Los medios de comunicación, y especialmente la televisión, consiguen en muchos casos, manipular la opinión pública, de tal manera que no informan, sino que canalizan la información de tal manera que se saquen conclusiones que benefician a quienes controlan estos medios.
La primera forma de manipulación está en la agenda informativa: de qué se habla y cuánto tiempo se dedica a cada asunto. Suele ocurrir que asuntos importantes, percibidos a veces como difíciles, o demasiado técnicos, se pasa por encima, dedicándole poco tiempo. Mientras que los “escándalos”, sobre todo si se trata de los partidos contrarios, se le dedica una amplia cobertura y todo lujo de detalles.
Lo importante de esta técnica es que no se miente. Se consigue una cierta neutralidad. Hablo hasta de los asuntos que van en mi contra, pero claro, poco tiempo.
Se suele hablar de la metáfora del clavo. Cuando se consigue un tema que perjudica a algún rival, hay que darle con el martillo, como si fuera un clavo, todo lo que sea necesario, hasta que se clave bien profundo.
Otra de las técnicas de manipulación es el conocido como “bombardeo informativo”. Consiste en dar mucha información sobre un asunto, pero sin ir a la esencia del mismo. De tal manera, que los que reciben la información finalmente se cansan de los detalles, pero no se llega a entender cuál es la transcendencia de lo ocurrido.
El sensacionalismo informativo es otra de las técnicas utilizadas para manipular. La televisión hace que, en el salón de tu casa, entren personas, imágenes e historias que, en parte, se viven como si de alguien que conoces se trataran. En política, es importante el tirón personal que pueda tener uno u otro político, no tanto por sus ideas o capacidad de gestión, si no por las veces que haya salido en televisión, y lo simpático que pueda parecer.
Hechos como la muerte del afroamericano George Floyd, pueden provocar olas de protestas, no tanto por el hecho en sí, sino porque haya todo detalle de imágenes, que hacen que los espectadores la sientan como algo cercano.
El amarillismo político informativo surgió con la guerra hispano-americana en Cuba, cuando la prensa norteamericana culpó a España del hundimiento del barco Maine, lo que generó un estado de opinión en Estados Unidos favorable a la guerra contra España.
Todas estas técnicas, y muchas otras, bien utilizadas, hacen que la información no fluya de manera natural, sino que se conforme lo que se conoce como opinión pública, que no tiene por qué estar cercana a la verdad.
Se suele pensar que el hecho de que haya varios medios de ideología diferente es suficiente para que no haya manipulación informativa. Pero esto no es así, pues suele haber un código de comportamiento sobre cómo deben interactuar los medios de ideologías diferentes, qué temas se deben tratar, cuáles no y de qué manera.
La única manera de salir de esta situación es ser consciente de la misma. Adoptar una visión crítica de la información que recibimos y estar, en cierto modo, a la defensiva. Cuantos más medios informativos haya mejor y, también, cuanta mayor libertad haya para informar dentro de cada uno de los medios.