó a renunciar e irse a Moscú, todo terminó  en mayo de 2014 Rusia reconoció el resultado de las elecciones presidenciales de Ucrania que dieron la victoria a Petró Poroshenko.

Sin ir más lejos, Venezuela es un ejemplo histórico también de un movimiento de resistencia a la dictadura, que llevó a que los militares derrocaran a Pérez Jiménez, el penúltimo dictador venezolano el 23 de enero de 1958.

Todas estas referencias son para recalcar que María Corina estaba en la senda correcta hasta que inexplicablemente en 2023 cambió de ruta, de una líder radical contra el régimen pasó a aceptar entrar en la farsa electoral, ciertamente con el dividendo de ganar las primarias y ser la abanderada de la oposición, victoria simbólica, pírrica. El régimen no va entregar el poder, la farsa electoral está montada, habrá votaciones en el 2024, sí, más no elección.  Mi impresión es que Maduro terminará imponiendo su ruta original de un fraude electoral apoyado por la oposición colaboracionista, con un candidato títere que aceptará el fraude y mandará a bailar salsa al pueblo en vez de protestar, cualquiera del G4, “El Conde” o cualquier alacrán hará ese papel.

Pero incluso pueden obligar a María Corina a escoger un “sucesor”, el peor de los caminos, pues sería la abdicación de su liderazgo, o peor aún aceptarla como candidata pero con todo bien amarrado para joderla, escenario no muy desacertado, sobre todo viniendo de un gran analista antisocialismo del siglo XXI, Sánchez Berzaín (https://youtu.be/PFl6ujkpAj8?si=Qc3yAY3rh7Bm7aKp).

Conclusión: fue un error de María Corina doblegarse ante la oposición colaboracionista aceptando ser parte de la farsa electoral; en algún momento, cuando se vea que esa ruta no la lleva a ningún lado, ella debe rectificar y hacer lo que ha debido hacer desde el principio: organizar la resistencia al régimen. María Corina está, pues, ante el dilema de seguir en la farsa electoral o hacer lo correcto y liderar la resistencia al socialismo del siglo XXI.

 

 


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