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Manual para un uso eficiente del dólar maracucho

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En Maracaibo suceden cosas de la vida como si fueran hechos de la naturaleza, con la misma fuerza. Esto hace que estas situaciones sean más difíciles que en el resto del país, pues da la terrible impresión de que están predeterminadas por fuerzas que van más allá de la voluntad de los maracuchos.

Así tenemos el caso de los cortes de la electricidad y el de las largas colas para obtener gasolina, parecen fenómenos naturales. No ha habido ni hay manera de cambiar esto. El maracucho ha empezado a habituarse tanto a esta situación que cuando va a poner gasolina lleva antes unos cauchos para apartar su lugar en la cola. Hace las diligencias rutinarias y luego regresa con tiempo, cinco horas después, justo cuando tiene «apenas» treinta carros por delante. Suspira, pues después de hacer todo lo que tenía pendiente ha logrado llegar tres horas antes de que le toque su turno.

Pero donde el maracucho ha mostrado su originalidad y su muy particular naturaleza es en el manejo cotidiano del dólar. En Maracaibo, más que en cualquier ciudad del país esta divisa es la moneda «casi» oficial mediante la cual se realizan 80% de las transacciones de compra-venta de mercaderías de todo tipo. Y es que si en alguna ciudad del país el bolívar es una moneda depreciada y despreciada es en Maracaibo

De cómo hemos llegado a tener tantos dólares es casi un misterio, pues si contamos lo que llega por las remesas, lo que nos llega por la venta del poco petróleo que exportamos, por el contrabando de gasolina y también de otros rubros, como medicinas traídas de Colombia y del dinero sucio que obviamente se lava y se legaliza en la ciudad a través de fachadas empresariales, no sumamos los millones de dólares que circulan de Las Pulgas a la Curva de Molina.

Pero miren que no es ni ha sido fácil lidiar con el dólar para el maracucho común.

Por eso es que en la entrega de esta semana brindaremos a nuestros lectores maracuchos un manual muy sencillo para manejarse con el dólar y evitarse situaciones difíciles. En verdad quiero contribuir modestamente a que ustedes, mis queridos coterráneos, no cojan arrecheras justamente cuando, por ejemplo, por decir algo, ya tienen las cosas en su carrito del supermercado y la cajera les dice: «Lo siento, señor, ese billete no lo recibimos aquí porque está manchado, la ceja de Benjamín Franklin tiene un arquito… ummm… medio raro que hace que ese billete pudiera ser falso», o usted puede escuchar otras excusas más comunes en estos días: «Está roto», «está viejo» y, ¡carajo!, que hasta tiene mal olor.

Veamos lo que usted tiene que hacer si tiene la suerte de contar con un billete de dólar de cualquier denominación: primero, usted tiene obviamente que cuidar ese billete, manoséelo con cariño y no lo descuide, pues ese billete del carajo tiene muchos amigos, especialmente si se le ocurre sacarlo de su bolsillo en lugares muy concurridos, como la Curva de Molina, Las Playitas o Las Pulgas.

Segundo, no lo meta en su bolsillo derecho, donde por lo general usted mete las llaves de su carro. Se ha comprobado que las llaves del carro son de los peores enemigos de ese billete, pues son los causantes de las rasgaduras, los rayones y las consecuencias son terribles, porque allí es cuando las cajeras de Pastelitos Pipo, Chop’s, Salsa y Mordisco, etc. lo puede dejar sin desayuno, negándose a recibirlo.

Tercero, no lo arrugue. Si, por un descuido, usted lo arruga al confundirlo con una factura de tintorería, la única solución es acudir a Las Pulgas, ¡qué más!, allí está la sede del Banco Central informal de los habitantes de Maracaibo, a ver si un alma piadosa de los cambistas  se conduele de su situación y se lo acepta.

Cuarto, no lo doble por la mitad como, seguramente, usted lo hacía con el hoy despreciable billete de 500 bolívares, pues la marca que se forma es igualmente motivo de no aceptación por los comerciantes formales e informales que actúan como agentes del servicio de protección de la Reserva Federal norteamericana.

Y quinto: evite billetes viejos, esa es una razón de primer orden para invalidar su transacción y sobre todo si el billete, especialmente los viejos de 10 dólares, tienen el retrato de Alexander Hamilton, este señor fue el primer secretario del Tesoro de Estados Unidos en tiempos de George Washington. Aquí, el comerciante maracucho suele decirle en su cara: ¡Vergación, qué molleja ‘e viejo!, además, le dirá que ese señor nunca fue presidente de ese país.

Esto último lo supe de primera mano, porque los maracuchos serán pendejos para calarse las largas colas para comprar gasolina sin chistar, pero se las saben todas a la hora de recibir dólares, así que el señor que me vende el pollo me echó el cuento del señor Hamilton para rechazarme el billete de 10 con el que yo quería comprarle 2 kilos de pechuga y me remató: «Además, señor Arenas, ese tipo ni norteamericano era. Imagínese que era de San Cristóbal y de Las Nieves, para más desgracia para usted, donde cuatrocientos años después Cilia Flores hizo un cursito de inglés, que por cierto le fue reprobado. Así, que no, yo no acepto ese billete».

Así que habiendo sufrido en carne propia el rechazo de mi billete de 10 dólares les regalo mi humilde contribución para un mejor uso de su billete de dólar.

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