Cuando el camino es un viaje de integridad, el objetivo siempre será honesto. Responder a los principios es una característica fundamental del liderazgo comprometido con la decencia. Solo quien manifiesta la grandeza de su ser, es un ejemplo en la hora menguada. Nos ocurre una hecatombe moral en toda la extensión de la palabra Venezuela.
La República que fue modelo universal recibió un fortísimo mazazo en el corazón. El saqueo ha sido brutal, la complicidad de bandas que lactan de la ubre oficial mantienen con vida al paciente tiránico que desgobierna.
En una coyuntura donde se guarda silencio por miedo o negocio, María Corina Machado mantiene la suya con una claridad que reconoce un país defraudado por tanta bellaquería política. Su discurso tiene la claridad de quien no tiene amos.
Avanza entre canalladas y punzantes estacas de actores malvados, que anhelan seguir en brazos de la dictadura. En las sombrías noches de podredumbre, los socios del botín se reúnen para tratar de enlodarla, llenarla del mismo componente fétido que recorre sus venas de amancebados bufones de la comedia del estiércol. La desvergüenza de sus procederes es un signo inequívoco de la falta de escrúpulos de semejantes personajes.
María Corina Machado es fácil ubicarla en el dolor de la gente. En el desierto acomodaticio del mundo cómplice, ella asume la postura de enfrentar con denuedo todo el ardid que se armó para secuestrar a Venezuela.
Una verdadera mafia inescrupulosa mueve sus tentáculos con la habilidad de quien maneja títeres. En ese sórdido mundo de porquerías nos colocó una dirigencia en contubernio con la dictadura nacional, afortunadamente existen valores inquebrantables como María Corina Machado, quien sigue siendo un ejemplo de lucha, una combativa mujer que no ceja en su empeño de darnos esperanzas…
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